Mascotas

Lorenzo Fernández Bueno: «Mi perro no es comprado, es "adomprado""

El presentador es dueño de Mochi, «un bichón maltés con el que llevo casi ocho años y al que iba a llamar Shackleton pero no me dejaron».

Foto: Rubén Mondelo
Foto: Rubén Mondelolarazon

El presentador es dueño de Mochi, «un bichón maltés con el que llevo casi ocho años y al que iba a llamar shackleton pero no me dejaron».

Cementerios, castillos, casas encantadas, enclaves vampíricos, el lago Ness... el presentador de «99 lugares donde pasar miedo» se encuentra preparando nuevos programas y asegura que «el miedo puede ser apetecible si es de una forma controlada». En su programa vimos pasar escalofríos, entre otros, a personajes como Dani Rovira, Fernando Tejero, los ex triunfitos Ana Guerra y Roi Méndez... «este último fue el invitado que más miedo pasó... La verdad es que se las hicimos pasar canutas en Edimburgo cuando lo dejamos solo en la ciudad subterránea», comenta Fernandez Bueno. De igual modo que matiza que el que peor se lo hizo pasar a él fue Dani Rovira «porque es difícil asustar a alguien con la capacidad que tiene para hacerte reír constantemente». Estamos en su casa junto a Mochi, «un bichón maltés que lleva casi ocho años conmigo. Yo quería llamarlo Shackleton pero no me dejaron porque el nombre es más grande que el perro». Un animal que, según él, no es comprado ni adoptado, «sino ‘‘adomprado’’, porque él me eligió a mí, y además me acompaña a pasar miedo, pero no por aquello de que los perros detecten antes que los humanos los lugares siniestros por un sentido especial, porque, sinceramente, es como yo: un ‘‘canto roda’’. Tiene la «antena» rota, dice entre risas. De hecho, el autor de «La vampira de Venecia» (Editado por Berenice, con gran éxito), donde nos sumerge en la Europa del siglo XVIII y las misteriosas epidemias que acabaron con cientos de vidas, y que en su tiempo se atribuyeron al vampirismo, asegura que el miedo de un perro «casi siempre tiene forma de ser humano». No se sube a las camas ni a los sofás «porque nos respetamos nuestros espacios. Y no me extraña, ¡los suyos son mejores que los míos!», y cuando queremos conocer los lugares en los que más ha disfrutado Mochi, refiere que «le gusta ir a todas partes. Aunque, como a mí, le encanta la montaña. Una vez nos hicimos la ruta a Bulnes andando, en Picos de Europa. La gente, al cruzarse con nosotros, lo miraban y me decían: ‘‘Ten cuidado no se te vaya a despeñar el perro’’. Él levantaba la cabeza hacia mí y parecía decirme: ‘‘Diles que tengan cuidado ellos, que seguro que se van para abajo antes que yo’’». Lorenzo vibra cuando habla de su compañero canino: «Es pura emoción; en sus gestos, en sus miradas, en sus acciones, en su cariño. No hay un encuentro triste aunque hayan pasado dos segundos. Creo que es capaz de disfrutar de las alegrías y de percibir el dolor. Es increíble, pero cuando no me encuentro bien se pega a mí, da igual que sea verano con 45 grados, y me da calor. Aunque no es un calor físico, sino que reconforta». Mientras ambos juguetean con una pelota se pone serio y dice: «Tenemos una relación muy estrecha porque nos parecemos mucho. Es muy viajero. Siempre que hago la maleta me mete sus cosas para que no me olvide. ¿Que no tienen sentimientos? ¡Venga, hombre!», zanja.