Bilbao
Diego Martín Etxebarría: «A Berlín me llevo de España hasta el Cola-Cao»
Profesión: director de orquesta.. Nació: en 1979, en Bilbao.. Por qué está aquí: va a dirigir dos óperas de Heinz Dittrich en la Staatsoper, en el Schiller Theatre de Berlín.
–Dirige en la Staatsoper. Vive en Berlín. ¿Un talento fugado?
–Me marché antes de la crisis. Me fui a Alemania para dirigir ópera.
–Hay que salir de España para prosperar en la música, la ciencia...
–Un músico no puede hacer nada quieto en un solo país. Hay que globalizarse. Pretendo ser un director global.
–¿Y por qué conviene quedarse?
–Por el clima y los afectos, en todo caso.
–¿Echa de menos la paella, el Athletic de Bilbao, el ruido, la chapuza...?
–El bacalao al pil pil y el tapeo con los amigos. Cada vez que vengo a España, vuelvo a Berlín con la maleta llena de jamón, chorizo, lomo, morcilla... Hasta el Cola-Cao me llevo.
–Los directores de orquesta ligan mucho, cuentan.
–La erótica del poder fascina a las mujeres. Yo tengo pareja desde hace mucho, no ligo nada. Mi mujer es cantante; la conocí dirigiéndola.
–Lleva una carrera internacional imparable. ¿Hasta dónde quiere llegar?
–Me conformo con una vida entera como director de orquesta. Parece fácil, pero es muy difícil.
–¿El director de orquesta es una buena metáfora del dictador?
–Quizá antaño. Antes se dirigía con la mano derecha y ahora hay que dirigir con mano izquierda. Hay que ser flexibles.
–¿La batuta tiene algo de símbolo fálico?
–Quizá sí. Más que para un anuncio de Viagra, da para uno de Red Bull.
–Viene de dirigir conciertos en Suiza. ¿Aprovechó para abrir una cuenta?
–Para comprar chocolate. Todavía no he ganado millones, pero espero hacerlo. Quisiera tener el dinero suficiente para no preocuparme por él.
–¿Qué baila en las discotecas?
–De todo. Hice baile de salón con mi mujer, la pena es que ahora no tengo tiempo. Me hubiera gustado ser Fred Astaire. Podría participar en «¡A bailar!», ¿por qué no?
–¿Qué sinfonía es España?
–La «Inacabada» de Schubert.
–¿Y qué opera le cuadra?
–«Payasos». Lo nuestro es cada vez más un circo.
–Qué duro vivir siempre en el trapecio...
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