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Así es la histórica capital de provincia gallega en la que el termómetro rozará hoy los 40º

Encadena jornadas de calor extremo mientras presume de termas e historia romana

Imagen de archivo de varias personas toman el sol a la orilla del Miño, en Orense larazon.

Cuando el calor aprieta en Galicia, hay un lugar que no sabe lo que significa la tregua: Ourense. La capital de la única provincia sin costa de la región se prepara para rozar hoy los 40 grados, según las previsiones de MeteoGalicia, convirtiéndose un día más en el horno del noroeste peninsular. Lejos de resignarse, la ciudad del Miño convierte su singular climatología en un rasgo de identidad más, como lo han hecho durante siglos las aguas termales que brotan en su subsuelo o los castros que aún resisten en sus colinas.

Según los datos oficiales, este martes se espera una temperatura máxima de 39° en la ciudad, superando a otras zonas habitualmente cálidas como O Barco de Valdeorras, que se quedará en los 36°.

El ascenso térmico viene impulsado por un anticiclón persistente al norte de la Península y la entrada de aire cálido africano, que mantendrá los cielos despejados en casi toda Galicia. La combinación de sol abrasador y vientos suaves de noreste convertirá a Ourense, una vez más, en la sartén de Galicia, justo antes de que la atmósfera empiece a mostrarse inestable a partir del jueves.

Aguas a 65 grados y calles a 39

Pocas ciudades pueden presumir de fuentes que brotan a 65 grados en pleno centro urbano. En Ourense, la fuente de As Burgas surge como uno de los símbolos más reconocibles de la ciudad, junto al Santo Cristo y el Puente Romano, y un un testimonio de su geografía volcánica subterránea.

A su alrededor, el agua termal fluye por la ciudad como una promesa de alivio, si bien hoy las piscinas termales de A Chavasqueira o Outariz serán más un oasis que un spa.

Aguas romanas a 60ºC: así son estas termas al aire libre en OurenseScannerTrip

Aunque pueda parecer una paradoja, esta ciudad de fuego y agua ha sabido fundir sus extremos para construir un relato propio. Desde la Praza Maior, única en Galicia por su inclinación, hasta el Pórtico del Paraíso de la Catedral, cuyas piedras aún conservan la policromía original, Ourense es una urbe que respira historia, misterio y una tenacidad propia de quien ha resistido los rigores de la meteorología, las invasiones y el olvido.

De capital sueva a capital del calor

La historia de Ourense está marcada por su carácter de encrucijada. Desde el Neolítico hasta hoy, la ciudad ha sido paso y refugio, campo de batalla y bastión. Los castros prerromanos de Beiro, Madrosende o Santomé fueron los primeros asentamientos, y con la llegada de los romanos en el siglo I se construyó el puente sobre el Miño que aún hoy sigue en pie y en uso. Ese fue el germen de la actual ciudad, consolidada por la guarnición que vigilaba desde la actual Plaza Mayor.

En el siglo V, con los suevos, Ourense llegó a ser corte regia, y más adelante sede episcopal de primer orden en el reino visigodo. El Renacimiento trajo nuevas calles, una catedral levantada piedra a piedra sobre los restos de templos anteriores, y un floreciente comercio de vino, del que aún quedan ecos en las tabernas del casco histórico.

Ya en época moderna, su designación como capital de provincia y la llegada del ferrocarril en el siglo XIX impulsaron el despegue urbano a ambas orillas del Miño. Hoy, Ourense mantiene ese legado en sus calles, donde el calor, más que un castigo, se ha integrado como un elemento natural.

Calor con historia, patrimonio y carácter

Mientras el resto de Galicia busca alivio en las rías o las brisas atlánticas, Ourense se enfrenta al calor como ha hecho siempre: con temple. Desde las fuentes termales que sirvieron de origen a la ciudad hasta las rebeliones irmandiñas que derrocaron castillos, pasando por su renacer decimonónico como centro ferroviario y comercial, la ciudad ha sabido imponerse a los elementos y reinventarse sin perder su identidad.

Hoy, bajo un cielo limpio y con el sol en todo lo alto, Ourense será la ciudad más calurosa de Galicia. Pero también una de las más vivas, con un pedacito de historia en cada esquina y una hospitalidad a prueba de termómetros. Porque aquí, donde hasta las piedras sufren por momentos el envite del calor, la vida no se detiene. Simplemente, se adapta.