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Raquel del Rosario desvela el trastorno que sufre su hijo, "el niño hada"

La ex cantante de El sueño de Morfeo confiesa cómo ha sido el duro camino hasta conocer el problema de su hijo y cómo lo afronta

Raquel del Rosario
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La ex cantante de El sueño de Morfeo confiesa cómo ha sido el duro camino hasta conocer el problema de su hijo y cómo lo afronta.

Raquel del Rosario lleva años alejada de los focos. Tras su ruptura con Fernando Alonso, la ex cantante de El sueño de Morfeo rehizo su vida junto al fotógrafo Pedro Castro, con el que ha tenido dos hijos. Ahora, Del Rosario ha decidido hacer pública la dura travesía durante los últimos años con su hijo Leo, al que llama "El niño hada".

En su blog "Planeta particular"en la revista Elle, del Rosario abre su corazón para narrar paso a paso su experiencia. La ex cantante confesó que "Leo no dijo ni una palabra hasta casi los cuatro años. Si, ese primer 'mami' se hizo mucho de rogar. Desde los dos años supe que Leo era diferente, le encantaba tumbarse bocarriba largos ratos ensimismado. Parecía estar viendo una película en el techo, a veces sonreía y parecía interactuar con algo. Me encantaba observarle, me imaginaba un montón de colores y seres mágicos a su alrededor jugando con él. A día de hoy, daría lo que fuera por estar unos minutos en su cabeza e intentar comprender su visión del mundo".

La pareja acudió al pediatra, que quiso quitarle importancia: "los niños bilingües suelen tardar más en hablar y no había nada preocupante en su comportamiento más allá de que 'estaba un poco en su mundo'". Cada niño es un mundo y lleva un ritmo de desarrollo diferente. Pero decidieron consultar a otros especialistas: "Le hicimos toda clase de pruebas auditivas para descartar algún nivel de sordera que pudiera estar condicionado el desarrollo del lenguaje, pero todo estaba bien".

Con el paso del tiempo les recomendaron un colegio específico y una valoración más exhaustiva con diferentes profesionales que determinarían que programa educativo sería el mejor para la estimulación necesaria en su caso: "Aún recuerdo el día que nos sentaron a Pedro y a mi para darnos los resultados, en medio de un ambiente dramático, con tono muy suave y unas palabras elegidas meticulosamente, nos dijeron que creían que lo mejor para Leo era entrar en el programa de niños con TEA (trastorno del espectro autista)", explica.

Lo que suponía un mazazo para la pareja, a Raquel le provocó "una sensación de alivio enorme. No porque alguien le hubiese puesto un nombre a lo que le pasaba a Leo, una 'etiqueta médica', sino porque supe que iba a empezar a trabajar con gente especializada y, sobre todo, que iba a relacionarse con niños que veían el mundo de una forma similar a como él lo hacía".

Del Rosario confesó que "una bruja buena me dijo una vez que Leo era un 'Niño Arco Iris', aunque él, un día agarró mi teléfono mientras le escribía un mensaje a Pedro y escribió algo que el autocorrector tradujo como "El niño hada", para luego darle a "enviar".

"Leo es un niño risueño, cariñoso, le encanta la naturaleza, cantar y montarse películas con sus juguetes. Puede trepar un árbol con la agilidad y precisión de un mono o hacerse un sandwich sin manchar nada en la cocina. Tiene una memoria fotográfica increíble y es estrictamente selectivo con las personas, a veces viene alguien a casa y lo ignora por completo, y otras, se acerca a una persona desconocida por la calle para saludarla, darle un abrazo o colocar la manita en su cara unos segundos".

A las dificultades para saber cómo afrontar el trastorno de su hijo, había que añadir a la gente de su entorno, menos familiarizada con el autismo: "Cuando escuchamos la palabra autismo (al igual que me pasaba a mí antes de hacer mi doctorado particular), todos pensamos en niños que no se sienten cómodos con más gente, que gritan en lugares públicos porque se agobian, que se valen de la agresividad para mitigar su frustración, que hacen gestos repetitivos para calmarse, que son hipersensibles a los ruidos... Y claro, nada de esto le sucede a Leo", aclara.

Asimismo, añade que el colegio "ha sido clave para Leo. Recuerdo cuando la logopeda, en la primera semana de clase, me dijo que estaba segura de que Leo iba a hablar y yo la miré incrédula. Ahora tiene un vocabulario amplio, aunque le cueste ordenar frases y no mezclar el inglés con el español, y cada día me sorprende con algún progresito que, por pequeño que sea, para mí es un mundo".

Para Raquel del Rosario lo más complicado es no poder comunicarse o hablar normalmente con su hijo: "A veces me siento desbordada, pidiendo perdón a dos de cada tres madres en el parque porque Leo no entiende de turnos, de que los juguetes tienen dueño y las cestas de picnic también. Soportando miradas y comentarios porque simplemente parece un niño maleducado que se frustra y patalea si le dices que no puede hacer algo. Sintiendo penita de esos niños que se le acercan y le dicen “Hola, ¿cómo te llamas? ¿jugamos juntos?”, y Leo a lo suyo, como quien oye llover".

A pesar de que vive días duros, en los que se hace todo tipo de preguntas y se siente profundamente frustrada, hay otros en los que "le miro y me doy cuenta del regalo que es, de todo los que ha venido a enseñarme y de que no lo cambiaría por nada del mundo. Sé que él me eligió porque sabía que haríamos un buen equipo, aunque a veces yo sienta que le estoy defraudando".

Finalmente, describe cómo es la relación entre los dos hermanos: "Leo y Mael son un regalo el uno para el otro, Leo le llama “baby” en vez de por su nombre, juegan y se pelean como cualquier hermano. Cuando se reencuentran en la puerta del colegio cada día, se abrazan y dan saltos de alegría, como si llevasen meses sin verse. Mael siente una admiración total hacia Leo e imita cada cosa que hace o dice, hacen un buen equipo".

"Y ésta es la historia del niño hada, el niño que ha venido a enseñarnos que el lenguaje del amor no entiende de palabras ni de idiomas, que existen otras formas de ver y percibir el mundo, que a menudo hay que soltar el control de las cosas para dejarlas ser, a su manera, y abrazarlas así, del modo que nos han sido dadas, agradecidos, y solo entonces descubrír el regalo que envuelven. Porque él no me eligió por casualidad", concluyó.