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El caldero de Oriente Medio por Manuel Coma

La Razón
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Oriente Medio es una olla hirviendo que, si la presión sigue en aumento, tendrá que reventar por alguna o varias partes. El programa nuclear iraní es un candidato inminente, pero no menos grave es lo que pasa en Egipto, donde el parlamento, dominado por los islamistas, ha aprobado por unanimidad expulsar al embajador israelí y cortar las exportaciones de gas a la «entidad sionista», al mismo tiempo que apoya todas las formas de resistencia palestina. Es un estado práctico de guerra en su fase inicial, que puede hacerse más efectivo, por debajo de lo estrictamente bélico, cuando las elecciones presidenciales de finales de junio barran a los militares del poder, si se dejan. El dato de la unanimidad es tremendamente revelador, pues no deja de haber en la asamblea quienes piensan que esa política es disparatada, pero ya a estas alturas no se atreven a contradecirla.
Y luego está Siria, cuyo conflicto interno tiene toda clase de ramificaciones que se conectan con todo lo demás, llegando a Moscú y Pekín, que junto a Irán y el Hezbolá libanés apoyan activamente al régimen de Damasco. Éste acaba de anotarse un par de éxitos importantes. Tras el implacable bombardeo de un barrio de la ciudad de Homs, ha conseguido desbaratar la rebelión. Lo mismo, con no tanta resistencia, en Idlib. Pero las fuerzas opositoras, aunque desangradas, han sido capaces de retirarse, preservando sus ya escasas y además mermadas capacidades de combate, al precio de dejar a los civiles en manos de los represores.
Homs ha sido la más espectacular, pero la más pequeña y puramente suní Idlib era la esperanza de la creación de un santuario rebelde en un punto estratégico, junto al estrecho apéndice turco que desciende un trecho por el norte de la costa oriental del Mediterráneo. Las tropas de Asad van ahora a por otros núcleos de resistencia, a por la zona de Deraa, donde se inició la revuelta, junto a las fronteras con Jordania e Israel. La preparación con artillería pesada y el uso de blindados para el asalto les permiten economizar fuerzas de las que andan muy escasos, pues de la mayor parte del ejército no se fían. Con sus apoyos externos no tienen problemas de material bélico, mientras que las unidades que desertores y espontáneos han formado necesitan de todo. Si sus hermanos árabes no se comprometen, nadie estará dispuesto a dar el primer paso. Las dudas tienen su serio fundamento.