Buenos Aires
Alma María: «Estoy tocada por una varita mágica»
La voz de «Los 3 sudamericanos»
Ya ven lo que es la vida: «Los 3 Sudamericanos» son historia de la música porque un día a la madre de Alma María se le ocurrió que los chicos (su hija y otros dos) grabaran un disco para regalárselo a su hermano, tío de Alma María, en el día de su cumpleaños, y ahí le largaron «Nochecita enamorada» y «Las mañanitas del rey David». Quiso el destino que pusieran la grabación en una emisora de Asunción, de que la oyera un productor argentino y éste les propusiera grabar en Buenos Aires.
–Pero antes de ir a Argentina tuvo que casarse con Johnny, el alma del trío, con perdón de su Alma...
–Sí, porque yo era menor, y no podía viajar sin tutor, madre, padre o marido. Elegí marido. Mi familia se oponía a que me casara con Johnny, que ya era muy popular en Paraguay y tenía fama de mujeriego. Pero al final cedieron.
–Y juntos siguen después de 54 años...
–Tiene especial mérito porque creo que es más difícil permanecer tanto tiempo casados cuando se trabaja juntos. Nos casamos muy enamorados, ésa es la clave. Yo pasé del colegio de monjas a ser mujer del donjuán y la voz de oro de Asunción. Fíjese qué cambio.
Alma María, la voz del trío, dice que Johnny la crió, «me enseñó todo lo que sé, a vestirme de artista, a estar delante de un micrófono, a maquillarme, incluso me llevaba a las tiendas a comprarme ropa interior...». Tuvo maestro y marido en una pieza. Llegaron a España en el 62 y enseguida conocieron el éxito. Hicieron giras por el mundo y en el 65 decidieron instalarse definitivamente en este país, que ya es el suyo.
–«Cartagenera», «Pulpa de Tamarindo», «Cuando salí de Cuba», «La felicidad», «Corazón contento», «Tómbola», «Me lo dijo Pérez», «Guantanamera», «Cuando calienta el sol»...¿Por qué gustaron tanto aquellas canciones? ¿Por qué se las siguen pidiendo hoy?
–Creamos un estilo que era grato para escuchar y bailar. Eran canciones muy pegadizas.
–Tuvieron tanto éxito que hasta pusieron un pub con actuaciones en directo, «La Vihuela», en Madrid.
–Funcionó muy bien durante 25 años. Aquel pub me enseñó muchas cosas, básicamente psicología. Allí aprendí a conocer a la gente y allí perdí la timidez. Porque yo era muy tímida.
Más de medio siglo de éxitos y la edad no les ha tirado a la cuneta: siguen en el tajo con giras por España, Argentina, Paraguay... «No nos hacen falta discos ni temas nuevos; la gente quiere nuestras canciones de siempre; hay artistas que reniegan de las canciones que les hicieron famosos, hacen otras nuevas y no pasa nada; tienen que volver a sus viejos éxitos», dice Alma María. Y sin apenas apoyo televisivo: «¿Adónde vamos a ir? Sólo queda María Teresa Campos, que nos llama de vez en cuando para ''Qué tiempo tan feliz''. Se lo agradecemos mucho».
–Cuénteme cómo se ve en el espejo...
–No me he hecho ni un solo estironcito. No represento la edad que tengo: yo me maquillo, me pongo mis taconazos, salgo al escenario y soy feliz, me encuentro bien. No vivo del físico, sino de la música. No me siento vieja ni jovencita, y no quiero aparentar la edad que no tengo.
–¿Lo peor de envejecer?
–Ves que queda menos tiempo, pero eso sucede desde que naces, ¿verdad? Lo peor es que se van marchando los amigos. Fue horroroso despedir a Luis Aguilé, a José Luis Uribarri... Es terrible ver que se van los de tu quinta.
No ha tenido que abandonar vicios. Dejó de fumar hace 25 años y sólo en alguna ocasión ha bebido por consejo médico un dedito de whisky seco para calentar la garganta. «Nunca un porro ni otras cosas». Tiene dos hijas y tres nietos. Lleva una vida tranquila: viajan menos y eligen las actuaciones. Le encanta lo que no hacía antes, cuando la vorágine: hacer la compra y limpiar a fondo la casa. Ve la tele, se aburre y escribe un diario desde los 18 años: «Tengo un armario lleno de dietarios; escribo la verdad, lo que siento, y no me importaría nada que los leyera Johnny».
–¿Ninguna frustración, algo que quiso ser y no fue?
–Nada, siempre quise ser artista. Y lo cierto es que nunca luché por serlo: nos vino todo rodado. He tenido la suerte de cara. Soy una mujer tocada por una varita mágica. Y el día que lo dejemos creo que no extrañaré el escenario. Haré otras cosas: veré más a mis hijas, a mis nietos...
Jamás quiso cantar sola. Le gusta más su voz de ahora que la de antes. Nunca fue una amargada. Es feliz. «Tengo donde caerme muerta –dice–, trabajamos mucho para no tener agobios». Le gustaría ver al Papa, «a lo mejor se acuerda de nosotros, de Argentina...». Y canta cada día «Gracias a la vida, que me ha dado tanto...».
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