Navidad
Dios te salve María...de la chabacanería
Me encuentro por las redes, dónde si no, una «felicitación» de Navidad en la que aparece la virgen María dando a luz a Jesús en el establo, ayudada por San José y rodeada de los animales previsibles. La mujer está de pie, gritando, y nos golpea la insólita visión de la sangre, el dolor y el esfuerzo de un parto del que siempre se nos ha mostrado el resultado, no el desarrollo. La felicitación, que aconsejo ver porque hay que juzgar siempre con los propios ojos, ha sido colgada por Sandra Gómez López, la líder del PSOE de Valencia y vicealcaldesa de la ciudad, y así a bote pronto, aunque no es la escena habitual y bucólica a la que estamos acostumbrados, y no se la puede describir desde luego como un alarde de buen gusto o elegancia, se puede aceptar como una forma diferente, moderna o como quiera llamarse, de conmemorar el nacimiento de Jesucristo. A bote pronto.
Luego lees, arriba: Hasta Dios nació del coño de una mujer. Y abajo: Aprovechemos este día para recordar lo maravillosas, increíbles e importantes que son las mujeres (y para que recordemos nosotras también cuánto vale nuestro coño). Y te das cuenta de qué va la cosa, que es en realidad de lo de siempre: de molestar e insultar, deliberada y claramente, a los que está de moda, consentido y hasta jaleado insultar en este país: los cristianos, en este caso. No se escuchará una palabra contra el Islam, el Hinduismo, el Budismo o cualquier otra religión mayoritaria actual, al revés, se agotan las muestras de respeto ante esas otras creencias. Pero ¿los cristianos? ¿Esos que soportan todos los clichés del mundo con auténtica (codazo, codazo) resignación cristiana? ¿Esos antiguos y rancios beatos que van a misa por la mañana pero por la tarde explotan minorías, maltratan a su mujer, van a los toros y dejan embarazada a la sirvienta? Bah… carta blanca para el cachondeo, la chulería, los juegos de palabra, la risotada, la burla, la condescendencia, el ataque directo, el puñetazo en la boca. Que perdonen, ya que son tan de poner la otra mejilla. Y que no se atrevan a cuestionar nuestros métodos: decidimos hasta sobre aquello que tantas veces repudiamos: la Fe.
Y es que hay quien confunde ser moderno con ser vulgar, irrespetuoso, soez y por supuesto, ofensivo, pero no es el caso. O no es todo el caso. Aquí no se confunde sino que a propósito se intercambian los conceptos en provecho propio y no contentos con ello, se hace alarde de la más torticera manipulación pretendiendo que la mente sucia, la tergiversación mal intencionada o la interpretación ofensiva la pone, justamente, el ofendido. Yo busco provocar pero el polémico es el otro, que no se calla y acata, y al ofendido se le acusa de tener la desfachatez de manifestar que ha sido ofendido. Cuando colectivos religiosos o meros ciudadanos de a pie se han quejado de las deplorables formas de la felicitación, les ha faltado tiempo para voltear la tortilla y convertir el asunto en el instintivo rechazo de todo casposo facha a una cosa tan natural como es un parto, porque somos tan antiguos, tan previsibles, tan aburridos, antiguos y negados para el progreso y el avance de los tiempos, que no soportamos que nos toquen la edulcorada visión de una pretendida virgen con su divino (ay, qué risa) bebé y el fantoche que acepta hacer de padre putativo. Y de repente la bola se hace más y más grande y aquí lo de menos es que una vicealcaldesa se ha permitido ser una grosera ofendiendo las creencias de millones de ciudadanos del país donde tiene cargo institucional, amén de hacer de su capa un sayo para sacar a la palestra su propaganda feminista y ridícula por fuera de lugar que esté, sino que los fachas son unos reaccionarios que reniegan de los actos más básicos de la reproducción humana, y de paso son machistas, y no soportan que alguien insufle aire fresco en sus polvorientos símbolos sagrados. Ella no tiene que responder por sus formas soeces e irrespetuosas que en los días de su vida se atrevería a emular con otro Dios que no fuera el cristiano, sino que los temerarios que se han atrevido a desafiar su vulgaridad, repito, institucional (poco importaría que lo proclamara en su intimidad) tienen que responder ante las cansinas acusaciones de siempre, esto es, que son unos tiquismiquis rancios y susceptibles que consideran el parto una cosa sucia que hay que ocultar, ningunean la maternidad (¿?) y niegan el empoderamiento de la Virgen María (tan conocida por todos ellos) y, para rematar, el de todas las mujeres de la orbe. Ella ha venido a reducir a las mujeres a una parte de su anatomía que no es precisamente el cerebro, ella reivindica la maternidad como algo denostado cuando, antes al contrario, siempre se le ha dado peso en los círculos más conservadores, pero los machistas son siempre los demás.
Y yo, que ni siquiera soy creyente, siento un asco infinito, un hastío que se me rebosa de las venas y una impotencia que estoy cansada de malgastar en este puñado de inservibles mujeres que están dejando el feminismo que no lo reconoce ni, como dirían ellas, el coño que lo parió. Harta de que hacer política sea hoy esto, insultar y pisotear siempre a los mismos, inventarse enemigos, insultar la inteligencia de los demás con una pasmosa y a su vez insultante facilidad y deformar la verdad, la verdad obvia, manifiesta y clara ante los ojos, a su capricho. Esta tal Sandra García (lo suficientemente hipócrita, además, para salir en una cofradía todos los años) no solo niega la mayor, sino que con toda intencionalidad lleva al debate adonde nunca estuvo, y resulta que su pretensión de «recordarnos» cuánto valemos a las mujeres mientras se carcajea de la mayor celebración cristiana es cien veces más legítima que las protestas de esos mismos cristianos. La maniobra es tan enfermiza y delirante que parece que estemos en una realidad alternativa, inverosímil y ridícula, pero no, así se las gastan ahora estos patéticos servidores públicos, para rizar el rizo de lo inaudito, cuando no sirven a nadie más que a ellos mismos ni tiene vocación alguna de mejorar, siquiera un ápice, la vida de sus votantes.
La polémica tiene corto recorrido, claro. Aquí solo se defenderían con ahínco los derechos religiosos de alguien siempre que ese alguien no fuera cristiano. El presidente os puede desear un feliz Ramadán sin sonrojo alguno (y no hace mal), pero si quieren buscar un «Feliz Navidad» en su registro de parabienes, os aconsejo paciencia y capacidad de frustración. Este año ha tirado del eufemismo de «Fiesta del Afecto», y ya veremos qué discurren para el que viene, porque de eufemismos saben mucho pero del verdadero significado de las palabras, bastante menos.
Sin ir más lejos, la vicealcaldesa de Valencia se habrá pensado «transgresora», cuando en realidad, no ha pasado de ordinaria maleducada y por supuesto, previsible hasta la náusea.
Pero que se lo crean. Quizá en 2021 aprendan el significado de esta castiza y elocuente advertencia: «hasta aquí hemos llegado»
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