El desafío independentista
Votar tantas veces como uno quiera
Las irregularidades en el referéndum se suceden durante toda la jornada. Las mesas se formaron con voluntarios y el sistema informático se apoyó en aparatos domésticos.
Las irregularidades en el referéndum se suceden durante toda la jornada. Las mesas se formaron con voluntarios y el sistema informático se apoyó en aparatos domésticos.
«Es el día más triste y más bonito de mi vida», comentaba visiblemente emocionado Joan a la salida de la escuela L’Univers del barrio barcelonés de Gracia. Y como él, tantos otros que tras votar permanecían ante los colegios como una suerte de barricada humana. «No podrán llevarse las urnas. Es imposible», añadían. La alegría contenida, sin embargo, no ocultaba la tensión en el ambiente a medida que llegaban las imágenes de las cargas policiales. Como tampoco ocultaba la multitud de irregularidades que se sucedieron durante la votación.
Durante la apertura de los colegios, con gente que llevaba dos horas esperando, fue muy particular. Uno de los interventores, megáfono en mano, pedía a aquellos presentes con experiencia en procesos electorales, y con conocimientos informáticos, que se situasen al comienzo de la cola. A ellos les correspondía hacerse cargo de las mesas de votación pese a la amenaza de multa. El interventor les pedía, además, que desde ese punto dejaran de cantar en un sentido o en otro. Se imponía, al menos, mantener la pátina de neutralidad. Pero las instrucciones no acababan ahí. Una vez sentados en las mesas, un vocal o el presidente de la mesa sería el encargado de meter los sobres en las urnas para evitar que alguien metiera cuatro o cinco votos consecutivos. El interventor tuvo una última y curiosa petición: «Traed quince ordenadores».
A partir de ahí, ya estaba todo dispuesto para la votación. O para la apariencia de votación. El sistema informático, sin embargo, era muy inestable y comenzaban a formarse colas en los colegios. Hasta tres horas llegaron a esperar algunos para votar. Al final, ante esta situación, los responsables de las sedes electorales optaron por utilizar el método tradicional y apuntar a mano el nombre de los votantes. Lo que permitía la picaresca, a falta de que se cotejen los datos, de votar en varios colegios. Varios ciudadanos no dudaron en mostrar la facilidad para violar las más elementales garantías.
Así, los votantes ocupaban paulatinamente las calles a la espera de una eventual intervención de la Policía para requisar las urnas o precintar los colegios. De los Mossos d’Esquadra, en Gracia, al menos, pocas noticias. Alguna patrulla se acercaba tímidamente a las intervenciones pero poco más. Las imágenes de las cargas policiales se sucedían y cada vez llegaba más gente al colegio. «Tengo 77 años y no pensaba venir a votar. pero he visto como pegaban a una mujer de mi edad. No podía quedarme en casa», explicaba Antonio. «Y no, no creo que esto sea un referéndum, ni que su resultado sea vinculante. Pero, a mi edad, espero que esto sirva para que se sienten de una vez a hablar», remachó.
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