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Consejos para promover la innovación y creatividad en los hijos

Si somos capaces de no limitar la capacidad creativa de los niños, de adultos contarán con las mismas capacidades para ser 100% innovadores

Consejos para promover la innovación y creatividad en los hijos
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Dentro de 25 años las empresas no necesiten expertos o departamentos de innovación. En su opinión si somos capaces de no limitar la capacidad creativa de los niños, de adultos contarán con las mismas capacidades para ser 100% innovadores y poner en práctica estas habilidades tanto en su vida profesional como personal.

Llega el verano y con él los mejores momentos del año para que padres e hijos compartan más tiempo de entretenimiento y aprendizaje en familia. El objetivo es conseguir que sea de calidad, divirtiéndonos y educando a la vez, y hacerlo de una manera cercana y efectiva. Fran Chuan, experto en innovación con más de 25 años de experiencia, trabaja desde hace tiempo para ayudar a que padres y profesores eduquen desde el para qué, promoviendo a través de la lógica, el sentido común y el juego la capacidad innovadora innata que todos poseemos desde que nacemos.

Su reflexión es que dentro de 25 años las empresas no necesiten expertos o departamentos de innovación. En su opinión si somos capaces de no limitar la capacidad creativa de los niños, de adultos contarán con las mismas capacidades para ser 100% innovadores y poner en práctica estas habilidades tanto en su vida profesional como personal.

Pero, ¿cómo conseguirlo? ¿cómo promover y desarrollar esa capacidad innovadora y creativa de nuestros hijos ahora durante el verano pero también durante el resto del año? Aquí van algunos sencillos consejos que Fran Chuan recomienda para aplicar de manera práctica y permanente:

-Empezar por lo básico e innato. Para innovar con los más pequeños, lo principal es trabajar con 4 elementos básicos: 3 los tenemos en el sistema operativo base del ser humano: curiosidad, imaginación y creatividad; el cuarto es tiempo. Un último requisito que llega de parte de los adultos, dedicando tiempo suficiente a los niños, y no solo pequeños momentos que nos permitan disfrutar y compartir la estimulación y el juego. Ahora en verano es un momento ideal para bajar revoluciones y dedicarnos a ellos.

-Aprender, desaprendiendo. La humildad exige dudar de ti, sin llegar a ninguna patología, pero sí tener dudas, porque la duda está en el mundo de la curiosidad. La duda es la que diluye las vallas del mundo y los niños son unos cracks hasta los 7 años. Por eso los padres tienen que aprender a “desaprender” desde la humildad, siendo conscientes de que todavía queda mucho por aprender y que nuestros hijos nos pueden dar lecciones maravillosas para seguir creciendo. Para conseguirlo, interésate de forma activa por sus gustos y aficiones, anímale a que te cuente todo lo que sabe sobre esos temas y promueve esa humildad y curiosidad innata de tus hijos con tu apoyo.

-Educar con preguntas abiertas. La educación que estimula la curiosidad estimula a su vez la capacidad de innovación. Si basamos la educación simplemente en respuestas seguimos limitando la capacidad de innovación de los niños.Es mejor acercarnos a ellos con preguntas abiertas. Enseñarles que hablar de forma impersonal (se ha roto el jarrón en lugar de he roto el jarrón) no tiene sentido, porque con ese razonamiento no aprenden. Sólo se aprende cuando hablamos en primera persona. Os propongo ayudarles a cambiar sus conductas no diciéndoles lo que tienen que hacer, sino formulándoles cuestiones para que ellos mismos descubran el camino por si solos.

-Generar respuestas diferentes. Tenemos que dejar que su imaginación y curiosidad estén siempre activas y enseñarles qué hacer con aquello que su imaginación les muestra. La innovación no siempre tiene que ser un valor tangible, también puede ser algo que les gusta o que en un momento concreto les hace sentir bien. A nivel informativo y de contenidos, debemos educarles para que no memoricen sino para que aprendan a filtrar, a pensar para qué quieren un determinado conocimiento, a validar esa información y, lo más importante, a conectarla.

Un ejemplo muy clarificador son los dispositivos tecnológicos (ordenadores, teléfonos y tabletas) que deben tener 3 usos:

- Ocio (ver películas, escuchar música, socializar...)

- Jugar

- Educar

-

En este ámbito se puede poner en marcha una actividad para enseñarles a diferenciar y ayudarles a estructurar el tiempo de uso. Por ejemplo, entre el desayuno y el almuerzo lo usamos para educar, desde almuerzo a comida, para jugar y el resto para ocio.

En el tiempo de educar funciona muy bien convertir el estudio en una actividad a caballo entre el ocio y el juego. Por ejemplo, si deben aprender algo de historia, hacerles ver que ese fragmento de la historia fue mágico y cómo buscar en internet sobre ello. Pueden buscar imágenes, datos, o lo que su imaginación les lleve a encontrar. Luego podemos premiar el proceso y el resultado (sea el que sea) con una ceremonia de reconocimiento ☺, y hacerles preguntas abiertas animarle para que saquen conclusiones.

Esto es muy útil para estimular la búsqueda, el foco y la selección de fuentes de información, entre otras cosas.

De hecho, los peques, como los adultos, muchas veces no se desaniman con el qué sino con el cómo. Si es estudiar o trabajar, es un “rollo”, pero si es jugar o pasar un buen rato, eso es diferente.

- No dar instrucciones a la hora de jugar. Cuando compremos un juguete con instrucciones de uso, probar a dárselo sin ellas y sin las referencias del empaquetado y observarle. Si compramos un Lego, por ejemplo, demos al niño solo la bolsa de plástico con las piezas y no le digamos lo que tiene que hacer. Os puedo asegurar que un niño pequeño abrirá la bolsa y se pondrá a crear sobre lo que le dé la gana, no se quedará parado esperando la instrucción, hará lo que su imaginación y curiosidad le lleve, innovando de una manera natural y sencilla.

-No castigar el error. Desde pequeños asociamos ‘hacer las cosas mal’ con el castigo o reprimenda, o ambas cosas. Si educamos en lo que está bien y lo que está mal, la capacidad innovadora es cero. Los niños no tienen miedo al error, tienen miedo porque les hemos educado en que las cosas son de una manera y, si no las hacemos, estamos penalizados, por tanto, no le tenemos miedo al error, le tenemos miedo a la consecuencia del error.

¿Qué pasaría si tras un error o un accidente fortuito, en lugar de enfadarnos, reñir y, hasta, castigar, analizáramos por qué ha ocurrido y cómo deberíamos haberlo hecho diferente para evitar las consecuencias del error o accidente usando la magia de las preguntas abiertas?


En definitiva la educación en casa tiene que con la innovación: si educas en la curiosidad, en la pregunta abierta, en que el error no está penalizado, la consecuencia será la innovación. La diferencia entre una cultura más dogmática, jerarquizada y una más abierta y preguntona esque se plantean cuestiones desde la curiosidad, desde lo más innato de lo que somos y sentimos.