Casa Real
La travesía de la Princesa Leonor a bordo de "Elcano" llega a buen puerto
El buque escuela atraca en Marín en la escala final después de seis meses de periplo americano
El buque escuela "Juan Sebastián de Elcano" ha arribado a las cinco y media de esta tarde al muelle de Torpedos de la Escuela Naval de Marín (Pontevedra) en una escala final que ha sonado casi a traca. Han sido seis meses de navegación en los que la Princesa de Asturias y sus 75 compañeros (solo ocho de ellos mujeres) han compartido estrecheces y guardias, juras de bandera, escapadas y tantas cosas que nunca sabremos.
Con la marea alta y rodeado de decenas de barcos de recreo, el mítico velero de cuatro palos ha entrado silencioso en la ría de Pontevedra. Por unos minutos, el «Giralda» de Don Juan, el velero de dos mástiles que la Casa Real donó a la Armada tras su muerte, ha navegado a su lado. También lo ha hecho la lancha «Cristina», del Real Club Náutico de Sanxenxo, en la que había navegado toda la mañana Don Juan Carlos. Un cruce de generaciones que no ha pasado inadvertido a los que esperaban en tierra y que comentaban en bajito.
Como banda sonora también en esta última escala ha sonado un pasodoble. Toda la tripulación formada en cubierta ha saludado al ritmo de la música mientras se balanceaban y de fondo se escuchaban vivas al Rey y a España. Desde uno de los barcos que han formado la escolta espontánea incluso sonaba el himno oficioso de Manolo Escobar.
Media sonrisa
Antes de descender, los aspirantes se han despedido uno a uno del comandante y han saludado a la bandera de popa como manda la tradición. Al bajar por la inclinada y húmeda rampa, Doña Leonor ha torcido el gesto con una media sonrisa como si temiera un resbalón. Tras formar ya en tierra con el resto de batallones, han recibido la orden largamente esperada de romper filas y se han reunido con sus familiares entre aplausos. Ha sido imposible arrancar a ninguno de los guardiamarinas, que parecen llegar con la lección bien aprendida, un comentario sobre la Heredera más allá de que "se ha adaptado muy bien".
Terminan hoy en Marín seis meses de metáforas náuticas y sinónimos imposibles, de verbos que algunos no habíamos conjugado nunca en un artículo y que nos quedaban algo lejos. Y es que ha sido una travesía radiada y seguida muy de cerca, tanto por los de aquí como por los de allí. Un viaje que, instrucción militar aparte, se antoja un rito de paso, una iniciación para el mundo de exposición y visibilidad en el que Doña Leonor, a sus 19 años, apenas comienza a aventurarse.
La guardamarina Borbón (sobrenombre que hemos agotado de tanto usarlo) ha vivido una travesía intensa que, pese a algunos temporales, parece haber llegado a buen puerto. Desde que el «Juan Sebastián de Elcano» partiera de Cádiz el once de enero de este año, ha tocado tierra en ocho países americanos. Según dicen los que saben de esto, la navegación transatlántica de 22 días fue la parte más dura del entrenamiento. Luego llegarían los puertos en Brasil, Uruguay, Chile, Perú, Panamá, Colombia, República Dominicana y Nueva York, donde los 77 novatos hicieron distintas escalas en las que hubo de todo.
Primera demanda
Desde aquel supuesto beso en un concierto en Salvador de Bahía que nunca vimos hasta una portada en bikini que sí compramos, la heredera al Trono ha sido perseguida por fotógrafos con una intensidad que, a buen seguro, nunca había experimentado. La Casa del Rey llegó a poner una denuncia, la primera de esta naturaleza, contra un centro comercial de Punta Arenas (Chile) por la difusión de unas imágenes de la Princesa de civil en un centro comercial.
Los Reyes no han estado hoy en el puerto de Marín como sí lo hicieron en la despedida en Cádiz. La reunificación familiar se produjo en Madrid a principios de junio cuando la primogénita voló desde Nueva York para incorporarse a la instrucción de dos semanas en la fragata de guerra “Blas de Lezo” en Canarias. Antes había recibido la visita de Doña Letizia en una escala en Panamá tras varios meses separadas.
Parte de esta transición a una vida más adulta y con una agenda más propia tiene que ver con el hecho de que está siguiendo el camino que hizo su padre sin ahorrarse ningún tramo. Es verdad que la formación de Don Felipe en el mismo barco hace 38 años fue bastante más protocolaria y con encuentros de alto nivel en los que llegó a verse, aunque fueran diez minutos, con el entonces presidente de EE UU, Ronald Reagan. Pero el esfuerzo físico y mental requerido se antoja calcado, sobre todo si tenemos en cuenta el perfil de la Heredera, menos atlética que su padre y con intereses e inquietudes seguramente bien distintos.
El miércoles se cerrará otro ciclo cuando acompañe a su padre en la entrega de despachos a los nuevos oficiales de la Escuela de Marín, una ceremonia a la que ya asistió el año pasado. La diferencia es que, esta vez, ella estará entre los graduados y recibirá el título de alférez de navío. Lo hará de manos de Felipe VI y en presencia de su madre y su hermana Sofía, como ya sucedió en su graduación en el Ejército de Tierra.
La Princesa tiene aún por delante la última etapa de su inmersión en este mundo eminentemente masculino. Está previsto que, tras la desconexión estival, se incorpore a la Academia del Aire y el Espacio en San Javier (Murcia), de donde saldrá en julio de 2026 con rango de teniente. Será el final de una formación militar que ha sido cuidadosamente diseñada al detalle, entre otros, por la teniente coronel Margarita Pardo de Santayana, y supervisada muy de cerca por el Rey. Cuando herede el Trono se va a convertir nada más y nada menos que en la primera mujer en ostentar el mando supremo de las Fuerzas Armadas en España. Un horizonte que, según las últimas macroencuestas sobre la afección de los ciudadanos a la Corona, se divisa despejado y con vientos favorables. Parece que, después de todo, nos va a costar desprendernos del lenguaje marinero de este medio año.