Francia
Carla Bruni tiene mucho que callar
La biografía no autorizada «Carla, una vida secreta» traza una demoledora imagen de la primera dama
Que a Carla Bruni le aburría la monogamia es un secreto a voces que ella misma se encargó de propagar extensamente antes de alargar su apellido con el patronímico Sarkozy, y, por las mismas, convertirse en la primera dama de Francia. Que, además, su lista de conquistas sentimentales, oficiales u oficiosas, está bien nutrida por estrellas del rock, personajes del «show-business», actores, intelectuales, políticos y rostros de los medios de comunicación tampoco parece ya ningún misterio. Ahora bien, sorprende descubrir que la «first lady» no sólo colecciona «ex», sino que, además, le gusta veranear con ellos. Y no por separado, sino bajo el mismo techo, que comparte con su marido y presidente. «Una humillación» para Nicolas Sarkozy que, sumada a una larga retahíla de anécdotas poco gloriosas sobre Bruni, queda recogida, y con por menores, en «Carla, una vida secreta» («Carla, une vie sècrete», Flammarion). Una biografía no autorizada en la que la periodista Besma Lahouri, que no peca de cortesana del poder precisamente, traza una semblanza algo demoledora de una mujer cuya imagen pública sería una auténtica impostura. «De lo que estoy segura es de que la Carla que ven los franceses no es la verdadera», aseguraba en una entrevista la autora de esta obra, en las librerías galas desde este miércoles y ya tan incómoda para la pareja presidencial.
Sobre el libro, el Elíseo ha dicho que estudia la posibilidad de emprender acciones legales. Sin más comentarios. Aunque es de imaginar que el capítulo estival no habrá sido especialmente del agrado del jefe del Estado, al que se retrata departiendo «amistosamente» en la residencia veraniega de los Bruni, en Cap Nègre, en la costa azul, junto a sus antecesores en el lecho conyugal: el actor suizo de origen español Vincent Pérez, el músico Louis Bertignac y el filósofo Raphaël Enthoven, a la sazón padre del pequeño Aurelien, único hijo de la cantante.
Y es que vivir con Carla Bruni, revela el libro, acarrea aceptar en el lote a toda la tribu de «ex». Numerosos y omnipresentes, en algunos casos. Aunque, según ella, todo se explica. «Yo no dejo del todo a las personas, porque tampoco estoy del todo con ellas. No tejo muchos lazos, pero cuando lo hago, los conservo», dice Bruni. Hasta el punto de querer mudarse, tras la muerte de su amigo Yves Saint Laurent, al dúplex de 700 metros cuadrados que éste ocupaba en el cotizado distrito VII y que tenía por vecino, esporádico, a Mick Jagger, su conquista más sonada. Capricho que no prosperó por la rotunda negativa de Sarkozy. Pero si algo comparten ambos hombres es el haber caído en las redes de una «seductora en serie».
Obsesión por su imagen
Con sólo quince años, la aspirante a «top-model» y «fan» de la rock star, se pavoneaba antes sus amigas de que algún día lo conseguiría, relata el libro. Y la historia le dio la razón. No sólo con Jagger, al que conoció a través del guitarrista Eric Clapton, otro «ex», sino con tantos otros que no escaparon a sus encantos. «Carla es seductora como una gata, astuta como un mono y fría como una serpiente». Así la define un colaborador de Christian Lacroix, para quien la sibilina modelo desfiló durante años.
La biografía es el resultado de dieciocho meses de investigación en los que la periodista, conocida por un retrato no menos controvertido sobre el futbolista Zinedine Zidane, se ha encontrado con muchas puertas cerradas. Muy pocas abiertas, pero las suficientes para desenmascarar a quien cree es un personaje volcánico, en constante metamorfosis y obsesionada por su imagen. «La puesta en escena es permanente. Y todo en ella está retocado, desde el físico a lo mental», asegura. No en vano, le dedica un capítulo a la eterna persecución de la juventud de la que Bruni sería víctima y que le habría llevado a pasar por el bisturí desde muy joven para reducirse la nariz, «algo que, realmente, le acomplejaba». A la rinoplastia le seguirían varios «lifting», realce de pómulos, engrosamiento del labio superior e incontables sesiones de botox. Sin embargo, Carla o «Carloche», como la llaman sus íntimos, siempre ha negado haber recurrido a la plástica.
Pero Lahouri no se detiene ahí. Ávida de celebridad, ahora la primera dama, asegura, «se aburre» soberanamente en el Elíseo. Y su vena caritativa no sería más que un fraude. «Su fundación –contra el analfabetismo – es una cáscara vacía», afirma la autora y, además, se financiaría con dinero público. «Es una anti-Lady Di», confiesa uno de los entrevistados, que narra la poca implicación y las distancias tomadas durante una visita a un hospital con niños enfermos de sida en Burkina Faso. Además sus «reacciones epidérmicas de izquierda» podrían convertirla, según la autora, en un obstáculo para la reelección de Sarkozy en 2012. Por eso no es de extrañar –si los rumores son ciertos– que otra biografía aparecida este jueves, «Carla y los ambiciosos» («Carla et les ambitieux», Éditions du moment), sea un encargo «in extremis» del Elíseo. Una suerte de antídoto para tratar de contrarrestar las críticas hacia una aún misteriosa,primera dama de la que un 54 por ciento de franceses dicen, sin embargo, tener una buena opinión.
Cécilia, la eterna rival
- Si algo solivianta a la primerísima dama de Francia desde el primer minuto de su romance con Nicolas Sarkozy es la inevitable comparación con su predecesora en el cargo: Cécilia Ciganer-Albéniz. La esbelta figura, la mirada rasgada, felina… Con ella, la rivalidad será sin piedad, escribe Besma Lahouri. No sólo competirán por el número de portadas. La Fundación de Carla Bruni no existiría, asegura, si la «ex» del presidente no hubiera creado la suya para defender los derechos de las mujeres. «Demostrar que merece su sitio y borrar hasta el recuerdo de Cécilia (…) esa será su obsesión», concluye.
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