Moda

Aguirre desconocía que Gallardón alquila Correos por Jesús MARIÑAS

La mexicana Adriana Abascal y su novio, Mathias Helleu
La mexicana Adriana Abascal y su novio, Mathias Helleularazon

¡Sorpresa, sorpresa! La presidenta madrileña mostró su extrañeza al enterarse de que Ruiz-Gallardón alquila el Palacio de Cibeles. Fue la otra mañana, en uno de sus habituales actos, cuando Esperanza Aguirre supo, gracias a este informador, que el antiguo edificio de Correos puede ser alquilado para eventos, bodas y banquetes. Lo hizo, hace poco, la firma Loewe para presentar su nueva fragancia, y también los de Qatar Airways. Aunque la auténtica reválida la pasará mañana por la noche, con la cena conmemorativa de los veinte años de los Premios Telva. Su aniversario rememora su primera edición, en la que descubrieron al entonces inédito, Gianni Versace. Recuerdo que su llegada causó mucho revuelo, ya que le acompañó su novio Antonio, y dejó boquiabiertas a las que Umbral denominaba «chicas Telva», que en ese momento encabezaba Covadonga O'Shea. Desde los inicios de estos galardones, las Infantas se convirtieron en hadas madrinas de la cita, que promueve la moda al igual que los recién entregados Premios Mango, en los que el fundador de la firma, Isaac Andic, se gasta una millonada. No sólo otorga 300.000 euros de premio, sino que también aloja a todos sus invitados, patrios e internacionales, en los mejores hoteles de Barcelona, como el lujoso Mandarín de María Reig, el Omm de Rosa Esteve o el Ritz de Joan Gaspart.
La noche de Telva será una pasarela inagotable. Madrid retomará su elegancia perdida. Como las noches memorables de hace tres años cuando Juan Villalonga bajó tres veces desde su habitación del Palace para animar a Adriana Abascal. Parecía que vivían en una eterna luna de miel, rematada por la ambición. Su nueva esposa no tiene la maquinada distinción de la mexicana.
Aquella primera noche, Galliano fue vestido de indio siux y Doña Cristina bizqueó ante sus trenzas. «¿Le cuesta mucho trabajo hacerse ese peinado?», le preguntó perpleja por el casi carnaval gibraltareño, entonces menos osado después de suceder a Dior. «Un par de horas, señora. Nada del otro mundo. Con otros atuendos me paso toda la tarde», le detalló mientras las paredes del hotel se resquebrajaban, tal como harían años más tarde ante la última aparición de Doña Elena y Jaime de Maricharal, como marido y mujer. Allí se vislumbró el principio del fin. Seguro que mañana ella tampoco lo olvidará, después de liberarse de una carga tan pesada. Y es que su ex sigue con la prepotencia, altivez y exigencias de cuando pertencía a la realeza.