Opinion
El diario de Amilibia: Después de las pulseras, collares
“No destaca Irene Montero en la alfombra roja de la pista central del circo como su coleguilla Yolanda Díaz, que cuando no va de Adolfo Domínguez, va de Purificación García”
No destaca Irene Montero en la alfombra roja de la pista central del circo como su coleguilla Yolanda Díaz, que cuando no va de Adolfo Domínguez, va de Purificación García, pura como una virgen con lirio blanco en su nueva aproximación a Garamendi; no, no es la Yoli, pero su alto sentido de la estética le lleva a destinar más de 3.000 pulseras para los excarcelados de su ley «sólo sí es sí» y así, dicen, evitar la rectificación. La marcha atrás no se lleva en la pasarela electoral, no sea que en mayo les caiga un rayo. Las ha puesto a disposición de los jueces que, al parecer, no parecen muy partidarios de convertirse en repartidores de bisutería, por muy controladora telemática que ésta sea. Dicen las lenguas viperinas que así, a base de pulseras, Irene trata de tapar sus vergüenzas legislativas. No entienden de moda.
Ahora es tendencia masculina llevar tiras de perlas adornando los varoniles cuellos: quedan muy bien debajo de las rústicas barbas oscurecidas y sobre prendas negras. Además, de esta forma se rompen los roles de género. O sea, joyas unisex, como el nombre que Alberto Garzón le ha puesto a su último hijo: Robin. Vale tanto para él como para ella, esto es, para un Robin Thicke (cantante) o un Robin Wright (actriz). Un nombre cuántico: masculino y femenino a la vez. Y si el niño, niña, niñe evoluciona como Dios manda, incluso podrá ser un moderno Robín de los Bosques, que saqueará la pasta a los ricos para dársela a los pobres en forma de hamburguesas veganas.
Así las cosas, no me extrañaría nada que, después de las pulseras, Irene optara por los collares de perlas telemáticos con el patrocinio de Majórica.
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