Crítica de cine

Berlusconi vuelve a creer en el «amor sincero»

Fotografía facilitada por la revista "Vanity Fair"de la portada de su próximo número, que protagonizan el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi, de casi 77 años de edad, junto a su actual novia, Francesca Pascale, de 28 años.
Fotografía facilitada por la revista "Vanity Fair"de la portada de su próximo número, que protagonizan el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi, de casi 77 años de edad, junto a su actual novia, Francesca Pascale, de 28 años.larazon

A sus casi 77 años y con dos separaciones a las espaldas, el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi confiesa que su actual novia, Francesca Pascale, de 28 años, le ha devuelto las ganas de creer en el "amor sincero"de las mujeres.

«Ella tiene la culpa», parece que dice él, sentado en un sillón, mientras la señala con el dedo índice de su mano derecha. El pulgar, enhiesto, enfatiza el gesto o invita a pensar en una pistola, depende de las interpretaciones. Sentada a su izquierda, sobre uno de los brazos del sillón, con las piernas cruzadas como les enseñan a las chicas de bien y con el brazo derecho apoyado en la espalda de su hombre, ella se ríe con la boca bien abierta, mostrando unos dientes blanquísimos, de anuncio. Son tan perfectos que proponen dos recorridos vitales: o la diosa Fortuna se posó en la boca de la joven cuando nació, o se ha gastado una pasta en dentistas y ortodoncistas. Con la mano izquierda se señala a sí misma, copiando la postura vertical del pulgar de su compañero. «Sí, soy yo la culpable», nos invita a pensar.

Él y ella se llevan 49 años de edad de diferencia, pero no les importa. Dicen que se quieren y, según comenta la muchacha, piensan en contraer matrimonio: «Voy a casarme con él». Él reconoce que está enamorado pero, por su pose, lo de un nuevo enlace matrimonial parece que no va con él. Ya lleva dos bodas a las espaldas y las rupturas en que han desembocado cada una, especialmente la segunda, le cuestan un riñón. Es de los tipos más ricos de su país y tiene dinero más que suficiente para los años que le quedan por vivir, que no pueden ser muchos, pues esta semana cumple 77 (el 29 de septiembre), pero tampoco es cuestión de dilapidar su fortuna en estos últimos compases o de irritar a los herederos.

«Era menor de edad cuando decidí que iba a por él», nos dice luego la chica. Vergüenza tiene poca, pero decisión no le falta: en diez años ha logrado que su propósito se haga realidad. Y eso que, aparentemente, su familia no veía con buenos ojos los sentimientos de la niña: «Mi madre me decía: "Yo también lo admiro, pero podría ser tu padre"». O incluso su abuelo, pero qué más da. «Cuando le conocí, le pregunté si podía dejarle el número de teléfono. Le pedí también el suyo. Él me dijo: "Eres despiadada". Era el 5 de octubre de 2006», recuerda la joven, quien relata que esperó a declararse porque estaba casado. Pero ahí la tenemos, al lado del hombre más poderoso del lugar, protagonista sin descanso de casi todo lo que ha pasado en su país durante los últimos 20 años. Ahí está, bromeando y posando para el fotógrafo en un momento duro para su hombre, mientras espera que el Senado decida si le expulsa por la última de sus condenas, motivada por un caso de corrupción.

«Ha estado a mi lado en los días difíciles de los últimos años. Me ha dado felicidad sin pedir nada a cambio. Me ha devuelto la fe en el verdadero amor de una mujer», comenta poco después. Parece que esta chica ha logrado que siente la cabeza. Olvidados quedan los días de locas fiestas nocturnas rodeado de hembras que bailaban semidesnudas. Más tarde, ella nos lo confirma: «Las mujeres se le echaban encima... Fue para él un momento de desencanto, de incapacidad para sentir verdadero amor. No fue fácil para mí. Nunca fui a esas fiestas porque sabía que no hubiera sido capaz de permanecer en silencio». Chica lista: no quiso ser una más del «bunga bunga», sino la amazona que descabalgaba al caballero. La primera señal llegó el día de Navidad de 2011, cuando él le puso un anillo con el que anunciaba lo hondo de sus intenciones. «Durante mucho tiempo, sólo se me permitía estar a su lado, tenía que compartirlo, y tuve que tragarme la píldora amarga», dice ella, dolida, lamentando los días en que no era la única ni podía hacer pública su relación. Luego ya fue otra cosa: «Mi amor se ganó la exclusividad y la felicidad de la que ahora disfruto».

Pero ahí no se detiene. No parará hasta el premio final: convertirse en su esposa. «Lo he cortejado, he hecho que se enamore y que se comprometa. Lo he hecho todo, y yo solita. Él sólo tiene que decir "sí"». Él parece que cederá cuando consiga finalmente el divorcio. Atrás quedan sus primeros impulsos, cuando sostenía que era «demasiado joven» y que él «no le podía dar lo que merecía».

Nuestros protagonistas, casi lo olvidaba, son reales. Tienen nombre y apellidos: Silvio Berlusconi y Francesca Pascale. Al primero lo conocen bien. De ella supimos por primera vez en diciembre del año pasado, cuando oficializaron su relación. Esta semana cuenta sus intimidades en la edición italiana de «Vanity Fair».