Ocio

Gente

Esperanza Ridruejo, la última gran dama de la jet set española

Más conocida como Pitita, falleció ayer en su casa de Madrid, a los 88 años. Hoy será enterrada en Soria, junto a su marido, como era su última voluntad.

Pitita Ridruejo encarnó la elegancia de un Madrid que ya se fue
Pitita Ridruejo encarnó la elegancia de un Madrid que ya se fuelarazon

Más conocida como Pitita, falleció ayer en su casa de Madrid, a los 88 años. Hoy será enterrada en Soria, junto a su marido, como era su última voluntad.

Elegante, de una distinción a veces inquietante. Cultísima y muy viajada, ella ha sido la última de una generación irrepetible y símbolo de un saber estar que iba más allá del físico. Una señora en toda la palabra, igual que su difunto marido, el diplomático filipino Mike Stilianopoulos. Dos personalidades singulares: él, muy tímido, y ella, acaso excesivamente arrolladora con una sociedad actual que nunca entendió y de la que siempre estuvo distanciada. Encarnó la clase como ninguna otra e incluso físicamente superó a Cayetana de Alba sin tener ningun título nobiliario.. Madrid se queda sin personajes distinguidos y sobresalientes. Eso era Pitita, que tenía una facha aparentemente altiva y alejada que enseguida entibiaba con un carácter cálido, divertido y muy entrañable. Era la primera en reír cuando decía que vivía sobre el Corral de la Morería, ya que ocupaba el primer piso de este edificio del viejo Madrid cercano al Senado, que era de su propiedad. Fue una señora en toda la palabra en apoyo de los necesitados y habitual en el Rastrillo Nuevo Futuro. Encarnó lo que se fue –¡ay!– como ninguna otra.

Madrid se queda sin personajes y estilos sobresaliente. Era el caso de Pitita, la de facha aparentemente altiva, pero con un carácter divertido y entrañable que paseó por medio mundo porque su marido era diplomático y gracias a eso se hizo íntima de los Kennedy a los que llegó a albergar en su residencia madrileña hasta hacerse inseparable de Ethel, esposa de Robert F. Kennedy, a la que enseñó un año esa feria de abril ahora en pleno bullicio. La norteamericana no podía creer ese derroche de luminosidad y colorido.

Fuimos vecinos en el viejo Madrid, ella un tanto desfasada con unos sirvientes vestidos de calzón corto, parecían de película. Le encantaban las americanas de los 50. Lo mismo recordaba que Pat Kennedy fue a vivir a su casa de Marbella o que la princesa Margarita de Inglaterra se descolgó allí llevando de cola al fotógrafo Antony Armstrong-Jones que finalmente recibió su «Sí,quiero». Juntos e invitados por Carmen Ordóñez cuando era relaciones públicas de Air Maroc viajamos a Marrakech y a Pitita, conociendo su estatus, la sentaron a cenar con Hassan II. Alucinamos al descubrir cómo los camareros de La Mamunia en que nos alojaron iban uniformados de negro y que el forro de debajo del brazo estaba amarillo y descolorido. Pitita nunca lo entendió, tal descuido la desilusionó y prometió no volver a pisar el lujoso hotel.

Una hermosa historia de amor

Personaje imperecedero, supo mantenerse al margen de lo que empezó a privar en Madrid valorando más la posición económica que el prestigio social. Firme y contenta sobre el Café de Chinitas se hizo íntima de La Chunga, por entonces estrella del tablado, cuando este tipo de locales atraían a multitud de turismo. La muerte de su marido hace pocos años fue un golpe que nunca superó e hizo que se enclaustrara aún más de lo que estaba. Vivieron una hermosa e irrepetible historia de amor.

Lo cierto es que su físico tan interesante hizo que adelantase echándole dinero al vestuario para reforzar su carisma, con una cara de grandes trazos donde destacaba la nariz y las cejas. Esa fuerza facial hizo creer que era inalcanzable e irreal, impresión que causaba al primer golpe de vista y que enseguida se convertía en cordialidad y buen gusto. Encarnó como gran protagonista un Madrid conservador de pasado a pesar de su cercanía con el arsa y toma que insisto ella consideraba un traspiés en su exquisitez. Tras desaparecer Luis Quintanilla, Conde de Romanones, y Cayetana de Alba no imagino quiénes compondrán la «operación recambio» que recojan aires añejos, trajes de elegancia única y unas costumbres que parecen eternas.