Bruselas
La cocina belga conquista Madrid
El restaurante Atelier Belge acaba de abrir sus puertas en la capital dispuesto a sorprender al comensal con lo mejor de los fogones de Bélgica. No faltan el codillo ni las quisquillas
La gastronomía belga está de moda. Y el auge no es sólo una cuestión de suerte reciente, sino el resultado del buen hacer de una cocina tradicional pero cargada de originalidad. Para comprobarlo en primera persona basta con pasarse por Atelier Belge, la última apuesta del chef Etienne Bastaits que, tras pasar por algunos de los fogones más renombrados de nuestro país, se ha propuesto sorprender con lo mejor de su cocina nativa. El resultado es un coqueto restaurante, cálido y muy acogedor, donde no faltan las referencias al famoso Tintín de Hergé.
Así, como si estuviésemos sentados en medio de un pueblecito belga, comienza el festín. Es casi obligado lanzarse a probar los productos más típicos, como las quisquillas –esta vez en forma de suculenta croqueta–, los quesos, los espárragos «a la flamenca» o los mejillones al vapor, cuyo sabor deja huella en las papilas gustativas.
Una vez abierto el apetito, merece la pena dejarse aconsejar por el maitre Steve, ataviado con el característico delantal largo de peto de los bistrós. Para los amantes del pescado es imprescindible decantarse por la raya a la mantequilla negra, una receta con delicioso sabor y que no defrauda. Y si hay hueco en el estómago, en la mesa no debe faltar el codillo de cerdo confitado a la cerveza de cereza Kriek. Los que prefieran algo más «ligero» pueden optar por el steak tartar denominado «Julio Cortázar», en referencia al ilustre escritor argentino nacido en Bruselas.
En consonancia con la carta y su origen, en Atelier Belge existe un variado repertorio de cervezas de todo tipo, maridaje perfecto para escoltar cada uno de los platos. Es el caso de la refrescante cerveza de trigo con toques cítricos Hoegaarden, excelente contrapunto de la raya, o las intensas cervezas de abadía como Orval y Westmalle, ideales para afrontar con éxito el mar que encierran los mejillones.
Sin olvidar su condición de bistró, aquí también hay hueco para presupuestos reducidos gracias a un menú degustación de 29 euros y un menú diario por tan sólo 11,50 euros. No hay excusas para no catar Bélgica.
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