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Desnudismo político
Hemos pasado del sexismo al sextremismo. Un largo camino que conduce de los desnudos de la revista «Interviú» a la exhibición públicamente despechada para «provocar» a poderosos como Putin o el ministro de Justicia, un cariacontecido Ruíz Gallardón solo ante el «streaking» en su escaño. Y aunque el equilibrismo de las «toplessas» en la barandilla del balcón del Hemiciclo permitía el chiste fácil, sin embargo, Gallardón musitó: «¿Sagrado, sagrado...?». Qué tiempos aquellos del destape cuando Susana Estrada, la musa de la Transición, recogió el premio por «Historia del streaptease» de manos del que sería alcalde de Madrid, Tierno Galván, con un pecho al aire. Quien fue calificado por Guerra de «víbora con cataratas» le dijo a la desnudista: «No vaya usted a enfriarse».
El desnudismo político de las chicas de Femen sigue la tradición del «streaking» practicado por hombres y alguna mujer en los grandes estadios. El juego consiste en desnudarse y correr por la hierba hasta que la Policía detiene al despelotado. Se busca la notoriedad del instante y su reflejo en la Prensa, como estas modernas proabortistas que enseñan el escaparate para denunciar al patriarcado opresor que legisla contra su derecho a autolegislarse y vivir a pecho descubierto. Como «Los Ángeles de Charlie», fueron creadas por Viktor Sviatski, quien las aleccionó para que protagonizaran las misiones más arriesgadas: dar el do de pecho en el Congreso de los diputados. Hasta este logro del «jápenin» revolucionario de andar por casa, las chicas de Femen tuvieron que rebelarse y «matar al padre», ese Charlie ucraniano que dominaba el gineceo de amazonas y las llamaba perras y zorras a la menor ocasión para estimularlas en la protesta y el sexo. Sin saberlo, han seguido la tradición de la disidente del cómic underground ruso Octobriana. ¡La fiera de mi niña se ha hecho «femenista»!
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