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Las vacaciones pre-Covid de Alba Reche: «Esos días de piscina sin conocer el pudor»
Así lo afirma la responsable de la gira «Sobre Quimera», que viajará por distintas ciudades de España, cuidando todas las medidas de seguridad
«Me gustaría recordar el año exacto de la foto, pero mi memoria me lo impide. Por la estatura y la escala de nosotras, las de la foto, diría que podría ser el año 2006. Me rodean mi hermana y mis primas, de izquierda a derecha somos: Paula, yo (la del culo al aire; esa misma), Marina (mi hermana) y Claudia. Dos pares de hermanas, prácticamente las amistades de mi infancia, que han trascendido hasta ahora. Debo tener unos 8 años y aún no conocía la vergüenza de los cuerpos, como es visualmente evidente», nos explica la responsable de la gira «Sobre Quimera», que viajará por distintas ciudades de España, cuidando todas las medidas de seguridad.
Barcelona, Murcia, Sanlúcar de Barrameda o Granada son algunas de las afortunadas en tener una fecha ya programada entre agosto y septiembre. Regresamos a la tierna instantánea mientras Alba intenta retroceder a aquel verano: «Pasábamos casi todos los días en el campo y nos reuníamos toda la familia que no era poca. Recuerdo a mis abuelos y a mis tías entrar con bolsas de compra llenas de comida para tanta gente.
El abastecimiento era modo campamento de verano (risas). También veo de forma nítida cómo llegan mis primas en bañador con todas las muñecas posibles (a mí nunca me gustaron mucho, pero jugaba con ellas por la admiración que les tenía y el entusiasmo que les creaba vestir e inventar historias, bastante originales, a mi parecer). Recuerdo comer siempre melón, de postre. Ahora me río, pero hay que tener en cuenta que todavía tenía el paladar característico de los infantes, a los que no les gusta casi nada. Ni la sandía».
Cuando todo era especial
Aunque su habla es pausada, como el animal mitológico que da título a su trabajo, de su boca no sale solo una voz, también salen llamas. Por cierto, también lo hace de su pluma como pudimos comprobar en el magnífico prólogo que escribió para el ensayo «Mitos de la transgresión femenina (Berenice) de Alfredo Arias. «Si nos apetecía -prosigue viajando al pasado que la foto le ofrece-, podíamos pasar el día desnudas, en braguitas, correteando, bañándonos, jugando con los perros y coreografiando alguna canción de Caribe 2000 vestidas con bolsas de basura de colores para ser una verdaderas Pop Stars.
Ese año fue el último, supongo que por eso especial, en el que entro en la categoría niña». Asegura que el único romanticismo que cree aceptar sin ambages es el relativo a la infancia vivida y perdida, «y todo el mundo sabe de lo que hablo, porque todos hemos tenido una. Tanto es así, que a día de hoy me gusta rebuscar vídeos, fotos de desvergüenza y aleatoriedad cotidiana que mis padres tomaban con su primera cámara. Era el tiempo en que poseer una significaba algo especial. Creo que practico ese ejercicio de la memoria con la finalidad melancólica de encontrarme, décadas después; o con la intención de redescubrirme para no olvidar de dónde venimos y para saber quiénes somos».
La artista global, que también pinta y no descarta poder exponer cuando sienta que ha llegado el momento, concluye: «Ahora también me encuentro con el culo al aire, ¿serán los 20 los nuevos 10? No sé si tengo tantas preguntas como en aquel entonces, pero tengo bastante más respuestas de las que me gustaría y he pedido. Me fascina este verano que os comparto».
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