Bruselas

El PP hace de Rubalcaba y su pasado la diana del Gobierno

Santamaría estuvo a la altura en su primer careo con el vicepresidente. El dos de Zapatero acusa al PP de usar la táctica de los «delincuentes» 

La Razón
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La tribuna de prensa, a rebosar; los escaños, llenos; los fotógrafos, preparados para el disparo; los nuevos ministros, en busca de su escaño… El Parlamento recobra vida. El de ayer era el duelo más esperado; el cara a cara que venía a renovar el «espectáculo» mañanero de la sesión de control de los miércoles que hace meses que invitaba al sesteo. Los protagonistas no eran, esta vez, Zapatero y Rajoy, sino Rubalcaba y Sáenz de Santamaría. La portavoz popular había amagado con cantarle al vicepresidente primero las verdades del barquero que le cantarían los ciudadanos. No fue para tanto, pero mantuvo el tipo frente al político más sagaz y corrosivo que haya dado el Parlamento en los últimos 20 años. Santamaría dejó la artillería pesada para sus segundos. Fueron ellos, y no su jefa, quienes sacaron a pasear las obsesiones de otros (los GAL, las cloacas del Estado, las «X» de los faisanes y los 11-M).

Evitar la sal gorda
El todopoderoso Rubalcaba no entró en la sal gorda y esquivó los dardos más envenenados de una oposición deseosa de bucear en las hemerotecas, recobrar el pasado más oscuro y entrar en las faenas de otros tiempos, en el «felipismo»… Habrá tiempo y más partidos. El vicepresidente no quiso desgastarse en el primer asalto ni despeinarse el primer día. Hay quien dice que antes recupera él el pelo que el PP logre acorralarlo. Rubalcaba también administra sus tiempos y dosifica su verbo. «Ha quedado clara la estrategia del PP», diría Zapatero en los pasillos, consciente de que el objetivo ahora no es él, sino su segundo, que demostró en su debut parlamentario como vicepresidente que si el PP quiere noquearle va a necesitar más de una sesión de control y más de tres diputados.
Soraya Sáenz de Santamaría, que dominó la escena desde el primer día que se batió con De la Vega en sus cara a cara de los miércoles, estuvo a la altura, pero Rubalcaba es mucho Rubalcaba y su colmillo es mucho más retorcido que el de su predecesora. El caso es que la portavoz del PP eligió la congelación de las pensiones para interpelar al «ministro de todo», y echando mano de su función de portavoz y su formación de químico, le acusó de mentir a los pensionistas: «Deles cifras, excusas y explicaciones, pero hace falta mucho más que química para transformar la mentira en verdad», le dijo. Y su verdad es que ante las exigencias de Bruselas para controlar el gasto, el Ejecutivo optó por «hacerse el fuerte con los débiles», sin importarle que la medida fuera «injusta» y vulnerara el Pacto de Toledo.
Imagen de partido antisocial.

Tanto se han abrazado los populares a la justa causa de las pensiones que Rubalcaba les acusó de «intentar lavar su imagen de partido antisocial» pidiendo dejar sin efecto esa medida. «Son ustedes los adalides, los abanderados y los campeones de las políticas sociales cuando están en la oposición, pero cuando están en el Gobierno se olvidan. Los españoles no se olvidan de que ustedes se olvidan, por eso creen que es un partido profundamente antisocial».

«Triste epitafio de Zapatero»
 Así acabó la primera faena de la mañana. Hubo segunda y tercera. Porque de las pensiones de hoy regresó el PP a los gobiernos de ayer cuando su diputado Rafael Hernando definió al flamante vicepresidente como «el triste epitafio de un Zapatero que ha pasado del talante a la mentira y la involución» al elegir a un vicepresidente que «pagó el silencio de Amedo para tapar los GAL». Hernando hablaba de informes policiales, de mandos que «elaboran informes» contra dirigentes del PP y de un «Rubalcaba que pierde el pelo, pero no el vicio». El vicepresidente le acusó de «usar la táctica de los delincuentes» al atacar a la Policía para defenderse, y se dirigió a Rajoy para pedirle que piense si un partido que quiere volver a gobernar «puede defender a sus presuntos corruptos» con el ataque a las instituciones del Estado de Derecho.
Luego vino Ignacio Gil Lázaro a transitar por parecida senda a la de su colega, aunque él se ha especializado no en informes policiales, sino en chivatazos y faisanes. Era la vigésimo sexta pregunta que le hacían al ministro del Interior sobre el mismo asunto y también la vigésima sexta vez que le acusaba de ser, junto a Zapatero, «la X» de esta trama policial que avisó a ETA de algunas detenciones. «Su trayectoria le retrata, usted es el representante del "felipismo", un deudor de la democracia desde la jornada de reflexión de 2004», le dijo.

«Lo que dice figura en el diario de sesiones para siempre, para su oprobio y el de su grupo», le replicó Rubalcaba, quien invitó al diputado a seguir «insultándome y calumniándome, a mí y al Gobierno, pero sepa que lo hace también a muchos policías que se juegan la vida en el País Vasco». Todo esto ocurrió sin que el vicepresidente primero entrara en el cuerpo a cuerpo como sólo él sabe hacerlo. Tiempo al tiempo.

Por cierto, todo esto ocurrió en una sesión de control en la que Zapatero y Rajoy hicieron de teloneros de sus segundos con una interpelación sobre el empobrecimiento de los españoles, en la que se tiraron las cifras a la cabeza. Hablaban de la evolución de la economía y de la «renta per cápita». La versión de Rajoy es que hemos retrocedido a niveles de 2007. La de Zapatero, que estamos mejor que en 2004 y que hemos superado a Italia. El jefe de la oposición negó la mayor y le pidió al presidente que no congele las pensiones, que habilite ayudas para pymes y créditos ICO para los ayuntamientos. O cambian de tercio o seguirán de teloneros.

 Así acabó la primera faena de la mañana. Hubo segunda y tercera. Porque de las pensiones de hoy regresó el PP a los gobiernos de ayer cuando su diputado Rafael Hernando definió al flamante vicepresidente como «el triste epitafio de un Zapatero que ha pasado del talante a la mentira y la involución» al elegir a un vicepresidente que «pagó el silencio de Amedo para tapar los GAL». Hernando hablaba de informes policiales, de mandos que «elaboran informes» contra dirigentes del PP y de un «Rubalcaba que pierde el pelo, pero no el vicio». El vicepresidente le acusó de «usar la táctica de los delincuentes» al atacar a la Policía para defenderse, y se dirigió a Rajoy para pedirle que piense si un partido que quiere volver a gobernar «puede defender a sus presuntos corruptos» con el ataque a las instituciones del Estado de Derecho.

Luego vino Ignacio Gil Lázaro a transitar por parecida senda a la de su colega, aunque él se ha especializado no en informes policiales, sino en chivatazos y faisanes. Era la vigésimo sexta pregunta que le hacían al ministro del Interior sobre el mismo asunto y también la vigésima sexta vez que le acusaba de ser, junto a Zapatero, «la X» de esta trama policial que avisó a ETA de algunas detenciones. «Su trayectoria le retrata, usted es el representante del "felipismo", un deudor de la democracia desde la jornada de reflexión de 2004», le dijo.

«Lo que dice figura en el diario de sesiones para siempre, para su oprobio y el de su grupo», le replicó Rubalcaba, quien invitó al diputado a seguir «insultándome y calumniándome, a mí y al Gobierno, pero sepa que lo hace también a muchos policías que se juegan la vida en el País Vasco». Todo esto ocurrió sin que el vicepresidente primero entrara en el cuerpo a cuerpo como sólo él sabe hacerlo. Tiempo al tiempo.

Por cierto, todo esto ocurrió en una sesión de control en la que Zapatero y Rajoy hicieron de teloneros de sus segundos con una interpelación sobre el empobrecimiento de los españoles, en la que se tiraron las cifras a la cabeza. Hablaban de la evolución de la economía y de la «renta per cápita». La versión de Rajoy es que hemos retrocedido a niveles de 2007. La de Zapatero, que estamos mejor que en 2004 y que hemos superado a Italia. El jefe de la oposición negó la mayor y le pidió al presidente que no congele las pensiones, que habilite ayudas para pymes y créditos ICO para los ayuntamientos. O cambian de tercio o seguirán de teloneros.

Rajoy se apunta al iPad
Un hombre de este tiempo, un político en la vanguardia. Así se mostró ayer Rajoy en el Congreso, con un iPad bajo el brazo, para interpelar a Zapatero. Combinó el uso de papeles con la tableta informática para recordar los datos sobre la situación económica. En el mismo soporte lee la prensa, actualiza su agenda y contesta correos. Para que luego digan que el PP representa el pasado. ¿No era Zapatero el adalid de la innovación y las nuevas tecnologías?