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“Tenemos el impulso casi automático de coger el teléfono cuando no sabemos qué hacer”

Tenemos a nuestro alcance y disposición la vida que miles de personas ajenas vuelcan en el teléfono. O mejor dicho, la proyección de una vida que, de antemano, se sabe irreal o magnificada

“Tenemos el impulso casi automático de coger el teléfono cuando no sabemos qué hacer”
“Tenemos el impulso casi automático de coger el teléfono cuando no sabemos qué hacer”larazon

Instagram se ha convertido en un escaparate para ver en vivo y en directo todos y cada uno de los detalles de su vida diaria. Qué desayunan, qué marcas, cómo se visten, pintan, por que lugares pasean etc. Está también el fenómeno de las que, además son madres y exponen día a día a sus hijos a todo tipo de publicidad. Todo con la intención de vender todo tipo de productos a cambio de la exposición más íntima de sus vidas y de las de sus hijos.

Es un fenómeno imparable. Facebook pero sobre todo Instagram se ha convertido en un escaparate para ver en vivo y en directo todos y cada uno de los detalles de la vida diaria de personas (sobre todo mujeres) que cuentan qué hacen día a día. Qué desayunan, qué marcas, cómo se visten, pintan, por que lugares pasean etc. Está también el fenómeno de las que, además son madres y exponen día a día a sus hijos a todo tipo de publicidad, su cara, sus nombres, sus formas de ser, a qué colegios van, qué deportes practican etc. Todo con la intención de vender todo tipo de productos a cambio de la exposición más íntima de sus vidas y de las de sus hijos.

Las redes sociales han convertido al usuario en ‘voyeur’, reduciendo su uso al de un mero espectador que consume contenido ajeno de forma pasiva, algo especialmente crítico entre los más jóvenes. En concreto, el 72% de los 500 usuarios mayores de 14 años confiesa utilizar Instagram de manera pasiva según un informe de GfK y Greven Medien. Según valora el experto en Social Media Jordi Cirach, “tenemos el impulso casi automático de coger el teléfono cuando no sabemos qué hacer”.

Cada día, en cualquier momento, “tenemos a nuestro alcance y disposición la vida que miles de personas ajenas vuelcan en el teléfono. O mejor dicho, la proyección de una vida que, de antemano, se sabe irreal o magnificada”, añade. De hecho, el uso del móvil como elemento de aislamiento ha cobrado importancia y son varias las marcas que no han dudado en posicionarse a favor de un uso responsable, más humano.

Millennials y móviles: entre la conexión y la desconexión

Según datos del estudio del IAB que ha analizado los hábitos de consumo en social media de los españoles, de las 24 horas del día pasamos 1 hora y 10 minutos viendo YouTube, 1 hora y 3 minutos en Facebook, 57 minutos en Instagram y 45 minutos en Twitter. La gran mayoría de las veces el usuario solo observa y apenas interactúa, pero el tiempo de exposición es, además, cada vez más largo.

Según el estudio elaborado por IKEA ‘¿Estamos hiperconectados?’, 1 de cada 3 personas mira el móvil más de 100 veces al día, lo que supone 1 vez cada 10 minutos sin contar las horas de sueño. Cifra que se multiplica en menores de 25 años, donde el 25% lo mira una media de 150 veces al día (1 vez cada 7 minutos).

No solo invertimos tiempo como observadores, sino que el móvil puede llegar a reducir la capacidad de concentración de su dueño. La Universidad de Austin (EEUU) estima que la capacidad cognitiva se reduce significativamente cuando un smartphone se encuentra en nuestro campo de visión, incluso apagado. De hecho, si está encima de la mesa pero con la pantalla hacia abajo, su sola presencia genera distracción y la persona focaliza de manera casi involuntaria su atención en él.

«El usuario invierte tiempo y recursos en proyectar una imagen con un objetivo: ser percibido como alguien especial»

Más allá de la sobre-exposición, Jordi Cirach pone énfasis en la delgada línea que separa el contenido real de lo que son “apariencias”. Las redes sociales se han convertido en las brasas perfectas para alimentar una nueva hoguera de las vanidades. Según el experto, “en realidad sabemos que esas vidas son falsas porque solo nos muestran la parte que les interesa mostrar. Pero nosotros también jugamos al mismo juego y nos vamos auto engañando unos a los otros en las redes sociales”.

En cualquier caso las redes nos han llevado a dejar de consumir nuestra vida para consumir otras. Jordi Cirach explica que “los jóvenes, que han crecido en ellas, saben perfectamente que son una proyección ‘irreal’ porque como usuarios, actualmente ellos se proyectan como una marca”. Sin embargo, la mayoría de usuarios muestra su felicidad, logros e interesantes vidas a través de las redes sociales lo que genera un consumo de contenidos ‘irreal’.

“Mostramos nuestra mejor cara y es entonces cuando aparece el ‘autoengaño’. El usuario invierte tiempo y recursos en proyectar una imagen con un objetivo: ser percibido por la comunidad como alguien especial. En realidad sabemos que es ‘falso’ pero es innegable comparar tu vida con las vidas que visualizamos de los demás. Es aquí cuando aparece la frustraciónconcluye Jordi Cirach.