Castilla y León
Carlos Aganzo / poeta: «Sólo entiendo una felicidad: la presente El resto no existe»
El poeta ha publicado «Las flautas de los bárbaros», su sexto poemario, Premio ULE, que habla de «pérdidas y amenazas»
VALLADOLID- Ovidio asegura, en Tristia, que «el bárbaro aquí soy yo, porque nadie me entiende». Usted lo cita en el inicio de su último poemario, «Las flautas de los bárbaros». ¿El poeta, no se siente a veces así, un bárbaro?
– No. Baste recordar que «Hijos de la ira», de Dámaso Alonso, vendió sólo un centenar de ejemplares, y porque el autor estaba en la Feria del Libro. Una cosa son los libros que se venden y otra distinta el gusto o interés por la poesía. La vida está llena de ella. Forma parte de nuestras referencias. Sí me puedo sentir un poco como Ovidio al empeñarme en defender la cultura occidental. Porque vivimos años de abandono de lo clásico, de nuestros valores...
– Una de las frases más repetidas es esa que dice que se ha perdido la cultura del esfuerzo.
– Sí. Pero también se ha perdido la cultura de la excelencia. De los valores. De la mirada al pasado. Ahora parece que se quieren recuperar más horas de Lengua y Matemáticas en las aulas. Pero lo que viene de atrás nos ha llevado a tener generaciones enteras de analfabetos funcionales, que han llegado ya a la Universidad.
– Y la poesía, ¿vive con la inmediatez de estos tiempos?
– Sí. Pero cuando es buena tiene un sustrato cultural importantísimo, que no tiene por qué notarse. Yo no hago poesía culturalista. La poesía no es flor de un día. Viene de un árbol profundo. Grande. Nuestra cultura. Por mucho que el poeta quiera ser rupturista o experimental, no hace sino romper la poesía por donde la rompieron otros.
– Hablemos de su poemario.
– El libro abunda en ese segundo antes de la pérdida. El título procede de un verso de Li Qingzhao, quien viviendo en el esplendor y la riqueza avisa de la llegada de los bárbaros. El texto se sitúa así, en el momento en que sabes que algo vas a perder, pero aún lo conservas. Te aferras a ello con uñas y dientes. Saber que lo tienes te hace disfrutarlo más, lo que hemos de ligar al «carpe diem», en torno al que se sitúa el libro.
– Parece un pemario de pérdidas.
– Sí, pero también de amenazas, de barbaries. De deleitación del instante. De vivir sacando el mayor jugo posible a las cosas. El amor, la naturaleza... De la única felicidad que creo posible: la del presente.
– A pesar de que este libro nace del II Premio «Universidad de León», ¿no será usted de esos que reniegan de los premios?
– No (ríe). El mercado editorial de la poesía no existe y casi la única manera de publicar un libro es ganando un premio. Para mí, la poesía tiene parte de comunicación, y si no se publica, le falta algo al poema.
– No abandona la mitología...
– Supone un homenaje a Occidente. A lo que ya hablaban nuestros padres romanos y griegos. Cometemos los mismos errores y vivimos la misma decadencia que tuvieron ellos. Por muy rápidos que parezcan los tiempos actuales, no es algo que sea flor de un día. Si nos damos cuenta, está todo conectado. Es parte de lo mismo.
– La música es otra parada obligatoria en su poesía.
– Claro. Representa parte del misterio que quiero mantener. El no se qué que quedan balbuciendo, que diría San Juan de la Cruz. Para mí, la poesía debe tener música.
– Aunque, tengo entendido que trabaja en el silencio.
– Hay que apelar al silencio, para ver el sentido interior de las cosas. Estoy desarrollando con Ernesto Monsalve un montaje de poemas sobre esa música callada que es el silencio. Porque, todos los días el ruido confunde. Y todavía más a los que somos periodistas.
EN PRIMERA PERSONA
Carlos Aganzo es madrileño, aunque está muy ligado a Ávila -a la que dedica varios poemas- y Valladolid, dados sus oficios periodísticos. Este compendio pone el broche final a una trilogía que arrancó con «Caídos ángeles» y la premiada «Las voces encendidas», que ganó el Gil de Biedma en 2010.
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