Afganistán

Cougar: cinco años de una herida abierta

El 16 de agosto de 2005, 17 militares morían al estrellarse su helicóptero en Afganistán. Aún hay demasiadas incógnitas 

Cougar: cinco años de una herida abierta
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Hoy se cumplen cinco años del siniestro en el que fallecieron 17 militares españoles en Afganistán al estrellarse el helicóptero Cougar en el que viajaban. Aquella mañana del dieciséis de agosto de 2005, nada hacía pensar que unas horas más tarde se produciría una de las mayores tragedias en la historia de las misiones de las Fuerzas Armadas en el exterior.

 

Como era habitual, a primera hora el capitán David Guitard, uno de los pilotos del Cougar, se había reunido con el teniente Navarro para detallarle las características del vuelo táctico que trasladaría a sus compañeros a la localidad de Shindand, al oeste del país. En la reunión se estableció que el Cougar viajaría junto a otro helicóptero, matrícula ET-651, a una altura de entre 50 y 60 pies –equivalente a entre 10 y 15 metros–, y se calificó el peligro de ataque en aquella zona como «medio».


Poco después de las doce y media de la mañana despegó la patrulla. Las dos aeronaves volaban en dirección sur a unos 200 metros de distancia entre ellas, siguiendo la ruta habitual de los meses anteriores. En mitad de las montañas rocosas de Herat, giraron a la izquierda para atravesar un río, manteniendo en todo momento el mínimo de altura establecido. Unos segundos les separaban. Viraron a la derecha, donde había una loma para poder aterrizar. En ese instante, Gregorio Peña, piloto del segundo aparato, preguntó al capitán Guitard: «¿Cómo va el viaje?». La respuesta del militar no ofrecía dudas: «Todo va cojonudo». Sin embargo, cuando la segunda aeronave giró a la derecha observaron una gran columna de humo procedente del Cougar.

 

El helicóptero español se había estrellado y con él sus diecisiete integrantes. El sargento Peña consiguió entonces asentar su helicóptero a unos 150 metros del Cougar, en mitad de un infierno de amasijos de hierro que ardían a más de 1.000 grados.


En febrero de 2007, el informe de la Comisión para la Investigación Técnica de Accidentes de Aeronaves Militares (Citaam) señaló que la aeronave había chocado contra el suelo con la rueda delantera, lo que a su vez hizo que se doblara su eje. El helicóptero ET-651 acudió rápidamente al lugar mientras notificaba por radio que se había producido un accidente. Sin embargo, otras versiones apuntan a que fue un ataque talibán y no un accidente lo que provocó el siniestro del Cougar. El mismo 16 de agosto, el mulá Dabullah, entonces jefe militar de los talibán, aseguró a Reuters haber derribado el aparato.

 

Los familiares de las víctimas denuncian que los soldados del otro helicóptero llamaron esa tarde a sus casas y reconocieron que habían sido atacados. Incluso el teniente Navarro declaró en julio de 2006 que los talibán habían atacado varias veces la zona del siniestro. Aunque inicialmente no se rechazó la posibilidad del ataque, el entonces ministro de Defensa, José Bono, declaró en marzo de este año que Dabullah era un «delincuente habitual» cuya declaración «no tenía el más mínimo fundamento».


Otra de las posibilidades fue la de un fallo mecánico. Sin embargo, el último informe pericial de abril de este año, lo descarta totalmente. Además, los expertos de la Citaam señalaron que el Cougar había pasado las revisiones reglamentarias y estaba en las condiciones adecuadas.


En julio de 2008 un juez militar decretó el archivo del caso. El padre del capitán Guitard lo recurrió por «irregularidades» en la investigación. Según explicó entonces Mariano Casado, secretario general de la Asociación Unificada de Militares Españoles y abogado de la familia Guitard, «querían cerrar el caso de cualquier manera por motivos políticos». Casado denunció entonces que todas las pruebas periciales y testificales se hicieron sin la presencia de la defensa y que no pudieron acceder a las diligencias hasta el final de la instrucción. 


El juicio se reabrió en junio de 2009 y el pasado mes de marzo llegó la esperada declaración del que fuera responsable de Defensa en agosto de 2005. Bono aseguró al Juzgado Togado número 11 que las causas del siniestro estaban «claras» y que no había dudas de que había sido un «accidente». A diferencia de lo que ocurrió en el caso del Yak-42, el presidente del Congreso no acudió en persona a los juzgados, sino que presentó una declaración escrita en la que apuntaba que «una maniobra agresiva», «un exceso de confianza» o «un hecho fortuito», entre otros, pudieron «producir un descuido» que acabó con la vida de los diecisiete soldados.

 

Además, Bono adjuntó varias cartas del entonces Jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad), Félix Sanz, en las que aseguraba que el capitán Guitard le comunicó que volarían a 50 ó 60 pies de altura, cuando «las fuerzas norteamericanas tienen ordenado volar siempre por encima de 300 pies». De este modo, el general Sánz certificaba que el oficial decidió volar seis veces por debajo de la altura recomendada. 


Sin embargo, el informe pericial que elaboraron un comandante de Infantería y otro de Artillería un mes después descartaba que el siniestro se debiera «a una negligencia o mala praxis de los pilotos», y señalaba que las aeronaves «no contaban con detectores de lanzamiento o de aproximación de misiles».


Hoy, cinco años después, las incógnitas sobre el siniestro del Cougar continúan mientras el recuerdo de los diecisiete militares fallecidos aún permanece en Afganistán.

 

Contradicciones de Defensa
El ex ministro de Defensa presentó en los juzgados varias cartas del entonces Jemad, Félix Sanz, y actual director del CNI. En una de ellas, a la que ha tenido acceso LA RAZÓN, Sanz solicita al teniente Navarro que recuerde los detalles de la reunión con el capitán Guitard antes de volar. Navarro asegura que habían acordado la ruta, la altura y la velocidad a seguir. Pero en su declaración del pasado uno de julio, el teniente Navarro afirmó que «no hubo briefing», sino «sólo una pequeña charla». A su regreso a España «alguien de Defensa, sin recordar quién» le instó para que dijera «algo del accidente». Tras una entrevista a un diario, el teniente se reunió con Bono, que le pidió «que no hablara más».