Crítica de libros
Un viaje al pasado
El «look» de Carlos Floriano tiene un no sé qué muy difícil de explicar. Quizá sea la pose de autocomplaciencia o esa melena de rizo rebelde que tan orgulloso luce o ese pantalón con el cinturón bien «apretao» y de talle tan alto que casi roza el estereotipo de hombre de provincias de los años 50 recién llegado a la gran ciudad en busca de mejores oportunidades. Aun así, su nivel de autoconfianza en sí mismo es tan grande que estoy segura de que debe creerse un buen preceptor de tendencias en cuanto a estilo político se refiere.
l Cuestión de Estado
Cuida meticulosamente su imagen allá donde va, pero ni el elegante nudo, ni el cuello windsor de sus corbatas y camisas, ni sus jerseys de Ralph Laurent para los momentos sport, ni ese tornasolado bronceado que luce su piel pueden mitigar la falta de ese algo tan especial: el estilo.
l Por dentro y por fuera
La moda es un lenguaje y los políticos la utilizan a veces forzando el mensaje de «no te vistas para lo que eres sino para lo que quieres ser». Así, construyen arquetipos que ayudan a creer en lo increíble –o, al menos, durante algún tiempo– .
l Su estilo
El suyo está «demodé», caducado en el tiempo. El estilo se trata principalmentemente de una actitud; además del buen gusto, hay que saber estar y saber responder a cualquier circunstancia. De lo que Floriano no se ha dado cuenta es de que su estilo tiene la enorme capacidad de retroceder en el tiempo.
l Mi consejo
Si acepta que su imagen a la hora de vestir es anticuada, quizá encuentre una forma de mejorar en el futuro. No más cuellos de camisa italianos, ni corbatas con nudos de casi siete centímetros de ancho –¡por favor!–. Esos cuellos son para caras muy delgadas, de lo contrario engordan y achatan el rostro. Y es necesario un corte de pelo ya, porque la imagen de terrateniente de los 50 no le hace ningún favor. Dicho queda.
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