Marbella

Durán subasta el coche de la emperatriz Soraya por Jesús Mariñas

Cayetana es la única que permanece fiel a Marbella
Cayetana es la única que permanece fiel a Marbellalarazon

Lita Trujillo asombró en la fiesta de Begoña y Pedro Trapote llegando casi hasta la mesa en su Rolls de 1975, magníficamente conservado, cual una carroza de perenne Cenicienta. No menos impresionante fue ver subastar el también Rolls que paseó a la ex emperatriz Soraya en su póstumo exilio marbellero. Durán acaba de vender su Silver Shadow II Four Door Saloon, azul pavo real, animal símbolo dinástico, con motor de ocho cilindros y matriculado en Francia en 1977. Su actual propietario lo había comprado a los herederos de la princesa de los ojos tristes a la que aquella Marbella rebautizó como S.S. Imperial Cune por cómo apuraba cualquier vino. Hacía los honores a Rioja, Ribera del Duero, Samontano y cuanto le pusieran por delante, con la mirada extraviada y rojiza por el exceso. El coche salió en 22.500 euros y no pasó de ahí, cuando estos modelos suelen subir hasta casi 30.000. Con él se va otra reliquia de lo que no volverá. En Marbella pasó Soraya sus últimos años con melancolía en sus ojos de un verde indefinible. Refugiada en las noches inacabables, pero también superadas por la crisis y el tripartito municipal, donde alternaba con Rotchilds, Antonio, la infatigable Lola Flores, los duques de Windsor y todo el clan Hohenlohe, alentador de esas salidas eternas. En aquellos tiempos, los Thyssen llegaron tarde y mal a Marbella, como Sean Connery, que salió disparado y cabreado porque le quitaron su acceso directo a la playa. Sólo Cayetana permanece fiel a su cada vez más breve visita estival, pero aquello ya son sombras nada más. Reflejo del ayer, destellos de tiempos mejores, signos de una opulencia perdida. Pura fantasmagoría de lo que entonces fue competencia a la Costa Azul o la más próxima Riviera. Tampoco mi añorado St. Tropez es lo que fue cuando en su puerto atracaba el «Arabella» de Von Karajan al lado de Tita Muñoz, amarres donde solía parar Fernández Tapias, que seguirá en secano porque no le entregan el yate a tiempo que ha encargado a unos astilleros norteños. Marcial Gómez Siquiera, antaño dueño de Sanitas, también vendió su ampulosa embarcación. Son marineros en tierra pero sin la lírica albertiana.