Mahón
Mahón
El texto ha quedado tan lejano y escapado del tiempo, que mucho dudo que el himno a Mahón siga vivo en los sentimientos mahoneses. Se trata de una composición de principios del siglo XX, que en una reunión inolvidable rescataron del recuerdo Luis Alejandre y Antonio Mingote, teniente general y teniente coronel del Ejército, respectivamente. «Es Mahón/ culta y galante./ Tiene co-/ modidades de un pueblo importante./ Un salón/ donde va la mejor sociedad,/ y Juzgado de Primera Instancia/ y alumbrado de electricidad./ También tiene muchachas bonitas,/ tres boticas, dos cafés/ lindas avenidas con gratas aceras/ y el espléndido mar a sus pies/ pies, pies, pies». El autor de la letra no fue denunciado, ni detenido ni encarcelado, ni tirado al mar por una multitud indignada, lo que da a entender la gran calidad humana imperante entre los naturales de Mahón. El Mahón que yo conocí nada tiene que ver con el del himno. Su bahía cerrada y alargada es un milagro, y toda la avenida del puerto está encadenada de restaurantes. En uno de ellos, cuyo nombre no recuerdo, el propietario cantaba preciosas canciones menorquinas acompañado de una guitarra. Y sí, sobre dos suaves jorobas, a la luz del día, destacan dos edificios magníficos. La que fuera casa del Almirante Nelson y el Lazareto. La primera, ignoro a quién pertenece en la actualidad. El segundo, según me acabo de enterar, al Ministerio de Sanidad. En la isla del Lazareto, anclada en el centro de la bahía de Mahón, sólo pueden veranear funcionarios del Ministerio de Sanidad. Disfrutar de ella les está vedado a los mahoneses. Y a la isla del Lazareto, con sus playas privadas, robustos pinares y azules piscinas, se ha llevado la señora ministra de Sanidad, Leire Pajín, a sus padres a pasar unos días de vacaciones. Como detalle familiar, aplaudo y celebro el gesto de la señora Pajín. Algunos se han molestado por lo que interpretan un abuso por su parte, dado que los padres de doña Leire nada tienen que ver con el Ministerio de Sanidad, pero a mí, sinceramente, su posible arbitrariedad, me ha emocionado. La unión familiar me puede. De haberse llevado a un novio, o a su compañero sentimental, o a su pareja de hecho, no le faltaría a la señora ministra la aspereza de mi crítica negativa. Pero a los que se ha llevado es a los padres, y que la ministra de un Gobierno tan escasamente respetuoso con la unidad familiar lleve a cabo tan paternal imprudencia me abre las puertas de la emoción. Otra cosa es la pertinaz resistencia que Sanidad presenta a las muchas peticiones de abrir la isla del Lazareto al disfrute público. Se podría pactar una solución intermedia, respetando la propiedad y accediendo a los deseos de los mahoneses. Si hay ánimo de alcanzar un acuerdo, todo se andará. Pero no me traten a doña Leire con tanto desafecto por querer a sus padres. ¿Que podría haber invitado a sus progenitores a un hotel? De acuerdo. ¿Que podría haber elegido otro lugar del bellísimo litoral menorquín y no dar pábulo a chismes y rumores? De acuerdo. Pero a lo hecho, pecho, y nunca mejor escrito si es doña Leire la protagonista del hecho y del pecho. Escandalizarse por este tipo de tiquismiquis no lleva a ningun puerto sosegado. La familia, ante todo y sobre todo. Sólo un pero. El biquini marrón. No le sienta bien y le falta un buen trecho para ser decente. Y doña Mayte Iraola, la madre, que para eso están las madres, tendría que habérselo advertido. Quien bien te quiere te hará llorar.
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