José Ramón Pin Arboledas
Un año de reformas
Hace un año que Mariano Rajoy se instaló en La Moncloa. Doce meses en los que ha llegado a decir «vivo en un lío», porque recibió un país en quiebra con la moral por los suelos. En este tiempo ha tomado decisiones económicas de envergadura. Con ellas ha conseguido resultados positivos, ha tenido dificultades, cometido algún error ,y tras ellas, le quedan cosas que hacer.
Resultados positivos
La economía española está superando una de sus clásicas dificultades: la mejora de su competitividad. Gracias a ello, la balanza comercial se recupera y ha pasado de negativa a equilibrada. Las exportaciones tiran. Un logro necesario.
Este efecto se debe, entre otras cosas, a la Ley de Reforma del Mercado Laboral, que ha flexibilizado las relaciones de trabajo dentro y fuera de las empresas. Eso permite una devaluación salarial que reduce los costes y mejora la productividad. Un ejemplo es el anuncio de las empresas del sector del automóvil, como Renault, que decidió ampliar plantillas de común acuerdo con los comités de empresa de sus centros de trabajo. El acuerdo supone acompasar la producción a la demanda y reducir salarios.
Reducción salarial que, junto con la depreciación de activos mobiliarios (acciones de las empresas) e inmobiliarios (viviendas y edificios), ha dado lugar a una devaluación interior. Devaluación imposible de hacer por otros mecanismos, dado que España, al estar en la zona euro, no puede devaluar la moneda.
A la vez, el Gobierno inició la reforma de parte del sistema financiero: las cajas de ahorros heridas de muerte por los excesos y la mala gestión de sus órganos de gobierno, ante la pasividad del Banco de España en la legislatura anterior. En ese campo el Gobierno ha conseguido negociar casi 40.000 millones de euros de ayudas de las instituciones europeas para sanearlo. Esta misma semana se han acordado las condiciones para su uso.
Dificultades
Las dificultades son la cara opuesta de los éxitos. La adecuación de las empresas a la nueva realidad ha llevado consigo el aumento del desempleo hasta el 26% (seis millones de personas, según la UE); en los jóvenes, hasta el 50%. Un drama social del que son el mayor exponente los desahucios de hogares por falta de pago de hipotecas. Ese desempleo ha llevado a una bajada del consumo interno que debilita el sector productivo y crea más paro. Un espiral funesta que necesita tiempo para revertir (parece que a finales de 2013). Sin consumo no será posible despegar y crear empleo.
Además, las dificultades del sistema financiero, atrapado con los activos tóxicos inmobiliarios, han colapsado el crédito y ahogado a muchas pymes. Otras se han hundido por la demora del pago de autonomías y ayuntamientos. Administraciones públicas que perdieron sus ingresos por reducción de impuestos locales y autonómicos, al caer el sector inmobiliario, y ahora necesitan ayuda del Estado. El Gobierno tuvo que financiar a las autonomías dificultando la reducción de su déficit público, lo que disparó la prima de riesgo (a veces por encima de 500 puntos); una carga excesiva de intereses que pagar. Otra espiral perversa que, para pararla, obliga a reformar la Administración: disminuir su gasto y recuperar credibilidad sobre la solvencia del país.
Los errores
Para no subir el IVA, por una promesa electoral, en noviembre de 2011 el Gobierno aumentó el IRPF. Eso redujo el consumo al disminuir el dinero en manos del público. Al final, en septiembre, también tuvo que incrementar el IVA para equilibrar los ingresos. Medidas que, combinadas con la depresión económica, redujeron el consumo interno, generando más desempleo, que llegará al 27% en marzo de 2013. El retraso en aprobar los Presupuestos, por razones políticas, fue el otro gran error, porque aumentó la incertidumbre y retrasó reformas necesarias.
Lo que queda
Así las cosas, quedan por completar dos reformas básicas: a) la de la Administración, especialmente embridar el gasto autonómico; y b) la del sector financiero. Eso aumentará el paro por reducción de empleados públicos y bancarios. Acabadas las dos es probable que la economía tenga ese punto de inflexión a mediados de 2013 y empiece el crecimiento el siguiente año. Eso pronostican casi todos los organismos internacionales y el propio Gobierno, aunque con matices diferentes.
El año económico ha sido duro para los españoles, y sin duda para el presidente Rajoy. La esperanza está por llegar.
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