Gente
Fusión de culturas y belleza
Un atardecer de marzo, en Santiago del Teide, con un mar en calma bellísimo y temperatura perfecta. Llevo dos semanas que, por temas de trabajo, no salgo de nuestras queridas y bellísimas islas Canarias. Están siendo un descubrimiento para mí. No conocía Tenerife y me tiene enamorada, lo mismo me ocurrió con la isla de La Palma bien llamada «la isla bonita». Impresionante su arquitectura con balcones y miradores de madera que tanto se parecen a la Lima colonial. Calles adoquinadas con paredes de piedra oscura volcánica combinada y que contrastan con el blanco de sus fachadas. Otra maravilla es la Caldera de Taburiente, con un enorme y extenso cráter que está lleno de bosques de pinos y cascadas. A veces hacemos largos viajes buscando playas exóticas y belleza sin percatarnos de que en España tenemos estas islas maravillosas mucho más cerca y con unos servicios, hoteles y precios difíciles de encontrar en otros lugares.
Anoche tuve el honor de ser presidenta del jurado que elegirá a la reina del Carnaval de los Gigantes. Me hizo una enorme ilusión y también fue una gran responsabilidad para no equivocarnos en la elección. Desfilaron las candidatas con vestidos maravillosos, se valoró también la forma de moverse y lucirlos. Seguro que mi impulso sería premiar a todas para no desilusionar a ninguna. Sé lo importante que es para los habitantes de estas islas el carnaval. En la Península ya hace una semana que cerramos con el entierro de la sardina y el «miércoles de ceniza» y aquí no, aquí van de ciudad en ciudad para no pisarse el protagonismo alargándolo mucho más. Cuando estoy escribiendo sobre la enorme semejanza de nuestras Canarias con muchos lugares de Suramérica me viene a la memoria un maravilloso cuadro de la época del Virreinato de la escuela cuzqueña del Perú, que ha cedido temporalmente la familia Osma al Museo del Prado y que les recomiendo que no dejen de ver: «Matrimonios de Martín de Loyola con Beatriz Ñusta y de Juan de Borja con Lorenza Ñusta de Loyola». Es fantástico y mucho más fantástica la historia que cuenta.
Son los matrimonios de Martín de Loyola, sobrino nieto de San Ignacio de Loyola, con la princesa Inca Beatriz Clara Coya. En un lado del cuadro se contempla esta unión con toda su simbología y belleza de la indumentaria inca en la novia, y en el otro la boda de la hija mestiza de ambos, Ana María Lorenza de Loyola Coya con Juan Enrique de Borja, nieto de San Francisco de Borja. Este último matrimonio, ya en la corte del Imperio en España vestidos maravillosamente con ropa de corte. Dos matrimonios que se celebraron con varias décadas de diferencia y en dos lugares alejados el uno del otro, que nos muestran la fusión de culturas enlazando la descendencia real Incaica con la de los dos patriarcas de la Compañía de Jesús. Esta composición fue ideada por los Jesuitas de Cuzco. En los colegios de los Jesuitas se educaba a la élite nativa incaica. Es una obra pictórica preciosa que puedes estar contemplando largo tiempo y no te cansas de admirar. Muy interesante desde el punto de vista histórico, artístico e iconográfico. El mestizaje es una de las riquezas del Perú. Pizarro tuvo cuatro hijos con princesas incas. Los artistas mestizos estarían muy orgullosos de ver este cuadro colgado en el Prado donde tenemos muy poca representación del arte Virreinal.
Cuando visité Lima por primera vez recuerdo ir invitada por la familia Aliaga, la más antigua de la colonia, que seguían viviendo en su palacio desde hacia 400 años. Muestra fantástica de arquitectura colonial en la plaza de armas, al lado del Palacio de Pizarro. Visitar esa casa es introducirte en la historia del Virreinato y puedo asegurarles que emociona. No dejen de visitar esta maravillosa obra en la sala 16A del Museo del Prado.
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