Casa Real

El pantalón de la discordia

Doña Pilar y la Infanta Cristina durante la misa por Don Juan
Doña Pilar y la Infanta Cristina durante la misa por Don Juanlarazon

Es un buen antídoto contra la crisis. Entretiene a la mente y la aleja de los problemas terrenales oír y constatar los cometarios que generó Doña Pilar de Borbón, hermana mayor del Rey –al que nadie osa silbar, porque se lo ha ganado a pulso–, tras asistir a la misa por el centenario de Don Juan vestida con unos pantalones que algunos han tomado como irrespetuosa comodidad. ¡Qué no sabrá ella con respecto a su padre! Dejó a un lado el vetusto protocolo mantenido, eso sí, a partes iguales por Doña Letizia, nuestra siempre rigurosa Reina y por el nebuloso dos piezas gris de la Infanta Cristina. Su hermana, Elena, que ya va por libre, desentonó con una absurda combinación.

Perfecta, exacta y formal con su traje de chaqueta negro ribeteado en blanco, concurrió la Infanta Margarita. Un modelo «de toda la vida», auténtico todoterreno que igual sirve para una tarde taurina con el preceptivo clavelón en la solapita que para una boda poco exigente con las formas. Ocurrió con la de Luis Sartorius y Barbarita, la ex esposa de Emiliano Suárez Jr., el pasado jueves, donde algunas invitadas iban despistadas y buscaban la orientación de qué ponerse para no quedar ridículas, bien por exceso o por defecto. De ahí las consultas a Nati Abascal de varias inexpertas, ávidas por resolver semejante problemón. Con la que está cayendo, resulta entrañable que se ocupen, y hasta preocupen, de cosas aparentemente nimias, ligeras o casi frívolas.

Imprevisible

Doña Pilar pronto verá casada de nuevo a su ex nuera Mónica Martín-Luque, ya reconciliada con Fernando Gómez-Acebo, más conocido como «Coque» entre sus íntimos y cofrades. Le ha perdonado, pero no olvida lo que muchas toman por inconstancia cuasi juvenil del hijo de la Infanta, que ha hecho siempre acopio de pifias y excesos –como el de llevar en su limpiaparabrisas un cartelón en el que identificaba a su coche como de la flota de la Casa Real para que se le permitiese aparcar sin ningún impedimento–. Mereció un castigo o reprimenda, más que aquel coro de palmeadores que alababan esa «agudeza».

De vuelta a la indumentaria de su madre en una jornada tan solemne, hay que destacar que siempre ha sido una mujer imprevisible y quiero suponer que todo obedece a un intento de desacralizar la habitual corrección palaciega, quizá acentuada por Letizia y su inocuo collarcito de perlas, un «look» que no compromete nada a fuerza de ser discreto y «clasicorro». Ana de Francia, duquesa de Calabria, llevó una vestusta maxi falda que casi le rozaba el tobillo. Poco dice de la alta costura gala, que, aunque de capa caída, sigue siendo un modo de ataviarse sólo reservado a la élite. ¡Que nadie mee fuera del tiesto! ¡Ah! Y que Nati ponga una asesoría bien retribuida, porque pocos como ella saben cómo mimetizarse con el medio.