Feria de Bilbao

El Juli príncipe de Abril

- Sevilla. 9ª de la Feria de Abril. Toros de la ganadería de El Ventorrillo, bien presentados, buenos primero y cuarto; manejable el quinto. Lleno. Asistió la Infanta Doña Elena. - El Juli, de azul y oro, estocada (oreja con dos vueltas al ruedo); estocada (dos orejas). - Sebastián Castella, de nazareno y oro, estocada (silencio); estocada caída (silencio).- Miguel Ángel Perera, de fucsia y oro, pinchazo, estocada (silencio); pinchazo, estocada (silencio). 

El Juli sale por la Puerta del Príncipe tras cuajar una gran tarde, ayer en Sevilla
El Juli sale por la Puerta del Príncipe tras cuajar una gran tarde, ayer en Sevillalarazon

SEVILLA- El Juli compensó la lluvia, que caía fuerte poniendo entre las cuerdas la celebración del festejo. No importó. En verdad no importó nada cuando Julián sorprendió así de primeras con un quite de lo más torero. En la antítesis del mero recurso, toreó el madrileño con el capote. Una belleza para paladear, como se hace con las cosas buenas que dejan sabor, poso, recuerdo y el ánimo de verlo repetido. Era el primero de la tarde. Ese que tiene la maldición de abrir plaza y pasar discreto. Acertó El Juli, colmado de torería, y le cuajó al noble y bravo animal la faena que se merecía.

Buen toroSuavidad en el comienzo, eran puras caricias esos muletazos que prologaban el toreo rotundo, largo y a más que ejercitó por el derecho. Inspirado se cambiaba la muleta por detrás para rematar la tanda con un natural. Aquel célebre muletazo que le valió para reconquistar el corazón de Madrid. Y ahí mismo cayó entera y sin remilgos la afición de La Maestranza. Buen toro, gran torero. Lo bordó El Juli con la profundidad de lo verdadero. Embarcaba adelante el viaje, se lo pasaba por la barriga y buscaba encontrar en el más allá el fulgor del pase. Conquistó primero el pitón derecho, mas no se le resistió tampoco el zurdo, ni la seda para acabar faena. La labor de la armonía. Hundió la espada como un cañón, como un huracán bajo la lluvia. Se hundía también Sevilla, que había crujido en sonoros olés desde sus cimientos. La plaza se volvió blanca, con la Infanta Doña Elena incluida pidiendo trofeos a pesar de la lluvia sin tregua, de los paraguas, de lo difícil de los chubasqueros... Ardía Sevilla por premiar al torero. Su triunfo era de ley, así lo entendimos todos menos el presidente, que nada más concedió una oreja. Dos vueltas al ruedo tuvo que darse el madrileño ante la afición volcada, entregada, en medio de una bronca descomunal por haberle robado la segunda. No tenía sentido negar la evidencia, pero la tarde era de El Juli y sólo él tendría la última palabra. Echó la pierna para adelante y sacó pecho para torear de capa al cuarto. Hasta la misma boca de riego lo llevó por verónicas, con duende la media. Presagio de lo bueno. Antes de ponerle el primer par de banderillas ya estaba Julián con la muleta en la mano y toreando al viento, como si no pudiera contener la ambición. Derecho se fue al público, para un brindis que sonaba a romance. Y se puso a torear. Valen las mayúsculas. Esta vez para coser los pases por abajo, diestros, enredado toro y torero. De abajo a más abajo el muletazo. Toro bueno, largo iba al engaño, noble y justiciero. Cómo lo expresó el espada. Roto de entrega, atacado de orgullo, inteligente en los toques, técnico para llevarlo y pasional para entregarse sin medida. Monumental en los derechazos, en el breve espacio que ocupa una moneda construía el toreo entero. Una tanda, otra, otra más y esos pases de pecho que tocaban la lluvia del cielo. Ni crisis ni penas, todas se olvidaron cuando Julián se enfrentaba al juicio final de la suerte suprema. Y ocurrió, como tarde histórica de las que dejan huella. Detrás de la espada se fue, se atracó de toro, y quiso el acero entrar hasta la bola, en la misma yema. Dos pañuelos blancos asomaron instantáneos como rendición a un 16 de abril que retumbará en su carrera. La Puerta del Príncipe a sus pies, agarrada con fuerza en la mano, despertada de una noche de sueños. Esta vez sí, la cruzó en hombros y en medio del clamor popular. Once años después de haberla cambiado al caer herido y camino de la enfermería. Castella se buscó con un toro que quiso rajarse, de reojo miraba las tablas y no acabó de ser claro. Apenas hubo lugar para el lucimiento. Intentó sumarse al éxito con el quinto, que se movió y lo hizo con nobleza. Al francés le sobraron ganas pero al trasteo le faltó finura y limpieza. A Perera le tocó un toro noblón, aunque con las fuerzas en el límite. Quería ir más de lo que podía. La faena no rebasó la línea de la voluntad a pesar de los muchos intentos. Unas veces por falta de acople, otras por las protestas del toro... Y mientras, llovía, llovía. Así hasta el final. Había un barrizal en el ruedo cuando saltó el sexto. Manso el toro a rabiar, salió poseído por esa condición cuando Perera buscaba fiesta. Fiesta que nunca llegó. Hay tardes que no les cabe más que un nombre y la de ayer se llamaba Julián. Julián López «El Juli». Torerazo. Una nota: no paró de llover, pero nadie abandonó su asiento. Esta Fiesta de pasiones, de pasión y muerte, se llevaba al torero a hombros camino del Guadalquivir. Menudo romance consumado.

Macías es dado de alta Dos días de ingreso en la sevillana Clínica del Sagrado Corazón han sido suficientes para que el diestro Arturo Macías se mejore de la fuerte cornada que un toro de Palha le infirió el pasado martes en Sevilla. Aunque el torero mexicano todavía continúa con molestias, el dolor ya ha disminuido y la herida cicatriza con normalidad. Por ello, Macías pone fin a su estancia hospitalaria y se dispone a continuar su recuperación en casa. Desde allí, el torero ha prometido a su doctor que seguirá todas sus recomendaciones.

El Cartel de hoyToros de Gavira para Morante, Talavante y Daniel Luque.