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«Cada página de Shakespeare es un combate de boxeo»
Jerónimo «Jero» García / Boxeador. El púgil muestra el mundo del ring en una serie que cada semana sube a la red
Su nombre es su diminutivo, «Jero». La vida le enseñó a pelear y él la convirtió en deporte. Las dieciséis cuerdas del cuadrilátero no son más duras que el combate que sostienen cada día los curritos de a pie. Y él lo sabe bien, que ha recorrido muchos barrios. Si en el ring jamás tuvo miedo, en la realidad, tampoco. Su próximo combate: «Luchadores», un programa que él mismo realiza, presenta y cuelga en Youtube y www.laescuelaboxeo.com.
–¿Qué es «Luchadores»?
–Es una ventana al boxeo para mostrar, a quien lo desee, lo que son los púgiles y su mundo desde dentro. Ahí aparecen promotores, periodistas, mánagers... También nos acercamos a los actores que han tenido que aprender boxeo y los famosos que practican este deporte por placer. Quiero llegar a toda la gente y que suba conmigo al ring , que esté a mi lado en la esquina.
–Se ha metido a periodista, vamos.
–Nunca seré un periodista, que es una carrera muy digna con un trabajo diario de años. En esa situación me encontraría incómodo. Yo lo que me siento es un comunicador entre la vida real y el boxeo.
–¿Para usted, qué es un luchador?
–El rebelde que batalla contra las tiranías que existen hoy en día en la política y en la sociedad; las personas que se sublevan contra ellas con un objetivo claro. Pero no rebelarse por rebelarse, sino levantarte para defender lo que es tuyo, para que no te pisen los que están arropados por la injusticia. Estaré con quien esté a mi lado en eso.
–¿El Estado del Bienestar ha perjudicado al boxeo?
–El boxeo fue perjudicado hace tiempo. En la época de la Transición se tomó el pugilismo por un deporte franquista porque era el segundo nacional. Después, los hipócritas nos han llevado a la ruina. Ellos abrazaron la bandera del odio contra los púgiles sin razón alguna, porque es un deporte olímpico. También nos han hecho daño los periódicos que prohíben hablar de boxeo porque lo consideran fascista. Ése es el ataque frontal que todavía estamos pagando. En todos los países de Europa, en los más ricos incluso, el boxeo es algo que roza la nobleza. Aquí, sin embargo, está hundido en el gueto.
–¿Qué tiranía no soporta?
–La política, porque, aparte de utilizar sus armas, también emplean las democráticas. Los hemos votado y, por eso, creen que ya pueden hacer lo que quieran, y no es así. Ahora existe una aristocracia política. Los políticos han creado su clase social y son intocables. Se han alejado del pueblo. Es vergonzoso que un ex presidente no sepa cuánto cuesta un café. A ellos les da igual vivir separados del pueblo, pero a nosotros, no, porque los votamos. Deberían bajar unos escalones, porque cada vez creemos menos en ellos. Han hundido nuestra fe.
–¿Qué siente al recibir un puñetazo?
–Una mezcla de dolor, rabia e ira contenida. Y, como en la vida, un golpe no duele igual al principio que al final.
–¿Por qué?
–A lo bueno estamos acostumbrados. Al principio duele más, pero el ser humano es un gran fajador. No es fácil vivir. Aunque a base de callo nos acostumbramos a lo malo.
–¿Qué nota al noquear a alguien?
–Es una satisfacción extraña. Sientes miedo por si le has hecho daño, pero a la vez estás satisfecho porque has hecho bien tu trabajo. A mí me da más miedo hacer daño que me lo hagan a mí.
–¿Qué golpea más fuerte, la derecha o la izquierda?
–Soy zurdo, que no quiere decir que sea de izquierdas, pero pego mejor con la izquierda. La fuerza está en la puntería más que en la contundencia. Pero ahora mismo, la izquierda y la derecha pegan igual.
–¿Qué nos ha dejado KO?
–El sistema político, que lo está haciendo muy mal. No tiene sentido pedirnos que nos apretemos los cinturones y que ellos no se recorten en nada. Tenemos el doble de políticos que otros países y con la mitad de habitantes. Si desaparecieran los políticos... no pasaría nada porque no se van a quedar sin trabajo. Ya ejercen otros oficios.
–¿Salimos de la crisis?
–A nivel macroeconómico, puede, pero yo vivo en un barrio de la periferia de Madrid donde lo único que se ha incrementado son las ratas por la cantidad de locales vacíos que existen. Todos los que dicen que mejora la economía, que vengan al barrio y que vean la tristeza que hay. La gente camina de manera distinta. Se ve hambre en los portales.
–Tres palabras sobre el boxeo.
–Constancia, sacrificio y trabajo. Son parecidas y van sobre lo mismo. Eso es lo que da este deporte. Trabajo. Pico y pala.
–¿Qué es lo más importante en el boxeo?
- El control. Hay que controlar. Primero, a ti mismo; luego, a tu rival. Después, el publico, el árbitro... pero lo más necesario es tu propio control.
–¿Qué siente por primera vez al subir a un cuadrilátero?
–Una mezcla de miedo y nervios que no te dejan pensar lo que ocurre alrededor. A veces no te acuerdas ni de lo que ha pasado en el cuadrilátero. Funcionas casi como una mecanización. Te centras en trabajar lo que has entrenado durante los meses anteriores. Después, cuando pasan más peleas, te das cuenta de dónde estás y disfrutas.
–¿Qué le parecen los filmes de Rocky?
–El primero es una obra maestra. Pero creo que la gran película de boxeo aún está por venir. Nuestra queja es que siempre se nos tacha de perdedores, de gente vinculada a la delincuencia y la maldad... aunque también es cierto que es el deporte que más películas tiene. Ningún otro llega ni siquiera a un tercio de las cintas que se han rodado sobre este deporte. Eso es porque el boxeo gusta a nivel audiovisual.
–Es actor y, además, le gusta interpretar a William Shakespeare.
–Eso es otro combate diferente. Me atrae la interpretación. Es uno de mis entretenimientos favoritos. No me considero actor, pero me divierto mucho actuando. Con Shakespeare tengo una lucha permanente. Me cuesta leerlo. Cada página de Shakespeare es una pelea de boxeo. Interpretarlo es increíble.
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