Casas reales

Mette-Marit revela la pesadilla que supuso ser princesa

La futura reina de Noruega se vuelca con un proyecto personal donde confiesa sus duros comienzos como miembro de la familia real.

Imagen oficial de la futura reina de Noruega. Foto: Casa Real noruega
Imagen oficial de la futura reina de Noruega. Foto: Casa Real noruegalarazon

La futura reina de Noruega se vuelca con un proyecto personal donde confiesa sus duros comienzos como miembro de la familia real.

Después de que hace un año se conociese la noticia de que padecía fibrosis pulmonar crónica, la princesa de Noruega limitó su agenda a sus eventos y proyectos más exclusivos y de carácter personal. Hace una semana pudimos verla en el último, donde de la mano de Geir Gullik ha editado el libro «Patria y otras historias», en el que doce autores escriben sobre el significado de ser noruego. Una de las entrevistas que se pueden leer en él es a la propia heredera, quien se abre en canal y relata cómo fueron sus duros comienzos como princesa.

Y es que cuando se conoció hace casi dos décadas la relación entre Mette-Marit y Haakon, a los noruegos no les hizo ninguna gracia porque no la veían como la candidata ideal para convertirse algún día en su reina. No fue nada fácil para ella entrar a formar parte de la casa real, pues su polémico pasado y el hecho de tener un hijo de una relación anterior fueron motivos más que suficientes para las críticas y ataques. Sin embargo, Mette-Marit llegó a pedir publicamente perdón e hizo borrón y cuenta nueva para intentar convertirse en lo que se espera de una heredera. «Los primeros diez años intenté ser como pensé que debería ser una princesa heredera. Pero ahora ya no estoy demasiado preocupada con eso. Es importante vivir una vida que pueda defender y ser yo misma», confiesa en la entrevista al escritor. Hasta que después de una década el cambio en ella llegó y fue más que visible. Mette-Marit se liberó de la presión y dejó de darle tanta importancia a las apariencias y a las críticas. Los años le han dado fuerza y la confianza necesaria para recuperar su esencia y ser quien de verdad quiere ser. Y es precisamente ahora, después de casi veinte años siendo princesa cuando se siente bien en ese papel que ha amoldado a ella y no al revés.

Ira y tristeza

Atrás quedó su complicada infancia, de la que ella también ha hablado en alguna ocasión: «Crecí en una familia en la que de cara a la galería todo parecía feliz. Los que vivíamos en casa sabíamos que no era cierto», situación que desembocó en el divorcio de sus padres cuando tenía solo once años y que resultó ser muy traumático y le llevó a protagonizar actos de rebeldía durante su adolescencia, como raparse la cabeza cuando estaba en el instituto. «Cuando fui creciendo empecé a ver que algo de mi infancia no iba bien y que estaba pasando por una fase en la que tenía mucho dolor que se convirtió en ira y tristeza», sentimientos que tal y como declaraba logró superar cuando viajó a Australia antes de comenzar la universidad. «Hasta ese viaje, había sido la mujer más concienzuda del mundo, pero ya no pude más. No podía cumplir con las expectativas que otros tenían para mí. Siempre he sabido que no soy buena cuando la gente que espera mucho de mí».

Ahora Mette-Marit se ha ganado a pulso el corazón de la mayoría de noruegos a pesar de que sigue existiendo parte de esa rebeldía en ella y de que «no desempeño mi papel de la forma que muchos esperan que lo haga. Más bien, al contrario, creo».

De donde no ha desaparecido la futura reina de Noruega es de las redes sociales, donde se muestra de lo más natural compartiendo selfies y momentos con su familia con sus más de 226.000 seguidores. Así, durante el verano se la pudo ver disfrutando como una «royal» más en nuestro país, donde pasó unos días junto a los suyos en la playas de Ibiza y Formentera. Y es que a pesar de su enfermedad crónica, Mette-Marit es toda una aventurera y no hay nada que la pare, así lo demostró en agosto, cuando estuvo en Rallarvegen, un conocido parque con senderos ideales para ciclistas del que también disfrutó durante sus vacaciones.

Llevábamos sin verla desde la confirmación de su hija Ingrid Alexandra a finales de agosto y a la que también asistió Felipe VI, donde se mostró de lo más emocionada y orgullosa de su niña. Sus escasas apariciones públicas evidencian que la enfermedad ha supuesto para ella un cambio radical de vida y que ha aprendido a dejarla de lado siempre que lo considera importante, ya sea para disfrutar de su familia o de un proyecto que verdaderamente la apasione. Lo cierto es que la Mette-Marit de ahora, feliz, sonriente y fuerte, gusta mucho más.