Soria
El anfitrión soriano de los Mas
«La única vez que vino Artur con Helena estuvieron en mi casa», explica uno de los once habitantes que viven en el pueblo donde su esposa pasó largas temporadas de su infancia
Resulta harto complicado cruzarse con algún coche en la carretera que conduce hasta Fresno de Caracena, ya que en este pueblo soriano tan sólo residen once personas y, teniendo en cuenta que en estas fechas las temperaturas no suben de cero grados, no suelen salir a pasear ni a visitar a sus vecinos. Aun así, si por suerte te cruzas con alguno, no es de extrañar que su matrícula indique que los ocupantes vienen de Barcelona. Y es que la mayoría de los habitantes que pasaron por estas tierras que tan bien describía Antonio Machado en «Campos de Castilla» migraron hace años a tierras catalanas, aunque todavía conservan sus viviendas ya que encuentran en Fresno de Caracena la tranquilidad tan ausente en las grandes capitales. Éste fue el caso de Helena Rakosnik, quien pasó largas temporadas EN su infancia en esta localidad agrícola donde abundan los membrillos y los colmenares. «Es una mujer muy agradable, aunque hace bastante tiempo que no viene por aquí, estará ocupada. Quien sí viene a menudo, de hecho el pasado fin de semana estuvo aquí, es su hermana Gloria con su esposo, Jorge», explica a LA RAZÓN Quilino Castro, que lleva 82 años residiendo en Fresno de Caracena.
Una buena bronca
La casa de los Rakosnik es una de las cincuenta que aproximadamente tiene el pueblo, y una de las mejor conservadas. «Ahora están reformando los tejados, que estaban bastante viejos», analiza Quilino. Y es que allí esta familia es una de las leyendas más comentadas rivalizando con las de Bécquer. El abuelo materno de Helena, Rufo Tomé, que vivía en Santa María de Riaza, conoció a una mujer de Fresno de Caracena y se casó con ella. Ambos se instalaron en el pueblo de origen de ella y tuvieron dos hijas, Gloria y Helena (la madre de la esposa de Artur Mas). «La primera esposa de Rufo murió pronto y se casó en segundas nupcias con una mujer llamada Isabel, que aquí la conocían como ''la francesa'', pero no tuvieron más hijos. Gloria, que era monja, murió hace años y Helena vive en Barcelona y hace tiempo que no la vemos», comentan en el pueblo.
Los miembros de la familia de Rufo siempre fueron «los señoritos» de Fresno; «mientras otros trabajábamos en el campo ellos paseaban engalanados. Eran gente de bien», asegura Irene, otra lugareña. A pesar de sus exquisiteces, a las nietas de Rufo les encantaba recolectar membrillos, dar vueltas a la noria del abuelo, recoger nueces, vigilar la cosecha, ir al río a pescar cangrejos y también visitar el colmenar que ahora cuida Quilino, el hombre de confianza de los Rakosnik en Soria.
«Hace años en las colmenas se producía muchísima miel, pero ahora es una desgracia, tan sólo tengo dos cajones activos porque se han muerto la mayoría de las abejas», explica el anciano a este diario mientras abre el candando que permite el acceso al interior del recinto, próximo a la casa familiar. Tal es la confianza de los hermanos de Helena, y de la propia mujer de Mas, que, cuando alguno de ellos visita Fresno de Caracena, una de las paradas obligatorias es la casa de Castro y su esposa. «En el puente de los Santos, la hermana de Helena y su cuñado pasaron por mi casa y les regalé un saco de patatas, una barquilla de manzanas y vino del que yo hago en mi bodega», confiesa junto su esposa en la cocina de su vivienda mientras nos muestra una serie de fotografías antiguas de los habitantes de Fresno.
Aunque por temas laborales «hace más de tres años», según Quilino, que Helena no viene por aquí, la esposa del presidente Mas, en alguna ocasión, ha querido que visitara el paraje donde lo pasaba en grande. «Que yo recuerde, Artur, aquí sólo ha estado en el pueblo en una ocasión, y vino a mi casa. Nos llevamos bien, aunque si fuera ahora le echaría una buena bronca porque no es justo lo que está haciendo en Cataluña. Pedir la independencia es una vergüenza. Me gustó mucho lo que dijo Esperanza Aguirre de que España es un árbol con muchas ramas y no podemos romper ninguna» asevera indignado Quilino, mientras su esposa intenta quitarle hierro al asunto: «Cuando vino acudió a la iglesia para participar en la misa y quiso darnos la paz a todos. Es muy educado y buena persona y Helena a nosotros nos quiere mucho y es un orgullo. En Fresno de Caracena es muy querida».
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