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No hay crisis para la Mafia S A
Antes de que la Cosa Nostra siciliana acabara con su vida, la de su mujer y la de tres miembros de su escolta haciendo saltar por los aires su coche, el juez Giovanni Falcone, el gran héroe italiano de la lucha contra la mafia, dejó una frase de consuelo a sus compatriotas: «La mafia ha sido creada por el hombre y como todas las cosas creadas por el hombre tiene un inicio y tendrá también un final». Desde entonces, la gran pregunta que se hacen los italianos es: ¿cuándo llegará ese final? El momento, cuando menos, se antoja lejano. Muy lejano.
Esta semana la Asociación Nacional de Comerciantes y SOS Impresa, una institución creada por empresarios sicilianos hartos de que la criminalidad organizada les exigiesen el «pizzo», el impuesto que recaudan estos delincuentes, han presentado un demoledor informe anual en el que radiografían las actividades económicas de las mafias italianas.
Sumando los negocios de la Cosa Nostra siciliana, la Camorra napolitana, la ‘Ndrangheta calabresa, la Sacra Corona Unita de Puglia y las ramificaciones de estas cuatro organizaciones en el resto del país, se obtienen una cifras de vértigo que certifican que los criminales tienen en sus manos la principal empresa de Italia.
Según las estimaciones del documento, los mafiosos facturan alrededor de 140.000 millones de euros, obteniendo beneficios de 100.000 millones de euros. Cuentan, además, con una liquidez estimada de 65.000 millones de euros. Sólo sus actividades comerciales suponen un 7% del PIB del país. El estudio calcula que las empresas italianas sufren de manos de la mafia 1.300 delitos al día, lo que equivale a casi uno al minuto. Estiman que más de un millón de empresarios ha sido alguna vez víctima de estos crímenes.
«En algunas zonas de Italia, el Estado no es la principal autoridad. Las mafias son mucho más que simples organizaciones criminales porque son capaces de tener grandes conexiones con la política y con las instituciones. Gestionan una riqueza inmensa, de la que sólo un 20% se dedica a actividades criminales. El resto entra en la economía legal», advierte Francesco Forgione, ex presidente de la Comisión Antimafia del Parlamento italiano. De esta infiltración en el mundo empresarial viene un gran problema de transparencia que «no es sólo italiano, sino internacional, pues los grandes flujos de capital se mueven dentro de las miles de oportunidades que ofrece la globalización». En su opinión, las distintas organizaciones mafiosas, y en espacial la ‘Ndrangheta calabresa, tienen una estructura líquida: «Son como el agua, que no tiene forma pero se mete en todos sitios, penetrando en los pliegues de la sociedad».
Créditos «cosa nostra»
Lino Busà, presidente de SOS Impresa, utiliza otra imagen, la del camaleón: «Las organizaciones criminales han aprendido a mimetizarse, son camaleónicas. Algunas veces son violentas, en otros casos se insinúan en la economía hasta modificar los mecanismos lícitos y naturales.
En Roma se está produciendo una infiltración violenta, mientras que en otras ciudades no es así, pero hay igualmente una contaminación en la economía de mercado». Un ejemplo lo encontramos en el sector agroalimentario, donde las mafias funcionan ya casi en monopolio, lo que provoca un aumento en los precios finales de los productos del 30%. «Es una forma de prima de riesgo mafiosa», sostiene Busà.
«Estas cifras de negocio dan miedo», reconoce Enzo Ciconte, profesor de Historia de la Criminalidad Organizada en la Universidad Roma Tre. Advierte sin embargo de que no todos los indicadores son negativos, pues en los últimos tiempos se han producido detenciones de capos importantes y se han decomisado muchos de sus bienes.
«La parte empresarial de la mafia se ha visto beneficiada por la gran liquidez con que cuenta en este momento, lo que le ha permitido invertir en todos los negocios que ha querido», dice. La crisis ha supuesto una oportunidad estupenda. Ante la recesión y la restricción del crédito por parte de los bancos, 600.000 italianos, según algunas estimaciones, se han visto obligados a llamar a la puerta de los usureros para no irse a pique.
Las organizaciones criminales tienen en esta vía una enorme fuente de ganancias y de expansión: cobran intereses que oscilan entre el 120-240% anual, una cifra tan elevada que en la mayor parte de los casos se produce un impago y acaban quedándose con la empresa que les pidió un préstamo. El dueño, aunque nominalmente siga siéndolo, queda entonces reducido a un empleado más de los mafiosos.
Para darle la vuelta a esta situación, Ciconte propone una actuación en tres niveles. «Primero hay que acabar con la connivencia entre políticos y mafiosos. El segundo punto es acabar con un sistema económico que consiente a los empresarios mantener una relación con los criminales, pensando que sin reglas ganarán más. En tercer lugar hace falta un cambio de cultura, pues la educación es un arma fundamental». Cuando se tenga éxito con esta triple receta, se podrá vislumbrar el día augurado por Falcone en el que la mafia llegará a su final. «Hasta entonces, habrá que consultar a una pitonisa».
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