China
Maduración demográfica por Ramón TAMAMES
La ralentización del crecimiento poblacional en los países industrializados se conoce con el nombre de «maduración demográfica», que básicamente es imputable a la caída de la tasa media de fecundidad (hijos que como promedio tiene cada mujer a lo largo de su vida), por debajo del turno de reemplazo, que se sitúa entre 2,1 y 2,3. Así, la maduración tiende a estabilizar el stock demográfico de los países que llegan a esa situación.
Ese proceso no es ninguna desgracia. Sucede, simplemente, que la sociedad madura se ajusta al axioma de que con recursos finitos es imposible el crecimiento infinito. Además, si un día los efectos de la caída de la natalidad acaban haciéndose preocupantes, siempre cabe inducir una recuperación demográfica con toda una serie de incentivos.
Algunos países en vías de desarrollo (PVD) de Asia, África e Iberoamérica aún presentan tasas de natalidad superiores al turno de reemplazo, junto a un claro descenso de sus coeficientes de mortalidad. Todo lo cual se ve acompañado, de fuertes elevaciones de la esperanza de vida al nacer (EVN); con el crecimiento, pues, del stock demográfico. En esas áreas, la maduración está lejos.
Al respecto, será bueno recordar que en los países hoy más adelantados, la EVN en 1700 era de veinticinco años, casi como en tiempos del Imperio Romano. Pero en el 2010 ya se superaron ampliamente los ochenta años en naciones como Japón, las escandinavas, y también algunas mediterráneas (Francia, Italia y España).
En 2100 se llegará a una población mundial de 10.100 millones, mayor de lo esperado hace sólo una década. Y esa cota podría situarse más alta si en China se abandonara la política del hijo único; que por cierto, en 30 años, 1980-2010, resultó en una cifra de 400 millones de habitantes menos. Resumiendo: maduración es moderación, y viceversa.
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