El desafío independentista
Un ejército para expulsar a los «perros de cloaca»
La persecución a Policías y Guardia Civil se multiplica. Cerco en la Jefatura Superior y ataques a cuarteles ante la pasividad de los Mossos. Los radicales se dan instrucciones por WhatsApp para rodearlos.
La persecución a Policías y Guardia Civil se multiplica. Cerco en la Jefatura Superior y ataques a cuarteles ante la pasividad de los Mossos. Los radicales se dan instrucciones por WhatsApp para rodearlos.
Están organizados. Hay poco de improvisación en su objetivo: acosar a la Policía Nacional y a la Guardia Civil hasta asfixiarles. Así, los separatistas cercan la jefatura de la Vía Laietana por diversos flancos y a través de mensajes de WhatsApp se comunican para dirigirse a uno u otro punto. También lo hacen a voces cuando algunos furgones de los nacionales llegan a la sede para realizar el cambio de turno. Este escrache que comenzó la tarde del lunes continúo durante la madrugada y ayer llegó a su apogeo. «Hijos de puta, fuera de Cataluña», comienza a gritar uno de los presentes para después conseguir el apoyo del resto de los presentes. A primera hora de la mañana de ayer, un centenar hacían guardia tras una larga noche de asentada. A mediodía eran miles los que habían sido convocados por las redes sociales y amenazaban con «salid, valientes, que no valéis nada sin vuestra porra. Que sepáis que este edificio será una biblioteca dentro de poco». Un hombre de unos veinte años lanza una lata de cerveza contra la fachada principal y los presentes comienzan a gritar que es un «tapado». Ahora, todo aquel que muestra violencia física es, según los independentistas, un infiltrado de la Policía Nacional. Sin embargo, el joven al que escoltan los Mossos para que abandone la zona más bien parece un cachorro de Arran, las juventudes antisistema de la CUP, que un policía de «tapado». «Estaremos aquí hasta que se vayan, ellos no son nuestra policía, los Mossos sí, que se enteren que no les queremos, que son unos asesinos, unos delincuentes... Que se vayan a España a seguir matando gente», asegura Clara, de 22 años, que ha venido desde Sabadell para sumarse a las protestas. Pero no sólo en la capital catalana son víctimas de acoso. En Reus, Calella y Pineda del Mar han sido obligados a abandonar los hoteles en los que estaban hospedados tras ser perseguidos. Incluso desde los ayuntamientos de ha presionado para que policías nacionales fueran expulsados de allí. El gerente de los hoteles Checkin, de Pineda, informaba de que había sido coaccionado: o echaba a la policía o le cerraban el hotel durante cinco años.
Los Mossos permanecen inmunes ante este escrache contra las Fuerzas de Seguridad. Así se les observa en la fachada principal de la jefatura donde esbozan una sonrisa cada vez que los manifestantes se pliegan ante ellos cual si de héroes se tratase. En la puerta trasera, los policías nacionales sí están en primera fila, así que un grupo de radicales se acerca hasta allí, se les encaran con insultos, pero de repente una mujer les insta a que se «vayan a la plaza de la Universidad». «No seáis tontos como ellos, tenéis que ser inteligentes y demostrar que vosotros sí sois pacíficos», les dice a dos chavales, Moisés y Oriol que se niegan a moverse de allí. «Ella es de la ANC, son los que están organizando todo esto, pero no quieren que seamos violentos para que luego nos lo puedan echar en cara los españoles», apunta Moisés. Desde diferentes flancos se acercan columnas de manifestantes, una avalancha con miles de estudiantes portando la estelada y entonando «Els segadors».
Por la derecha radicales de la CNT se acercan con ganas de bronca. Los petardos resuenan mientras se aproximan entre los aplausos de los que llevan horas frente a la jefatura. Siguen convocando a más «compañeros» a través de las redes sociales y mensajes de móvil. La tensión aumenta. Algunos llevan el rostro tapado, lo que demuestra que lo su intención no es una protesta pacífica. El olor a porro se mezcla con las cervezas que corren desde primera hora. «Fuera las fuerzas de ocupación, las calles serán siempre nuestras», vociferan entre trago y trago. Todos los comercios de los alrededores están cerrados, salvo las cafeterías y los restaurantes que aprovechan para hacer caja. Susana, que trabaja como camarera en Neyras, asegura que ellos no hacen huelga porque «es malo para nosotros y para la economía. Tenemos que pagar impuestos y no creo que la mejor manera de luchar por la independencia sea no trabajar», afirma. «Además, la mayoría de mis clientes son los policías que están encerrados en jefatura, así que hoy no creo que hagamos mucha caja», añade.
Aunque los puntos acordados para realizar las manifestaciones son la Plaza de la Universidad y la Plaza de Cataluña, sin duda el punto más caliente es la Jefatura y aseguran a este diario que tras la concentración de las 18:00 horas en estas plazas volverán a gritar contra los «invasores españoles». Otro punto de tensión está a veinte minutos de la Via Laietana. Es el Cuartel de la Guardia Civil del barrio de Gracia. A las once de la mañana, varios separatistas han comenzado a ocupar la Travessera de Gracia. Una hora después ya son unos trescientos que amenazan a la Benemérita. Dentro hay unas treinta familias que temen abrir las ventanas ante las amenazas. «Sois unos perros de cloaca», grita un joven. Luis es más prudente pero no se mueve de allí. «Ellos nos han pegado, nos han querido humillar y deben pagar por ello. Evidentemente no vamos a usar la fuerza, pero queremos que se vayan. Quiénes nos protegen son los Mossos no ellos, que sólo nos provocan», dice. «A mí me han mandado mis amigos varios mensajes que a su vez les han enviado de ANC para que salgamos a la calle», dice Sonia que asegura que esto no parará hasta que se eche de Cataluña al último policía y guardia civil.
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