Valencia

«Yo nunca seré muy normal»

María Luisa MerloProfesión: actriz.Nació: en 1941, en Valencia.Por qué está aquí: interpreta la obra «100 m2» en el Teatro Lara (Madrid).

 
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-¿Usted compraría un piso magnífico, a buen precio, pero con el «inconveniente» de que su dueña ha de vivir en él hasta que se muera?
-Nunca compraría nada esperando a que alguien se muera. Hay que ser muy fría y calculadora para hacer algo así.

-Eso sucede en la obra «100 m2» que ahora interpreta...
-Y está basada en un hecho real. En París, hace mucho.

-Sara (Miriam Díaz-Aroca) se anima a comprarlo porque le dicen que Lola, la dueña, durará muy poco...
-Sí, porque Lola, mi personaje, fuma y bebe como una cosaca, ya le han operado tres veces del corazón y no hace caso al médico. Es muy bruta.

-Todo lo contrario que usted...
-Sí, yo lo dejo todo por la salud, soy muy obediente y disciplinada: no quiero dar el coñazo a mis hijos poniéndome enferma cada rato.

-Era hipocondríaca...
-Sí, lo dejé cuando entré en el mundo de la espiritualidad práctica, en la meditación. Vivía en las farmacias. Era por el miedo de los actores a ponernos malos y tener que suspender una función.

-Dejó el tabaco hace 11 años y ahora tiene que fumar en el escenario...
-Sí, pero el autor, Juan Carlos Rubio, me ha buscado en internet unos cigarrillos de hierbas sin nicotina. No quisiera volver a caer en el vicio.

-De todas formas, esperemos que nadie le delate...
-Esperemos. Eso de delatar a los que fuman está muy feo. Debería haber bares para fumadores y bares para no fumadores. ¿Es tan difícil?

-En fin, que Lola vende su piso a Sara...
-Sí, porque quiere morirse y necesita dinero para disfrutar a tope el tiempo que le queda. Está sola, como Sara, que la visita a menudo.

-Ya, para vigilar su inversión...
-Para pelearse con ella, porque son igual de brutas las dos. Se establece una relación muy fuerte. La obra nos dice que no conviene hacer muchos planes porque casi nada sale como lo teníamos previsto.

-Usted cambió los hombres por el ordenador. ¿Para bien?
-Sí, porque el ordenador lo puedes dejar cuando te dé la gana. Lo apagas y ya está. Los hombres no se pueden apagar.

-También me dice que ha aprendido a gastar menos de lo que gana...
-Sí, gracias a mi hijo Pedro, el productor, que nos ha enseñado a ser normales a toda la familia. Aunque yo no seré nunca muy normal.

-No sabe lo que se lo agradezco...