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La columna de Carla de la Lá

Dime qué mascota tienes y te diré quién eres

Todos los profesionales están de acuerdo, tener un perro en casa es magnífico para la formación afectiva de los niños

Dime qué mascota tienes y te diré quién eres
Dime qué mascota tienes y te diré quién ereslarazon

Es un test proyectivo: la gente elige y trata a sus animales como se trata a sí misma, con la misma afición o crueldad de la que son capaces para sí.

Es un test proyectivo: la gente elige y trata a sus animales como se trata a sí misma, con la misma afición o crueldad de la que son capaces para sí. Yo adoro, amigos míos, a todos los animales salvajes o domésticos, me temo que mucho más que a determinadas personas que conozco.

Sin embargo, no termino de entender a los gatos, y eso que voy por el segundo (y por el tercer perro). Ahora que tengo perro y gato, convivo con ambos y los observo, me declaro superfan de la elegancia displicente del minino y de su diabólica fotogenia y de su capacidad infinita de estar guapos todo el tiempo, sin embargo, el amor que siento por Butler, mi perrito, ayyy... eso son palabras mayores, amigos.

Yo a mi perro lo quiero con amor lorquiano, por lo que entiendo desde lo que imagino y lo que he visto por ahí que debe de ser el amor lorquiano...En cuanto a exagerado y desinhibido, donde ya no cabe estética ni higiene de ningún tipo que mande más que el amor. Fiji, la gatita, es una mascota muy linda, un animalito, egoísta, caprichoso y decorativo al que nos divierte complacer y mimar.

Butler en casa tiene un rol estructural, es persona, familia y amigo, una fuente de felicidad, cordura y esperanza, un apoyo constante. La ternura, la permanencia, la humildad, serían valores muy difíciles de entender sin él. Butler es pensar que la vida merece la pena ser vivida, así.

Mis amigos y adoradores expertos gatunos se molestan (los amantes de los gatos son extraordinariamente corporativos, papistas e irritables) y dicen que los gatos son mucho más listos que los perros, pero yo les digo que a mí me parecen indomesticables por su escasa inteligencia y que intentar enseñar cosas a un gato es lo mismo que instruir a una avispa o a una araña; es más, creo que tienen el mismo funcionamiento e idénticas capacidades, dirigidas exclusivamente por el instinto.

Mi Butler, en cambio, como cualquier persona elevada, docta, es bondadoso, gentil, contemporiza y aunque es terco, finalmente cede, transige y muestra un apego sano y firme, maduro, porque su alma, creedme, es sofisticada.

Díganme queridos, los que saben, ¿cómo son los gatos? Mi veterinario de cabecera opina que son algo canallas y me ha contado que tiene un gato muy feo y peligrosísimo que no se deja tocar y que es más grande y más vicioso que un señor.

Dice que tiene atemorizada a toda la urbanización porque se mete en todas las casas, se come todas las delicias que todas las hacendosas mujeres de Pozuelo preparan para sus maridos y dejan reposar sobre sus encimeras y todas las meriendas que los hacendosos padres preparan para sus hijitos al salir hambrientos del colegio y todas las medicinas y todos los gin tonics y todo lo demás.

Dice que sus vecinos se lo encuentran dormido sobre sus camas, incluso los que tienen perros de defensa... que sus mujeres se lo encuentran acostado en los sofás de sus salones viendo la tele porque es verdaderamente gigante y seguro de sí mismo y que se eriza y las echa de la estancia porque no es gregario.

Dice que la comunidad les escribe cartas para que hagan algo y que él les contesta amablemente que pueden ir a su casa, en cualquier momento, a hablar con él, que cuando oye el timbre, abre la puerta porque abre solo todas las puertas y cerraduras.

_Jajjajajajajajjaja Pero no es un gato, es un tigre. ¿Cómo se llama?

-Veterinario: Tigre.

_¿Cómo?

-Veterinario: ¡Tigre!

Por mi casa corre un rumor, de familia, entre el pensamiento mágico y el más dulce disimulo, de que no hay pena ni enfermedad terminal que no se cure con un buen solomillo, al punto, entre pecho y espalda. La culpa de semejante insensatez la tiene mi madre, bueno y su añorado gatito Fiodor, que en paz descanse.

Mamá goza repitiendo la historia, casi tanto como mis hijos, que se quitan la palabra para relatar lo sucedido. Hace unos años, cuando Fiodor tenía ya 12 o 13, llegó ese triste día en que, de viejecito, se puso el minino a morir. Pasó cinco o seis días sin comer, ni moverse... mi padre, que lo adoraba tiernamente, comenzó a elaborar el duelo incluso...(no dejen para mañana lo que puedan hacer hoy) y se deprimió mientras Fiodor atravesaba el irrevocable proceso de la muerte; pero, queridos, la muerte es revocable ¡Vaya que lo es!

Y si no que se lo digan a mi madre, que viendo al expirante en semejante actitud lastimera, y aún más a mi padre en la suya propia, corrió a la carnicería: “Póngame el mejor solomillo de ternera que tenga”. En casa, sacó una sartén, le dio vuelta y vuelta, un punto de sal maldon, lo partió en trocitos y lo depositó en una enorme fuente en el suelo, junto al desahuciado, que yacía en brazos de mi padre inmóvil, como la piedad de Miguel Ángel.

Entonces los efluvios cárnicos, y todo el aroma del lujo, así como las emanaciones de lo prohibido viajaron en deliciosas ondas hasta la pituitaria amarilla del semidifunto, que poco a poco, movió una oreja, después el bigote, después la uña, hasta incorporarse y avanzar torpemente frente a la bandeja de chicha.

Fiodor engulló toda la carne, primero despacio, pero ganando velocidad y confianza conforme pasaban los segundos. Al finalizar el plato, el gato agonizante, salió a la terraza, como lázaro del sepulcro, a reposar tranquilamente, y asearse las patitas bajo el sol. Vivió tres años más, activo y fuerte como un roble.

Ahora mis hijos, piensan que el solomillo es una especie de poción de panoramix y si saben de algún amigo o conocido de los abuelos que ha fallecido recientemente, se miran con la certeza de que el pobre no tuvo a nadie cerca, para comprarle ese solomillo y servírselo con amor y autoridad.

En el fondo mi madre también lo piensa. Y miren, yo también.