Familia

Conocer otras culturas hace que abramos nuestra mente. Si lo hacemos desde pequeños, mucho mejor.

Conocer otras culturas hace que abramos nuestra mente. Si lo hacemos desde pequeños, mucho mejor.

Viajar en familia es toda una enseñanza en la vida/ Photo by Simon Rae on Unsplash
Viajar en familia es toda una enseñanza en la vida/ Photo by Simon Rae on Unsplashlarazon

A viajar también se aprende y si nos lo inculcan en la infancia con la mirada del auténtico viajero: ver, observar, aprender, no juzgar, tanto mejor para nuestro crecimiento personal.

Los padres de hoy día estamos más centrados en el aprendizaje de idiomas, deportes y habilidades emocionales, además del colegio. Sin embargo hay una parte de la educación muy importante que a veces se olvida yes la de educar viajando. A viajar también se aprende y si nos lo inculcan en la infancia con la mirada del auténtico viajero: ver, observar, aprender, no juzgar, tanto mejor para nuestro crecimiento personal. No todas las familias se lo pueden permitir pero también es cierto que no todos los viajes cuestan el mismo dinero. Hasta viajar un domingo al pueblo de al lado en coche o autobús o tren para admirar el arte que ahí puede haber es también una forma válida en la que puede aplicarse la enseñanza de la cultura que todo ello conlleva.

Gustavo Egusquiza, uno de los mejores periodistas españoles de viajes y también en consumo de lujo cree que “está claro que los viajes ayudan a desconectar de la rutina y el estrés, a vivir experiencias inolvidables, reencontrarse con uno mismo y a abrir la mente a otras realidades y culturas. Los niños, que no son ajenos a nada de esto, adquieren viajando nuevos valores y habilidades emocionales y sociales. Sin duda, poco a poco los menores a medida que van viajando toman un papel más crítico y reflexivo ante la vida, y ciertamente cuanto más conocen la profundidad de un viaje, más destapan la curiosidad y asientan los niveles de tolerancia, bases fundamentales para el “buen vivir” de nuestra sociedad.

Para Egusquiza, “la Paciencia y capacidad de adaptación, son dos virtudes que se refuerzan con el viajar, el niño las va absorbiendo a medida que aparecen experiencias viajeras, sean o no reconfortantes, porque finalmente en los viajes, por ejemplo, hay que tomar decisiones”. En ocasiones -explica- es conveniente permitir que los niños sientan que son parte del grupo, que tengan la facultad de decidir, por ejemplo, de adónde ir en un momento dado, o por dónde pasear; finalmente se están enfrentando a un proceso “medido” de toma de decisiones que va a fomentar la autodeterminación y se van a sentir por ello valorados. Por lo que concluiríamos que los viajes también pueden convertirse en una fuente de seguridad personal para los pequeños. Esto se traduce en que una aventura viajera, los pequeños pueden y deben participar del mismo desde el momento en que se planifica el viaje.

Un aspecto muy importante -señala Egusquiza- “es inculcarles el respeto hacia las normas, hacia tradiciones culturales, comidas exóticas, o incluso a todas las cosas que resulten “extrañas” para ellos, otros idiomas, otras religiones. Estos son mundos, que en cualquier caso, el niño va a percibir de una manera -sea la que sea- que contribuye a enriquecer su contenido emocional y su acervo cultural. Esto lo veo en los hijos de amigos y colegas, en el caso mismo de mi socio Hernando Reyes que como periodista de viajes se ha recorrido medio mundo muchas veces con sus dos hijas. Te puedo asegurar que la visión de la vida que ellas tienen es completamente diferente a la de los hijos de otras personas cercanas que no viajan tanto” -sostiene

La cultura y la historia de un lugar pueden ser presentadas de manera muy didáctica a los pequeños en aras de conseguir que se interesen por el pasado de los sitios, que empiecen a valorar el sentido medio ambiental de las cosas, los valores artísticos, las riquezas arquitectónicas, o la pureza de un simple paisaje -defiende el experto. “Expuestos como están a contenidos televisivos, aventuras de videojuegos y una publicidad que solamente exalta la “belleza” de todo, es necesario que los niños en los viajes redescubran escenarios, historias y aventuras de las que tengan una noción previa, y por supuesto, que siempre haya lugar para la sorpresa con los aspectos novedosos y las experiencias que ofrece un destino”.

Bien es sabido que “la educación empieza por casa” -apunta- “y yo no soy un experto en psicología infantil ni en pedagogía, pero soy miembro de una familia en la que se nos enseñó a respetar, a oír, a probar, a sacar conclusiones. Y muchas veces, con tus padres como modelo, sigues un sendero que vas labrando en tu vida hacia lo que realmente te interesa para cumplir tus objetivos y ser alguien pleno que sabe disfrutar con sentido responsable de lo que es un viaje con todo lo que él implique”.

Cierto es que se me ha calificado en mi carrera por ser un experto en asuntos, digamos del “buen vivir” -término que prefiero al del “experto en lujo”-, y esa pasión por la sutileza y por la simplicidad de las cosas la aprendí en casa. Creo que ese es un buen comienzo para que los menores entiendan que el lujo está precisamente ahí: en los pequeños detalles, y no en la opulencia, el brillo , la ostentación o el valor social de una marca bien posicionada. El gusto también se educa viajando.

Para un niño-continúa- “probablemente es inmensamente emocionante dormir en un glamping, observar las estrellas, acercarse a los misterios de la naturaleza y de los animales; descubrir cosas por sí solo en un ambiente natural. Te diría que esto puede ser mucho más satisfactorio para él que dormir en un 5 estrellas GL, sin embargo si el bolsillo lo permite, el niño debe tener la oportunidad de vivir diferentes experiencias, diferentes tipos de viaje, y por su puesto, exponerse a otras cultura”.

Hay hoteles que no reciben niños, otros en los que impera el silencio, otros erigidos en medio de construcciones históricas... sin embargo para Egisquinza Esto no debe ser un obstáculo: “desde la infancia el abanico de lo que ofrece el mundo del viajar debe ir calando poco a poco en la conciencia viajera de los más pequeños. El contacto con la naturaleza es importante, el saber cómo se ordeña una vaca, cómo se esquila una oveja o montarse en un caballo, son experiencias que no van a olvidar jamás. Y hay centros especializados en ello, donde a lo mejor se puede ir solamente durante el día; hoteles sostenibles y ecológicos donde la alimentación sana y el manejo que debemos dar al medio ambiente prima sobre cualquier cosa. Hace poco estuve en el Eco-retreat más lujoso de España en la Serranía de Ronda: La Donaira, un cortijo con muchas hectáreas donde todo, absolutamente todo es sostenible. Además con criadores de caballos lusitanos que doman con técnicas naturales; tienen un jardín de hierbas medicinales, la comida es completamente bio y ecológica, incluso los vinos que producen son ecológicos. Hay una absoluta devoción por la música y por el arte en el lugar, con uno de los spas más bonitos de España. En este sitio, los jóvenes pueden perfectamente adquirir conocimientos sobre todo esto que estoy mencionando para así ir poco a poco convirtiéndose en seres más responsables con el medio ambiente. Las experiencias que se viven en este lugar ratifican todo lo que he mencionado”, explica.

Además -añade- en la medida que los niños van ganando años, van siendo cada vez más conscientes de muchos bemoles que cuelgan de los viajes, el servicio por ejemplo o la parte gastronómica. No digo que a los niños haya que llevarlos a un restaurante premiado con estrella Micheín, digo que viajar educa y que educamos viajando. Luego van haciéndose mayores, y vienen los viajes lingüísticos o los voluntariados, pero eso es tema para otra entrevista- concluye.