Gente

Filias y fobias

Carmen Lomana junto a Belén Junco y Beatriz de Orleáns
Carmen Lomana junto a Belén Junco y Beatriz de Orleánslarazon

Creo que me estoy volviendo una mujer protestona e intransigente, lo cual no me hace ninguna gracia. Siempre he sido tolerante, poco criticona y más bien cariñosa con la gente. Pues ahora estoy llena de fobias. Creo que ya les he comentado alguna vez que no soporto los besos sin ton ni son que te planta cualquiera. Es una moda absurda y poco higiénica. Dos besos en una fiesta de 100 personas son 200 sudorosos besos. En el caso de los hombres barbudos tienen el plus de pincharte y dejarte la piel como unos zorros y las mujeres te azotan con la melena en los mofletes y no hay «make up» que lo aguante. Por más que extiendo mi brazo para dar la mano es inútil: quieren dos besos. Cuando digo que besos no, me miran como pensando: «Esta tía es idiota». Pero me da absolutamente igual. Este síndrome siempre se desata en Marbella y sus saraos. Me encantan los alemanes e ingleses porque ni se les pasa por la cabeza besar a una persona cada vez que la ven. Yo no recuerdo que antes en España hubiese tanta efusividad. Esta mañana vi en televisión a la que será la nueva Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Ayuso, entrar en la sede del Parlamento autonómico dando dos besos a todo el que se encontraba en su camino y me pareció un horror. Lo lógico sería darles la mano.

Otra de mis fobias veraniegas son los aeropuertos. Esta semana he viajado sin parar por trabajo y he vuelto espantada de las hordas de turistas que todo lo invaden (incluida yo). Como no tenía nada más interesante que hacer me dediqué a observar. Me gustaría preguntar por qué la gente se calza las chanclas de goma como si directamente al bajar del avión fuesen a la playa. ¿Tanto cuesta ponerse mono? ¿Por qué se están perdiendo la elegancia y las formas? Unas camareras de mi hotel de Venecia me dieron las gracias por no bajar al comedor «vestida de turista». Esto denota el enorme sentido estético de los italianos en general y los venecianos en particular. Aunque fuese por respeto a la ciudad y su historia debería obligarse a los turistas a vestir de forma correcta.

Por fin he vuelto a mi casa de Marbella; en mi pequeño mundo me siento feliz escuchando la fuente y cuidando mis flores. No me gusta ser criticona y menos con las mujeres por eso de la sororidad, absurda palabra de moda. La idea de que todas debamos ser amigas o estar de acuerdo es tan absurda como la idea de que somos unas arpías que nos criticamos sin parar. Estuve hace dos días en Gijón, en el aniversario de un centro de belleza dirigido por una mujer de una valía y profesionalidad que me gustaría destacar. Cuando me siento solidaria con las mujeres pienso: ¿Y qué hago con las que no soporto? En ese momento me encuentro abducida por la duda... pero ahora me apetece decir que en la Gala del Cáncer su Presidenta nos echó un discurso de un personalismo y soberbia fuera de lugar, como si la fiesta fuese suya, sin ninguna sensibilidad con el maravilloso equipo que trabaja para ayudar a los enfermos, restando importancia al verdadero sentido de esa gala.