Nueva York

La «generación de la tele» por Lluís Fernández

Es cierto que la historia del cine recordará a Sidney Lumet por su brillante debut cinematográfico, «Doce hombres sin piedad» (1957) y media docena de títulos redondos, pero sólo por haber realizado «Veredicto final» (1982) hubiera entrado en el Olimpo de los elegidos.

La Razón
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En este drama judicial, Paul Newman realizó una de esas interpretaciones que pasan a la historia del cine, lo mismo que Al Pacino en dos películas de crítica al sistema policial que fueron «Serpico» (1973), un exitoso drama sobre la corrupción de la Policía de Nueva York, y «Tarde de perros» (1975).

El final de los años 70 fue su momento de esplendor. El éxito del espectacular drama sobre la televisión, medio que conocía muy bien por haber comenzado su carrera en la CBS, «Network. Un mundo implacable» (1976), le proporcionó a sus protagonistas tres Oscar. Sidney Lumet fue, además de un intelectual comprometido, un excelente director de actores.

En 1947 fundó una escuela de interpretación, la Off-Broadway, claramente opuesta al amanerado sistema del Actor's Studio. Quizá por ello, las interpretaciones de Marlon Brando y Anna Magnani en ese fiasco de Tennessee Williams que fue «Piel de serpiente» (1959) no fueron dignas de elogio. En su cine, es evidente la denuncia social y el compromiso político, aunque Lumet prefería plantearle al espectador una serie de dilemas morales que encarnaban unos personajes agobiados por la duda y la responsabilidad.

Esa complejidad psicológica y argumental es la marca de la llamada «Generación de la tele», formada por directores como Martin Ritt, Stanley Kramer y Arthur Penn, que triunfaron en las cadenas televisivas y después en el nuevo Hollywood de finales de los años 50 con planteamientos estéticos y políticos cercanos al New American Cinema, la Nouvelle Vague francesa y el Free Cinema inglés. Sidney Lumet nunca consiguió un Oscar al mejor director. En 2005, le concedieron el Oscar honorífico.