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Monasterio de Piedra, un viaje a la historia, la cultura y la naturaleza perfecto para hacer con hijos

En la provincia de Zaragoza, es un enclave mágico para ir un fin de semana

El Monasterio de Piedra está situado en la comarca de Calatuyud y posee una vegetación en su parque natural que hará las delicias de cualquiera
El Monasterio de Piedra está situado en la comarca de Calatuyud y posee una vegetación en su parque natural que hará las delicias de cualquieralarazon

Desde que fui madre una de las cosas que más me importó de cara al ocio fue siempre incluir planes en los que me mezclasen tres cosas: cultura, naturaleza y gastronomía. Las tres, si están presentes en viajes o pequeñas escapadas, me parecen el trío perfecto. Y las tres, creo, se pueden ir introduciendo de manera paulatina desde que son pequeños. En nuestro caso las mayores (8 y 6) llevan desde que cada una tenía 2 yendo al campo uno de los dos días del fin de semana a caminar. Cada vez más tiempo acorde a sus capacidades de aguantar andando pero sin parar. El tema cultural, ver museos, iglesias, catedrales, pueblos con historia, lugares históricos....ha tenido que esperar bastante másy reconozco que ha ayudado bastante que en el colegio les hayan empezado a hablar de temas de historia. En cuanto a la gastronomía, que también es cultura y más en un país como España, ya sí hemos empezado este año de pleno a convencerlas de que prueben nuevos platos tanto fuera como dentro de casa. El truco, huir de los generalmente insalubres menús infantiles.

Hace dos fines de semana se nos planteó el plan de ir a visitar el Monasterio de Piedra, en Zaragoza. Vivimos en Madrid y queda relativamente cerca, a 227 kilómetros por lo tanto es un excursión que se puede hacer en el día, aunque nosotros nos quedamos a dormir en el hotel del Monasterio el fin de semana. Llegamos sobre las siete de la tarde y nos fuimos el domingo a las 12 de la mañana. Tiempo más que suficiente para visitar las dos cosas estrellas que ofrecen y que son, precisamente de las que me gusta disfrutar cuando viajo en familia: naturaleza, en su precioso parque natural y la parte pública que puede ser visitada (la privada es el hotel) del Monasterio.

El Monasterio de Piedra, un poco de historia

(En la foto, Alfonso II, artífice de que los monjes cistercienses que se instalaran en Piedra cediéndoles los terrenos)

800 años de historia guardan los muros del Monasterio situado en la comarca de Calatayud, en un oasis lleno de vegetación donde el río Piedra es el protagonista natural por excelencia. Aunque en un inicio fue una fortaleza de defensa musulmana, cuando comienza la Reconquista, a finales del siglo XII, el rey Alfonso II de Aragón, conde de Barcelona y Marqués de Provenza, apodado el Casto (1157-1196), hijo del conde de Barcelona Rey Ramón Berenguer y la Reina Petronila. Fue el primer rey de Aragón tal y como se conoció el reino ya que aunó lo heredado por su padre (condado) y de su madre (a través de su abuelo Ramiro II).

Gran amante y mecenas de las artes, el Alfonso II cedió las instalaciones de la vieja fortaleza musulmana, ya en manos cristianas a la Orden del Císter, en esa época en plena expansión en la península ibérica (su origen es francés). Dicha orden, nacida en el año en 1098 de la mano de un grupo de monjes del monasterio Clunaciense de Molesmes que abandona su comunidad para crear una nueva en la localidad francesa de Citeaux (Císter) de la mano de Roberto de Molesme quien decide restaurar la estricta Regla de San Benito de Nursia (480-547), que en el año 545 había fundado la orden de los Benedictinos. La nueva orden se basa en los principios de abandonar todo signo externo de riqueza y en el propio trabajo para conseguir su subsistencia, será el famoso “ora et labora” que distinguirá a los monjes del Cister. Dicha orden contribuyó de maneara muy considerable a la expansión del cristianismo en Europa por lo que su fundador es considerado pro la iglesia como patrón de Europa .

En plena expansión, y gracias a la generosidad del rey Aragonés, llegaron al Monasterio de Piedra entre 1195 y 1218, doce monjes y un abad en una metáfora de recreación de Jesús y los 12 apóstoles. Todos ellos, procedentes de Tarragona, trajeron consigo no solo la orden religiosa sino algo que ha permanecido en las piedras, la transición del arte Románico al Gótico. La arquitectura del Monasterio es sencilla, austera, sobria para facilitar la vida de los monjes que llevaban un estricta observancia de la regla de San Benito y profundamente impregnada de la filosofía del Císter: “nada debe distraer de la búsqueda de Dios”.

Añadiría que ese deseo de que nada distraiga de la búsqueda de Dios sigue funcionando hoy día gracias a esa arquitectura románica, sobria y austera típica de la alta Edad Media. Hoy día no somos muchos los creyentes pero eso no significa que una persona que no crea no se disfrute de la paz que siempre otorga el silencio. No en vano están tan de moda técnicas como el mindfulness. Lo cierto es que la paz interior y el silencio tienen muchas más oportunidades de ser encontradas dentro de lugares como estos frente al bullicio del día a día de la gran ciudad.

Es curioso pasear por el claustro (de lo poco que se conserva en perfecto estado) e imaginar, si el silencio acompaña, cómo de dura debió de ser la vida de los monjes, no solo por los condicionantes físicos de la época sino por esa vida de meditación y en silencio entregada a Dios. Hice con las niñas dos recorridos, uno con guía, que les aburrió (lógico porque había mucha más gente y dicha guía, muy buena, por cierto, hablaba para adultos) y otra, después, con a solas con ambas a las que mostré en el móvil una foto del aspecto de los monjes y les pedí que me ayudaran a imaginar cómo serían sus vidas explicándoles las condiciones: no había luz eléctrica, no había calefacción (sí se calentaban pero no en todo el monasterio) y con esa dieta que impedía comer carne y apenas pescado. Les recomiendo lo hagan con sus hijos, se sorprenderán del criterio y razonamiento que suelen emplear cuando se trata de algo que a todos les gusta: imaginar historias.

Tampoco es un mal ejercicio para los adultos especialmente hoy día que llevamos una vida tan llena de ruido y que nos aleja de la espiritualidad que tanta paz proporciona a quién la practica. Y no hablo de ser creyente, aunque yo lo sea, sino de la innegable paz que proporciona estar unos días en un lugar tan lleno de paz, silencio y naturaleza.

La Iglesia

De estilo románico tardío (siglo XIII), su planta, típica cisterciense, tiene forma de cruz latina, con crucero, ábside central poligonal reforzado con grandes pilares y cuatro ábsides laterales de cabecera plana. Sus dos naves constan de seis tramos las laterales y tres la central. En su construcción se usaron sillares de caliza muy porosa, actualmente en avanzado estado de deterioro y razón por la que no soportaría una reconstrucción en condiciones, una pena ya que la gran parte del techo ya no existe lo que no impide que siga siendo un lugar consagrado, de hecho se pueden celebrar bodas católicas, eso sí, sin lluvia. También se pueden celebrar bodas civiles en otras partes fuera de la iglesia. En la fachada sudoeste hay un pórtico tardorrománico con arco de medio punto y cinco arquivoltas abocinadas apoyadas en columnas con capiteles decorados con motivos vegetales. El acceso actualmente se realiza desde el claustro.

El Monasterio-Claustro

Su planta, estilo y distribución es cisterciense, robusto y austero, característico del siglo XIII, de arcos apuntados con capiteles y ménsulas decorados con motivos vegetales. Ha sido restaurado recientemente. Planta cuadra con jardín central y cuatro pandas en las que se distribuyen la salas. Al norte, en la panda del mandatum, la iglesia; al sur, en la panda del servicio, la cocina, el refectorio y el calefactorio; al oeste, en la panda del trabajo, las bodegas y cilleros y al este en la panda del capítulo, la sala capitular.

Llama la atención el pasillo llamado Callejuela negra o Callejón de los conversos, de estilo románico y perteneciente, según se cree, a castillo anterior al monasterio. Este paso, paralelo a una de las galerías del claustro, se usaba para el acceso de los trabajadores conversos sin que tuvieran contacto con los monjes. El calefactorio era la única estancia que contaba con calefacción con el sistema de gloria. Sobre él se ubica la biblioteca y en estas dos estancias se hacía la vida monasterial fuera de las labores rutinarias, se usaba para mantener a los monjes enfermos o como barbería. Por cierto que merece muy mucho la pena visitar la parte de abajo desde donde se hacía el fuego para calentar.

La vida en el Monasterio

La regla de San Benito por la que se regían los Monjes era muy austera por lo que es fácil imaginar la dureza de las condiciones de vida (además de los gélidos inviernos que los monjes debían de pasar con unas ropas no demasiado abrigadas). Si hacéis la visita con guía (recomiendo), os contarán que fue aquí, en la cocina del Monasterio (que conserva las paredes y todo el techo abovedado negrísimo por el efecto del humo de la cocina durante siglos), donde se cocinó por primera vez el chocolate en Europa ya que en 1543, cuando Hernán Cortés viajó a México, fue acompañado de Jerónimo Aguilar que envió al abad del Monasterio de Piedra el primer cacao junto a la receta para cocinarlo. Aquí os quiero contar una anécdota que humaniza profundamente a los monjes y es que, como llevaban esa vida tan austera y tan rígida en las comidas, especialmente en épocas de cuaresma, tuvieron que plantearse si podían tomar o no chocolate. Especialmente en invierno que solo comían dos veces al día y aquello calentito tenía que entrar como la gloria. Después de sesudas conversaciones y discusiones decidieron que como en la Biblia no se mencionaba su prohibición (obvio ya que no existía), sí podrían tomar una taza calentita por la tarde a modo de merienda sin incumplir así ningún precepto.

Guerra de la Independencia, Trienio Liberal, desamortización de Mendizábal y paso a manos privados que llega a hoy día

La vida del monasterio transcurrió de manera normal y pacífica durante siglos aunque, como es de imaginar, las normas fueron evolucionando de manera lenta pero progresiva y se sabe que durante la baja edad media y la edad moderna estas fueron relajándose un poco más, especialmente en lo tocante a la vida diaria de los monjes y uy especialmente en su gastronomía que dejó de ser tan frugal como en los comienzos en la alta edad media.

España posee un patrimonio histórico y artístico que es de los mejores que hay en Europa por razones obvias. Nuestro problema ha sido que no siempre se ha protegido como se debe. Tampoco en el pasado, especialmente a finales de la Edad Moderna. En 1808, en el transcurso de la Guerra de la Independencia contra los franceses, estos entraron en él y se llevaron piezas artísticas de gran valor o destruyeron aquéllas que no se pudieron llevar. Una actitud vandálica que se sigue repitiendo hoy día en muchos lugares del mundo cuando suceden guerras y se destrozan monumentos con incalculable valor histórico.

Una vez superada la guerra los monjes volvieron al monasterio pero poco les duraría ya que en el llamado “Trienio Liberal”, entre 1820 y 1823 fueron obligados a dejar el convento. Sin embargo las desgracias no acabarían ahí porque aunque finalizado el triste trienio que dio paso a la década ominosa con un reinado absolutista de Fernando VII, llegó en 1936 la primera de las desamortizaciones que sufrió España en el XIX (la de Madoz y Mendizábal). En 1936, muerto ya Fernando VII y reinando como regente María Cristina de Borbón Dos Sicilias en nombre de la futura Isabel II, se produjo la desamortización promulgada el 19 de febrero de 1836 por Juan Álvarez Mendizábal, ministro de Hacienda y presidente del Gobierno de la reina regente. Su expropiación afectó únicamente a los terrenos del clero regular –las órdenes religiosas–, por lo que la Iglesia lo excomulgó, así como a los compradores de dichas tierras. Dicha desamortización fue en principio muy ambiciosa y tuvo notables efectos recaudatorios e ideológicos (avivó tanto el anticlericalismo como el antiliberalismo en España). Sin embargo, desde el punto de vista social fue un absoluto fracaso ya que se estableció que la división de los lotes de tierra se encomendara a comisiones municipales y éstas, aliadas con los oligarcas adinerados, manipularon el sistema creando grandes lotes que resultaron ser inasequibles para los pequeños labradores, por lo que fueron a parar a manos de los grandes u rucos terratenientes que muchas veces los donaron de nuevo a la Iglesia. No fue el caso del Monasterio de Piedra que fue comprado por Pablo Muntadas Campeny por 1.250.000 reales.

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Desde 1844, Juan Federico Muntadas, hijo de Pablo Muntadas, consolidado como propietario de Piedra, transformó la huerta en un jardín paisajista y las dependencias conventuales en una instalación hostelera e hidroterápica, a lo que añadió la construcción de una piscifactoría, que fue pionera en España. Los nuevos usos turísticos frenaron su degradación y lo han preservado hasta la fecha. Catalogado como Paraje Pintoresco Nacional el 28 de diciembre de 1945, y como Monumento Nacional el 16 de febrero de 1983, la Orden de 17 de septiembre de 2009, del Departamento de Educación, Cultura y Deporte, del Gobierno de Aragón, completa la declaración originaria de Bien de Interés Cultural, en la categoría de Monumento. Por último, se le concede la categoría de Jardín Histórico el 27 de enero de 2010.

El parque Natural

Sin duda, el gran atractivo natural del Monasterio de Piedra es el parque natural, propiedad privada también e la familia que posee el Hotel Monasterio. Sin duda una auténtica delicia para los que amamos el senderismo y los planes al aire libre que puedan hacerse con niños. De hecho puede hacerse hasta con bebés como fue nuestro caso. Eso sí, olvídate de la silla, en la mitad de los sitios no podrás acceder con ella y te tocará dejarla para volver a por ella una vez termines dando la vuelta. Menos mal que, algo previsora, metí la mochila de porteo y me llevé a la espalda a mi hijo que tiene 15 meses y pesa ¡15 kilos!

La verdad que lo de las mochilas es gran invento para planes como este. Un consejo, si el bebé es lo suficientemente grande, más o menos a partir de los 8 meses, para este tipo de caminatas es mejor llevarlos en la espalda que delante, más que nada para no acabar derrotada por el peso que se sobrelleva mejor detrás que delante.

La caminata se hace entre una y tres horas. Depende del ritmo que lleves. Nosotros tardamos tres pero porque parábamos para mirar las muchas cascadas, hacer un pequeño picnic (no hay nada dentro para comprar salvo agua y refrescos así que es mejor que llevéis un pequeño snack). También paramos en mitad del recorrido en un parque de columpios y toboganes que nos sirvieron a los padres como una gran excusa para descansar media hora. Lo que sí que hay es cuarto de baño. Imprescindible con niños pequeños que siempre necesitan ir. Al menos las mías.

Cascada cola de caballo

Obviamente el parque puede hacerse en menos tiempo. Lo mejor, para mí y creo que para caso todo el mundo, es la cascada llamada cola de caballo que puedes ver incluso por dentro (te mojas un pelín por las inevitables salpicaduras. Para llegar al interior de la misma hay que bajar por unas escaleras excavadas en la gruta (justo ahí es donde es imposible bajar con un carrito salvo que sea de los que se quedan como un paragüas al ser plegados). Ahí tuve que superar mi angustia a los espacios pequeños y cerrados. Angustia que hubiera sido menor si no se hubiesen puesto de moda los selfies que provocan colas interminables...claro.

Recomendaciones para visitar el parque:

-Llevar ropa cómoda y en capas, especialmente en épocas como primavera que empiezas el recorrido con frío y acabas sudando

-Llevar un chubasquero de los que se pliegan totalmente y no ocupan nada para disfrutar del interior de la cascada de Cola de Caballo

-Llevar una mochila con snacks, agua...(aunque dentro puedes comprar pero ojo, ¡a dos euros la botella de 50cl!)

-Comprar en la entrada comida para las truchas. Dentro hay una piscifactoría que hará la delicia de los pequeños dándoles de comer. Y de los mayores. Es un espectáculo cómo saltan para comer.

-Si puedes ir en viernes, mejor que sábado o domingo ya que estos días suele haber muchísima más gente

-Si tienes hijos pequeños, bebés, mejor lleva una mochila de porteo para hacer la travesía sin cansarte.

-Puedes comer dentro del parque tu propia comida pero si prefieres hacerlo al salir tienes un restaurante con menú del día y precios bastante asequibles. También cerca del lugar, en el pueblo de Nuévalos, tienes varios restaurantes.

Para dormir

Nosotros optamos por hacerlo en el hotel del Monasterio que sigue una decoración basada en la regla benedictina de austeridad. Una decoración muy austera que no hace ni mucho menos desmerecedor de su encanto. Como tenemos 3 hijos optamos por una suite con dos habitaciones. Todas ellas tienen vistas al parque y en ellas puedes optar por pedir el desayuno de habitaciones. Os podréis imaginar qué gustazo si lo haces temprano con el sonido de los pájaros y del agua de las cascadas y antes de que empiece a entrar el público en el parque. Merece la pena madrugar aunque con niños eso no suele ser una elección sino la norma.

Comer en el hotel

Fantástica gastronomía. La única pega que les pongo y es por mi cruzada contra la obesidad infantil, es la manía que se tiene de elaborar unos menús llenos de carbohidratos. Al menos en este caso había posibilidad de elegir una crema de verduras entre los primeros, opción que tomamos y que se la zamparon. Pero, como digo, los menús infantiles me parecen, en general, una bomba calórica y con poco sentido: pasta de primero y nuggets de pollo de segundo, por ejemplo. ¿Y qué pasa con las verduras?

Como el lugar lo propiciaba le pedimos a las niñas una lubina que, aunque al principio rechazaron, después sí se comieron con sumo gusto. Otra cosa que no entiendo muy bien de los menús infantiles es que parecen elaborados para 3 niños en lugar de para uno. Al menos mis hijas jamás se los acaban. Si finalmente optáis por menú infantil y vuestro hijos no comen muchísimo, con uno para cada dos niños lo encuentro más que suficiente.

El Spa

Fue lo único que no pudimos disfrutar y me dio bastante pena porque no hay nada que me pueda gustar más que un spa (a mis hijas, también) y después un buen masaje. Pero estaba cerrado por obras de mantenimiento. No obstante que sepáis que es otro plan que podréis hacer.

Vuelta a Madrid con parada en Medinaceli

El domingo por la mañana sobre las 11 y después de un copioso y abundante desayuno dejamos el hotel y el Monasterio y decidimos parar en Medinaceli para conocerlo. Nos dio tiempo a ir a Misa que, por cierto, detrás de los bancos de los fieles y tras una verja puedes ver a las monjas de clausura que son, además, las que cantan en el coro de la iglesia. Medinaceli es otro pueblo de estos que tanto abundan en España en los que se respira la historia. Aquí supuestamente murió Almanzor. De aquí sale el título Ducal de la Casa de Medinaceli, una de las más grandes y con más títulos asociados con grandeza de España, junto a los Alba. Siempre fieles a la corona de Castilla, fue la reina Isabel la Católica en 1479 quién subió el titulo de condes a duques otorgándoles grandeza de España. Desde ese don de ducado otorgado por la reina Isabel y hasta hoy día ha habido veinte duques o duquesas de Medinaceli.