Estrasburgo
«Freakies» y ópera romántica
Esta semana he llegado a la triste conclusión de que somos un país de ladrones, pillos y sinvergüenzas y que nuestras instituciones no son más que el reflejo del tejido social que habita España... porque si no explíquenme ustedes cómo es posible que partidos políticos, clubs de fútbol, sindicatos, jueces y «freakies» varios con ducado incluido estén hasta las cejas de trincar lo que no les corresponde con todo tipo de triquiñuelas que no son capaces de justificar por mucho que se empeñen. Lo de Rosell en el fichaje de Neymar es de nota: este individuo ni se molesta en dar explicaciones, y el que le sustituye en el sillón del Barça, el señor Josep María Bartomeu, está supuestamente implicado exactamente igual por la «pequeña distracción» de 37 millones de euros, que para ellos debe de ser calderilla...
Y mientras eso sucede, leo que la Policía Municipal tiene órdenes de poner en cada turno un mínimo de 300 multas al día. Te pueden «rajar» en una esquina y jamás verás un policía, pero que no se te ocurra dejar una décima de segundo tu coche en doble fila porque ¡te vas a enterar! Y, como repliques, te cae otra por contestar a la autoridad. Yo que soy de buen carácter noto que últimamente ando revirada y mascullando improperios contra todo este panorama que nos rodea. Así que, como dicen que la música amansa a las fieras, decido ir a la ópera a relajarme y disfrutar de la belleza musical de «Tristán e Isolda» en el Teatro Real. Esta maravillosa obra de Wagner, difícil de representar, es densa, desgarrada y, a veces, asfixiante. Está basada en el romance de Godofredo de Estrasburgo (siglo XIII) –autor redescubierto con el auge de la poesía germánica medieval, que tuvo un gran impacto en los movimientos románticos del XIX–, en el que se narraba la historia de amor entre Tristán e Isolde, una princesa irlandesa destinada a casarse con el rey Mark de Cornualles, padre adoptivo de Tristán... El resto pueden imaginárselo... Pero el libreto, en estos casos, es lo de menos. La musicalidad de esta obra fue el comienzo del fin de la armonía convencional y abre las puertas a la música clásica del XX, siendo muy moderna para el momento y teniendo muchos problemas para su estreno el 10 de junio de 1865 en la Ópera de Múnich.
Otro evento que me alegró la vida fue el desayuno que organizó Mónica de Tomás en la peletería de Piedad de Diego, con un grupo de amigas blogueras, en el que disfrutamos probándonos maravillosas prendas, ligeras y calentitas, para estos días fríos de invierno. Y no me echen la bronca los que van de ecologistas con su doble moral. Porque yo pregunto: ¿de qué material están hechos los zapatos y bolsos que llevan? ¿Es que las vacas, los corderos o los pollos no tienen los mismos derechos que los visones criados en granjas? Pues eso. Un poco de coherencia y menos panfletos.
Recomendación: no se pierdan la peli «El lobo de Wall Street» ni la de «El médico»; yo ahora mismo me voy a merendar a Embassy y luego, al cine. Buen plan para un sábado.
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