Psiquiatría
¿Dependes demasiado de lo que los demás digan y opinen de ti?
Se llama codependencia emocional y sus bases se asientan, como casi siempre, en la infancia
Existe una condición psicológica que nos impregna desde la más tierna infancia: el impulso al sometimiento a otra figura significativa por temor a su respuesta emocional. Buscamos aprobación, cariño, valoración, elogio, respeto, y nos esforzamos por evitar su dura negación.
Existe una condición psicológica que nos impregna desde la más tierna infancia: el impulso al sometimiento a otra figura significativa por temor a su respuesta emocional. Buscamos aprobación, cariño, valoración, elogio, respeto, y nos esforzamos por evitar su dura negación. Rechazo, humillación, descalificación, abandono, son múltiples formas de frustrar necesidades emocionales básicas. No es algo propio únicamente del mundo de la infancia o adolescencia, nos acompaña de por vida. Sólo hay que observar el profundo sufrimiento que produce la falta de respuesta emocional o el rechazo dentro de un conflicto de pareja. Hugo Filippe dos Reis, Psicólogo, del Grupo Doctor Oliveros, nos explica los conceptos.
Una de las motivaciones básicas del ser humano, es la búsqueda y conservación de un fuerte vínculo emocional con otra persona. Cuando los padres ofrecen una relación con determinadas experiencias emocionales (aún siendo dolorosas o negligentes), el niño se adapta y metaboliza esa forma de contacto. Lo primordial es estar conectado. La acumulación de experiencias dentro de los vínculos construye en la mente una manera de sentir y entender las relaciones. Un mapa para la geografía de las relaciones que nos orienta (o desorienta) a lo largo de la vida.
A veces ese mapa dirige a seguir el camino de un ángel salvador. Existen individuos con tendencia a enlazarse con gente con problemas, sufriendo grandes dificultades para poner límites ante las demandas de dicha relación, secuestrados por las necesidades ajenas. Se someten obsesivamente como rescatadores, pacientes e indulgentes, incluso a pesar de llegar a ser engañados, heridos o traicionados deliberadamente.
Algunos autores afirman que la relación de codependencia es una adicción a una persona con problemas, porque comparten características: la obsesión, la compulsión, la pérdida de control y el autoengaño. ¿Cuántos confunden un obcecado aguante, una historia de martirio que hiela la sangre, con un inmenso amor que todo lo puede? Quisiera invitar a reflexionar sobre esta forma de amor destructivo, donde un individuo órbita alrededor de otro, fruto de la inseguridad, olvidándose de sí mismo, dedicándose a proteger y salvar con el fin de facilitarle la existencia.
Definiendo el término: codependencia
La Codependencia hace referencia a una forma de relación de dependencia interpersonal, caracterizada por un cuidado compulsivo y excesiva preocupación hacia otra persona que, generalmente, padece una problemática que limita su propio bienestar psicológico, emocional físico o/y social (por ejemplo una adicción a sustancias, una enfermedad crónica, trastornos mentales, etc.). Se trata de una patología del vínculo, donde se perpetúa una relación disfuncional y asimétrica.
Puede ocurrir dentro de cualquier tipo de relación: dentro de la familia, el trabajo, la amistad, relaciones comunitarias, y por supuesto, en las relaciones de pareja. Más allá del natural altruismo, a veces existen rasgos o circunstancias que crean un lazo nocivo.
El término requiere cierta aclaración. Tiene menor difusión que la bien establecida “dependencia emocional o afectiva”, pero en ocasiones es solapada erróneamente, ya que la definición es imprecisa, sin consenso entre autores. Proviene del ámbito de terapias grupales para alcohólicos y drogodependientes, describiendo la persona o grupo (familia, pareja, amigo) relacionada con un alcohólico o drogadicto, que forman parte del problema ya que facilitan que se perpetúe la adicción, a pesar de que cuidan e intentan salvar al adicto.
Actualmente el término se ha extendido a aquél que genera una dependencia afectiva hacia personas con distinto tipo de problemáticas como adicciones (a sustancias o dependencias comportamentales como la ludopatía), trastornos mentales (depresión severa, anorexia, bulimia, esquizofrenia, autismo, bipolaridad), trastornos de personalidad (Límite, Dependiente, Narcisista), rasgos de carácter disfuncionales (falta de control de impulsos, inmadurez psicológica) o enfermedades crónicas (cáncer, esclerosis múltiple, demencias, etc.). También en el ámbito profesional de la salud,a veces el cuidado de un paciente adquiere estos rasgos patológicos.
Anatomía del codependiente
Revisando la literatura especializada podemos destacar las siguientes características en las personalidades con tendencia a la codependencia:
● Asunción de un rol de salvador mesiánico, impulsando a dejar de lado sus propias necesidades y problemas para centrarse progresivamente en los problemas del Otro significativo, que asume un rol de rescatado/víctima, central en su vida. Aislamiento, absorción atencional.
● Excesiva implicación a costa de su propia salud mental y física. Aparición de cuadros psicopatológicos: episodios depresivos, trastornos de ansiedad, abuso de sustancias, enfermedades médicas relacionadas con el estrés, elevada, etc.
● Presencia de mecanismos defensivos psicológicos que excluyen información que sería incompatible con mantener el cuidado (autoengaño, negación, represión de emociones). Creer con esperanza que todo terminará, negar y olvidar evidencias en contra, encubrimiento, convencerse que será la última vez que recaigan o reaccionen abusivamente, ahogar las emociones que genera la situación, son ejemplos de estos escudos disfuncionales.
● Perturbaciones emocionales de tipo neurótico, como fragilidad psicológica, dependencia relacional, rasgos obsesivos de personalidad, o inestabilidad emocional, sentimiento persistente de vacío y soledad, temor al abandono.
● Elevada sensibilidad al sufrimiento ajeno, intensa lástima, sentimientos de culpa por no intervenir, compulsión a reparar.
● Autoimagen y autoestima dañada, fuerte necesidad de reconocimiento externo y un sentimiento de identidad difuso.
● Marcadas dificultades para poner límites en sus relaciones interpersonales, aceptando conductas abusivas, o destructivas (como el maltrato físico y/o psicológico).
● Impulso a vigilar y controlar al otro, rumiación obsesiva, tendencia a los celos.
● Elevada frustración si las expectativas no se cumplen (tiene una recaída, no cumple con lo prometido). Intenso enfado, ansiedad, indefensión aprendida.
No existe ninguna categoría en los sistemas de clasificación psiquiátricos para el codependiente. Sin embargo, el Trastorno de Personalidad por dependencia o Trastorno dependiente de la personalidad (DSM-V, CIE-10) es definido por: una necesidad dominante y excesiva de ser cuidado y protegido, un comportamiento sumiso ignorando necesidades propias, un apego intenso acompañado de un miedo a la separación y abandono, y dificultades para tomar decisiones y tener iniciativa. Empero, se trata de dos caras de la misma moneda; el codependiente podría considerarse un subtipo de dicho trastorno de personalidad. Mientras el primero tiene una falta de autonomía (manifiestamente dependiente, necesita a alguien que asuma las riendas de su vida), el codependiente asume activamente un rol de salvador/rescatador.
¿Por qué se comporta así el codependiente?
Pero, ¿qué busca realmente el codependiente con un constante apoyo y ayuda, su preocupación obsesiva, su necesidad de control? Inconscientemente, es impulsado a generar la necesidad de su presencia, una estrategia para asegurar un vínculo que necesita profundamente. Suele existir un patrón inconsciente a relacionarse con personas problemáticas, estableciendo una relación asimétrica de salvador/víctima que refuerce un lazo emocional que les une. El codependiente, excluyendo sus propias necesidades, se adapta patológicamente al Otro, su identidad se diluye, pero sintiendo así que aleja la sombra de la pérdida.
El origen proviene de ciertas carencias emocionales durante la infancia, que impiden adaptarse adecuadamente a las relaciones interpersonales adultas. Repiten las mismas conductas disfuncionales que les permitieron sobrevivir emocionalmente, para sentirse aceptados y queridos, o aliviar el sentimiento de rechazo y abandono. No hay más que pensar en familias donde los hijos tienen que invertir los papeles y que cuidan a padres con problemas, con limitaciones en sus funciones parentales (enfermedades, depresión, adicciones, etc.). O bien, casos en los que el niño percibe el desinterés o la frialdad en las figuras cuidadoras, y se esfuerza por ser correspondido, no sentir rechazo ni abandono. Es un vínculo defectuoso en el que niño rastrea continuamente las señales que les informan sobre qué desean sus cuidadores (figuras de apego), y evitar cualquier posible respuesta dolorosa. Su empatía se desajusta, dado que se vuelven hipersensibles a los estados internos de los cuidadores, mientras que se desconectan de sí mismos.
Escapando de una jaula de amor
Las relaciones codependientes son jaulas de amor, implican un grado de tal de dependencia y subyugación que deviene en patológico para ambas partes. Uno ofrece un candado como relación, el codependiente asume la oferta relacional y cierra el arco. Hay emparejamientos que son particularmente problemáticos, como por ejemplo con una persona con trastorno límite o borderline de la personalidad (TLP) desembocando en una espiral de perturbación emocional por salvar y proteger al afectado, o bien con personalidades narcisistas, ya que se convierten en el espectador obediente y atento que rellena los agujeros de autoestima, terminando sometidos por personas egoístas y carentes de empatía.
Supone una pérdida de libertad y de la posibilidad de satisfacción de necesidades legítimas en relación. Una relación sana supone una interdependencia, y debe de haber mutuo respeto y cuidado. Simetría emocional. Lamentablemente, algunos viven su vida con una versión secuestrada de sí mismos, supeditados al poderoso impulso a cuidar, ante la lástima o la amenaza de la soledad. El codependiente percibe un mundo relacional vacío, y queda atrapado entre la necesidad de auxiliar y el temor a ser abandonado.
Tomar conciencia de este estilo de relación o rol es clave para resolver el problema. Algo pasado invade el presente; aquello que fue necesario para sobrevivir emocionalmente se mantiene tercamente vigente, envenenando las relaciones y a sí mismo. Entender el origen permite intervenir en la actualidad, donde hay que enfocarse en construir un bienestar individual, así como una identidad propia donde se establezcan límites personales. Cuando el amor, el respeto y el cuidado se dirige hacia uno mismo, las relaciones con los demás también cambian.
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