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Saúl Craviotto: "Es momento de remar todos a una»

Tras el aplazamiento de los JJ OO de Tokio, el bicampeón olímpico quiere volcarse en su labor como policía nacional en Asturias. Desde allí, destaca el trabajo de los cuerpos de seguridad en esta pandemia: «España es un país ejemplar. Nos estamos dejando el alma»

Saúl Craviotto, bicampeón olímpico de piragüismo.
Saúl Craviotto, bicampeón olímpico de piragüismo.La Razón

«Todos los días salgo con mi mujer y mis hijas a aplaudir. Como curiosidad, te contaré que tenemos un vecino, que debe de ser DJ, que nos pone el aplauso y luego estamos 50 minutos escuchando todo tipo de música. Esa unión que se está sintiendo es magnífica pese a la distancia». Saúl Craviotto Rivero (Lérida, 1984) es bicampeón olímpico y tricampeón mundial de piragüismo. Dentro de 128 días debería haber ondeado la bandera de España en los Juegos Olímpicos de Tokio, pero el coronavirus los ha arrancado del calendario como tantos otros eventos a nivel mundial. O sea, que él también se queda en casa.

Ha visto en esta sobrevenida decisión del Comité Olímpico Internacional (COI) una oportunidad. Policía nacional en ejercicio en Gijón (Asturias), el deportista se comunicó el pasado martes con sus superiores para transmitirles su mayor disponibilidad en días en los que, junto con nuestros sacrificados sanitarios, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado están entregados a la pandemia. El leridano tuvo que dejar de patrullar tras ganar el concurso culinario «Masterchef Celebrity» en 2017. «Es un poco peligroso que detenga a alguien y me diga que salgo en la tele», confesó por aquel entonces. Ahora, tras postularse para volver a primera fila con el mensaje «si necesitan hombres, que cuenten conmigo», Saúl sigue reservando los halagos para sus colegas del cuerpo: «Siempre me he sentido muy orgulloso de todos pero ahora aún más. En estos momentos, no tengo una labor de calle como policía, pero lo que ellos hacen es para quitarse el sombrero y siento un respeto profundísimo por mis compañeros de la Policía Nacional, Guardia Civil, policías locales, militares, y, por supuesto, sanitarios, que están al pie del cañón. Se están dejando la vida y poniéndose en riesgo».

Gijón, alaba en plural las inagotables labores solidarias de sus colegas, algunas viralizadas, como la de los miembros de la Unidad Militar de Emergencias (UME) llevando las bolsas de la compra a una anciana: «Me pone la piel de gallina ver esas acciones. Hay muchas imágenes de militares desinfectando las residencias, cosiendo mascarillas... Es espectacular cómo nos estamos uniendo y creo que esto saca lo mejor de cada uno. España es un país ejemplar, nos estamos dejando el alma». El trabajo de Saúl desde hace dos años se centra en dar charlas en las escuelas para advertir sobre las drogas o el alcohol a los jóvenes, un colectivo menos concienciado en los inicios de este confinamiento. «A ellos les diría que ahora todo lo demás es secundario, tenemos que centrarnos en las indicaciones sanitarias. Ya habrá tiempo para volver a la rutina y al día a día». ¿Y cómo lleva el encierro un deportista de élite? «Pues como el resto de españoles, con paciencia, con un poco de agobio, estrés y mucha preocupación por las noticias de fallecidos y gente infectada –reconoce–. Pero, por lo demás, bien, en casa siempre tenemos cosas que hacer: estamos aprovechando para hacer limpieza, recolocar cosasy haciendo caso de lo que se nos indica, que es la mejor forma de acabar con esto».

Horas de entrenamiento

Casado con la asturiana Celia García, técnico superior en Nutrición y Dietética, y padre de dos niñas, Valentina y Alejandra, de 5 y 2 años, respectivamente, se enfoca en la parte positiva del enclaustramiento: «Soy una persona que entrena muchas horas, muy atareado, estaba todo el día viajando. Entreno en Sevilla muchos periodos, también en Madrid, y ahora estoy todo el rato con ellas jugando, pintando, haciendo deberes...».

La realidad que nos desvela Saúl, condecorado en dos ocasiones con la Cruz Blanca al Mérito Policial, dista mucho de la inquietud con la que hace unos días vivía la ausencia de información sobre los que iban a ser sus cuartos Juegos: «Hasta el 24 de marzo que los aplazaron, estaba con agobio. Todas las noticias apuntaban a que los querían mantener en julio y agosto. Teníamos que estar en casa 15 días encerrados, luego se vio que la cosa iba para largo y, claro, los piragüistas, sin poder entrenar en agua, lo veíamos complicado. A ningún deportista nos agrada ejercitarnos en una colchoneta en el salón. Pero siempre tuve en cuenta que lo importante es la salud y, si no podía entrenar, me fastidiaba, como le ha pasado a cualquier trabajador o autónomo. Todos estamos sufriendo esta situación». Con 35 años y oficioso abanderado de nuestro país, estos Juegos eran muy especiales para él: «Con mi edad todo apunta a que la probabilidad que aguante otro ciclo más en un estado de forma idóneo es más baja, aunque lesiones no tengo y, bueno, eso es favorable... Afronto este año que tenemos por delante con mucha motivación, porque incluso cobra más sentido lo de ser abanderado. Me voy a dejar la piel junto a mis compañeros de deporte y los de otras disciplinas para darle una alegría al país». El bicampeón olímpico aparca valorar su excelso currículum y se limita a un «cuando me retire ya habrá tiempo para mirar atrás» mientras coloca su ambición en las metales que el equipo nacional puede traerse en Tokio 2021: «Hemos sufrido un mazazo pero hay que reinventarse y daremos el máximo. Estoy seguro de que vamos a hacer un gran papel. Vamos más motivados que nunca. Tenemos ganas de darle una alegría a España. Nos la merecemos». Además de dejarle sin unos juegos para los que lleva cuatro años preparándose, el Covid-19 también ha dado al traste con los viajes solidarios que cada año realiza junto a varias ONGs, con las que ha estado en Gambia, Mozambique o Madagascar: «Estas experiencias han sido espectaculares, me han ayudado a saber cómo funciona el mundo y valorar más las cosas, porque aquí en Europa vivimos en una burbuja. Este año no está la cosa para moverse demasiado. Pero lo haré cuando todo vuelva a la normalidad». Cuando le toca evaluar si el pueblo español está actuando con sensatez, responde generoso: «Quitando algún caso puntual, es solidario y ésta la mejor forma de salir adelante. Hay que remar todos a una y en la misma dirección».

Entre los que suman, le interrogo por esas empresas que se han reinventado para ayudar en esta emergencia sanitaria, como Puig o Cupra, dos de las marcas que le patrocinan, volcadas en la fabricación de hidroalcohólicos o mascarillas 3D: «Me honra ser imagen de unas marcas que hacen algo así. Cada uno tenemos algo que aportar». Para terminar, valora las generosas donaciones de muchos deportistas patrios: «Hacemos lo que tenemos que hacer, somos referentes para los jóvenes. Tenemos que ser más ejemplares que nunca dando consejos, animando. Que cada uno aporte lo que pueda».

Un campeón en el agua y en los fogones

La primera vez que le subieron a una piragua tenía solo dos años y empezó a ser internacional cuando era juvenil. Fue en 2008, con 22, cuando Saúl Craviotto ganó su primer oro en la prueba K2 500 en los Juegos Olímpicos de Pekín, en los que competía junto a Carlos Pérez Rial, y el segundo en los de Río de Janeiro 2016, donde su compañero era Cristian Toro, ex pareja de la periodista Irene Junquera. A estos dos metales sumaría una plata en Londres 2012 y un bronce en Río 2016. Además de sus éxitos olímpicos, el deportista catalán, cuyo padre, Manuel, también es un laureado piragüista, ha sido tres veces campeón del mundo, desde 2009 a 2011, campeonatos en los que ha logrado diez medallas. Además de sus logros en el piragüismo, el leridano se hizo famoso para el gran público en 2017 tras ganar el concurso culinario «Masterchef Celebrity».