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José Antonio Marina: «La gran función de la inteligencia es dirigir bien nuestro comportamiento»

José Antonio Marina: «La gran función de la inteligencia es dirigir bien nuestro comportamiento»
José Antonio Marina: «La gran función de la inteligencia es dirigir bien nuestro comportamiento»larazon

Catedrático excedente de Filosofía en el Instituto madrileño de La Cabrera, doctor honoris causa por la Universidad Politécnica de Madrid, además de conferenciante, articulista y floricultor, es una de las mentes más brillantes de nuestro país. Y tal vez esa brillantez se debe a que es capaz de colocar en su sitio a todas esas inteligencias de las que nos habla en sus libros, la última, «La inteligencia ejecutiva» (Ariel).

-Pero, ¿cuántas inteligencias hay?
-Bueno, yo creo que la «Inteligencia ejecutiva» es la más importante. Las demás son fragmentos de inteligencia que necesitan a la ejecutiva para ser verdaderamente eficaces. Lo específico humano es que tiene que haber un director de orquesta. Y quien dirige toda la orquesta de nuestras ocurrencias, sentimientos, entusiasmos o depresiones es la inteligencia ejecutiva.

-¿Y quién se ha dado cuenta de esto?
-Pues es un descubrimiento, no de los psicólogos, sino de los neurólogos, que han percibido que el cerebro tiene una estructura muy jerárquica. La parte más sensorial del cerebro, la que se dedica a almacenar, que es la memoria, está muy al fondo, porque corresponde a los lóbulos más antiguos. Y la parte más moderna, la específicamente humana, corresponde a los lóbulos prefrontales y en el cerebro humano ocupa más de la tercera parte. Muchísimo más espacio que en el resto de los animales. Y ésa es la parte que se encarga de organizar todo lo demás, de acuerdo con las metas.

-En todo caso, además de esa inteligencia ejecutiva, estaría la inteligencia generadora, ¿no?
-La estructura básica de la inteligencia humana se podría dibujar en dos pisos. En uno estaría la inteligencia generadora, que produce continuamente ocurrencias emocionales, semánticas, ideas, recuerdos, y en el segundo la ejecutiva, que intenta poner un poco de orden en todo esto y que lo único que puede hacer, algunas veces, es dar órdenes a la inteligencia generadora.

-¿La emocional y la creativa estarían dentro de la inteligencia creadora?
-Sí. Y en el otro lado estaría la inteligencia ejecutiva, que es la que selecciona y mantiene los proyectos de las otras inteligencias, además de quien te indica el trabajo que tienes que tener para desarrollar lo que se propone desde la inteligencia creadora. Por ejemplo, si vas a escribir un artículo, es quien se encarga de decidir si el tema que se te ha ocurrido (inteligencia generadora) merece la pena y quien te dice que tienes que terminarlo en un tiempo determinado. Y vale para un artículo, para el comportamiento amoroso o para cualquier otra cosa. El criterio de decisión y de resolución es la inteligencia ejecutiva.

-Entonces, ¿por qué es más importante y completa la inteligencia ejecutiva que la generadora, que es de donde nacen las ideas y la creación?
-Pues porque la gran función de la inteligencia no es hacer obras de arte, no es sentir... La gran función de la inteligencia es dirigir bien nuestro comportamiento para resolver los problemas que tenemos.

-Los políticos no deben andar muy bien de inteligencia ejecutiva, porque no nos resuelven mucho...
-No, lo que sucede es que se equivocan en elegir las metas. La inteligencia de los políticos no debe ser resolver su problema dentro del partido o de su carrera personal, sino resolver el problema de los otros. Pueden ser muy inteligentes para lo suyo, pero unos fracasados para la sociedad. Como ejemplo tenemos a Napoleón, que desde el punto de vista individual es una de las grandísimas inteligencias que ha habido, lo que pasa es que escogió unas metas equivocadas y el producto de su reinado fueron cinco millones de muertos en guerra en Francia. De manera que, desde el punto de vista de la sociedad francesa, la de Napoleón era una inteligencia fracasada.

-Bueno, pero es que cuando hablamos de políticos lo que nos interesa es su inteligencia social, no la individual, ¿no?
-Y lo que demuestra que eligen mal sus metas es que cuando se hacen las encuestas del CIS y se pregunta a los españoles por los grandes problemas, lo que responden es en primer lugar el paro, en segundo la situación económica, y en tercero los políticos. Esto es una prueba clara del absoluto fracaso de la inteligencia política de estas personas, porque ellos, que tenían como tarea esencial resolver problemas, se han convertido en un problema.

-Pero ¿la inteligencia política no debería ser la más ejecutiva de todas?
-Nietzsche consideraba que la inteligencia política tenía que ser la más poderosa de todas, porque tenía que saber exactamente cómo coordinar todas las demás. Eso significaba que tenía clara cuál era la meta, que no era tanto la felicidad, como la autonomía de una nación. Y ese conocimiento de la meta les obligaba a ser sabios en ese sentido. Es decir, su meta no era el ejercicio del poder. Cuando el ejercicio del poder se convierte en el objetivo de la política, en vez de ser el poder el medio para conseguir fines nobles, se produce una distorsión de la política.

-Pues a lo mejor ha sido esa distorsión de la política lo que nos ha conducido hasta esta crisis y desastre que para algunos preludia una guerra mundial…
-No creo que la crisis derive en una guerra mundial. Yo pienso que al final quedará más bien en una ocasión perdida. Y te lo explico. Hemos vivido unos años de capitalismo desenfrenado que ha producido un alza del nivel de vida en grandes masas de la población. Cerca de dos mil millones de personas, fundamentalmente de algunos estados de la India, de China, de parte del sudeste asiático y de algunas naciones de Hispanoamérica, han mejorado sensiblemente su nivel de vida, además de haber aumentado cerca de mil millones la población. Es decir, que no sólo se han absorbido esos mil millones, sino que ha subido el nivel de vida, de la renta per cápita de otros dos mil millones. Pero, ¿qué ha pasado? Que eso ha llegado a un momento en que se ha visto colapsado por las propias dinámicas que estaban creando prosperidad. Ese colapso financiero –que estoy estudiando y que posiblemente sea el tema de mi próximo libro– se produce porque el dinero es una cosa muy rara.

-Es que no es más que un símbolo, ¿no?
-En realidad, el ser humano ha creado dos grandes sistemas simbólicos. Uno es el del lenguaje y otro el del dinero. El dinero funciona siempre como sistema simbólico y tiene un significante que es la moneda y un significado absolutamente volátil, que puede subir más, o subir menos, y que, en último término, puede no saberse dónde está, por ejemplo, en el momento en el que aparecen los derivados financieros. Los derivados financieros es un sistema que tiene un significante que remite a otro y a otro y, al final, no se sabe si hay nada. Pero mientras se están creando significantes sí tienen incidencia en la economía real; de manera que, aunque en el fondo no valen nada, mientras están sirviendo de sistema de pago, sirven para hacer un bloque de edificios. Esto, como dicen algunos economistas con mala uva, es el teorema del más tonto. Significa que todo funciona mientras haya alguien más tonto que te lo vaya a comprar y estalla cuando no hay nadie más tonto y el último tonto se lo tiene que quedar.

-A ese punto parece que hemos llegado. Millones de personas se están quedando en el paro, ¿no acabará habiendo una revuelta social?
-No, porque el sistema es mucho más fuerte de lo que creemos; entonces habrá sistemas de Seguridad Social, sistemas de apoyo a los parados, se bajará el nivel de vida, pero se acabará volviendo al punto de partida, que es lo que está pasando un poco en EE UU.

-¿Acabará reactivándose la economía?
-Se reactivará y nosotros no nos acordaremos de lo que pasó. Lo que más me preocupa es que no aprendamos nada de esto.


Personal e intransferible
La deliciosa lógica de José Antonio Marina me ha hecho llenar de margaritas las páginas de sus obras. Su excepcional clarividencia lleva formando parte de mi vida desde «Elogio y refutación del ingenio», su primer libro, que escribió hace veinte años y con el que, casi por sorpresa (iba a escribir la «Teoría de la inteligencia creadora» y «Elogio y refutación del ingenio» iba a ser sólo un ejemplo del libro), ganó el Premio Nacional de Ensayo. A partir de ese momento he ido leyendo, uno a uno, sus ¿41 libros? «O 42. No lo sé». Y no lo sabe porque no es un forzado de la escritura: «Yo hago muchas cosas, viajo, voy al cine, duermo mucho, disfruto de la vida... He llegado a la conclusión de que los demás trabajan poco». ¿No tendrá que ver con el esfuerzo? «Hombre, con el esfuerzo inteligente, es decir, cada uno tiene que saber exactamente cómo aprovechar mejor el tiempo». ¿Ése es el secreto de la felicidad? «El secreto de la felicidad es tener buena suerte y saber aprovecharla».


DE CERCA
Conversar con Marina es un placer que exige concentración. A él le sobra: «Me concentro con muchísima facilidad. A veces, María (su mujer) me dice que no quiere que le acompañe a algo porque estoy escribiendo, pero a mí me da igual. Yo dejo el asunto un rato y luego, sencillamente, lo retomo».