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Gastronomía

Dónde hace check in Marcos Mistry... Al Mesón Sancho va a comer la ventresca de bonito; los salmonetes le gustan los de El Estrecho y los molletes, los del bar Fiesta

Dirige Marcos, en Gijón, pero es marbellí y en cuanto puede se escapa a su tierra para disfrutar de la tradición culinaria

Marcos Mistry Cedida

Juega con los productos de la tierra y, sin embargo, no hace una cocina asturiana, qué va, sino interpretaciones de recetas clásicas andaluzas. Más que nada, porque Mistry es marbellí. Dirige Marcos (restaurantemarcos.com), el restaurante en Gijón de Marcos Granda con un brillo rojo que bien merece un viaje. Sorprende comenzar un almuerzo aquí con un gazpacho o con su versión del ajo blanco de distintos frutos secos, porque, incluso, lo hace sedoso con pipas de girasol. También, con un sorbete de mango con pepino encurtido en vinagre de arroz, gel de albahaca y gazpacho de pimiento verde y jalapeño. En estos meses, dice, su culinaria es ligera y refrescante, y en ella destacan las frutas de hueso, los pescados azules (bonito, sardinas…), las quisquillas, muchos tomates y verduras: «Nos gusta contar una historia corta, pero intensa de cada plato, el porqué, que tenga sentido con algún momento de mi vida. Pasé mi infancia en Inglaterra y de niño siempre piensas en dulces, de ahí que uno de los postres sea uno inglés refrescante con ruibarbo, además de una interpretación del banoffe pie», cuenta Marcos, quien idea un solo menú en su versión corta (117) y larga (146).

Preguntado por un destino gastronómico al que le gustaría ir solo, escoge Casa Marcial (casamarcial.es), el tres estrellas Michelin de Nacho y Esther Manzano. El motivo es claro: «No he podido ir desde que estoy aquí e iré solo para estar tranquilo, inspirarme y disfrutar». Pero si un plato de verdad le hizo «explotar la cabeza» fue el sublime helado de leche reducida a la brasa con licuado de remolacha que tanto disfrutó en Etxebarri (asadoretxebarri.com) y que ejecutó Bittor Arginzoniz, el chef que susurra como nadie al fuego. Sin embargo, cuando le visitan sus amigos y familiares reserva en el Mesón Sancho, un restaurante de referencia en Gijón. En la parrilla de carbón descansan el chuletón de vacuno mayor, la paletilla de cordero, además de piezas de casquería y pescados. La oferta diaria depende de los productos que se encuentren en las rulas locales, siendo habitual el pixín, la lubina o el rubiel. Ahora, la ventresca de bonito es la reina, aunque obligado es probar la morcilla matachana, que queda como un paté para untar, las mollejas, las almejas al ajillo, cuya «salsa está para mojar una barra de pan. Es un restaurante de producto de calidad respetado», prosigue este apasionado del cantalupo: «Lo corto y me lo como en la playa de San Lorenzo», desvela.

De bares por Marbella

Y de Gijón nos traslada a su marbella natal, donde nos lleva con el paladar a Divinísimo, un pequeño bistró de cocina catalana regentado por Carme Batlle y Josep Antonio Soto. ¿El plato estrella? La quisquillas peladas y crudas con la cabeza y un aliño sencillo de aceite de oliva y sal. Otra parada obligada es Sauvage (sauvagerestaurant.es). Si no conocen el concepto de Dani Ortega, corran, porque «todo lo que hace es brutal», señala antes de ponernos como ejemplo las croquetas líquidas de gamba y atún. Ante una ensaladilla y unos salmonetitos fritos le pueden encontrar en El Estrecho, el bar más antiguo de Marbella. Los molletes tan típicos, como el de carne mechada, escoge los del bar Fiesta, en el mercado, donde comprar marisco y comerlo «in situ». Y de La Casita (@la_casita_marbella), cerca del puerto deportivo, se queda con el ahumado con carne adobada, huevo frito y mojo rojo. El antojo de espetos de sardinas lo sacia en El Zagal, uno de los clásicos del barrio de El Palo de Málaga, porque, promete, son los mejores: «Quien desee la esencia de Málaga en estado puro tiene que conocer este lugar tan auténtico», asegura. Como chiringuito, le agrada La Escollera, en el puerto pesquero de Estepona.