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Pekín

El primer ministro japonés renuncia a su sueldo hasta que se supere la crisis

El desastre nuclear de Fukushima cumple hoy dos meses y la situación de los reactores dañados sigue sin terminar de solucionarse, a pesar de los discretos avances y de que hace varias semanas que no se registran fugas radiactivas importantes.

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Hastiada y preocupada por las consecuencias económicas y para la salud pública, la población y la prensa japonesas han recrudecido sus críticas hacia el Gobierno, cuya popularidad está completamente hundida. En un intento de mantener la poca credibilidad que le resta, el primer ministro, Naoto Kan, renunció ayer públicamente a su sueldo hasta que se supere definitivamente la crisis, aunque seguirá percibiendo el salario de parlamentario, así como también las primas económicas que conlleva el cargo. «El Gobierno tiene una gran responsabilidad por la crisis», admitió, adoptando una actitud similar a la de los altos ejecutivos de la empresa que gestiona la central dañada, Tepco, quienes renunciaron a cobrar un porcentaje de sus nóminas hace ya varias semanas.

En las últimas semanas, en la sociedad japonesa también parece estar madurando un sereno debate sobre la energía nuclear. Se trata de un cambio de mentalidad significativo en un país que había apostado muy fuerte por la fisión atómica: antes del tsunami, alimentaba alrededor del 30% de la demanda nacional y sólo despertaba recelos entre grupos ecologistas. El propio primer ministro, respaldado por gran parte del Parlamento y la prensa, dice estar «replanteándose» el modelo energético, aunque se descarta un «apagón atómico», algo que nadie considera realista.

Kan admitió por primera vez que quizás sea necesario cambiar de rumbo, implementando nuevas medidas de control y seguridad sobre la industria y recortando varios puntos de una agenda que prevé elevar hasta el 50% la «cuota atómica» antes de quince años. «Es necesario reforzar las medidas de seguridad al tiempo que se incrementa la inversión en renovables», insistió. Aunque todavía no hay ningún plan concreto, los analistas dan por hecho que un redimensionamiento de los planes nucleares obligaría a Japón a mantener su consumo de hidrocarburos y, en consecuencia, a abandonar la promesa «verde» de reducir la emisión de gases de efecto invernadero drásticamente antes de 2020.