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El suplente que encandiló al Real

El tenor tinerfeño Jorge de León pasó de sustituto a primera figura en «Tosca». Ahora le esperan citas en La Scala, Verona y, junto a Plácido Domingo, en «El Cid».

Puesta a punto. Tras una larga preparación, el tenor atendió a este periódico vestido para la ocasión y metido en la piel de Cavaradosi
Puesta a punto. Tras una larga preparación, el tenor atendió a este periódico vestido para la ocasión y metido en la piel de Cavaradosilarazon

«Mientras el tímido reflexiona, el valiente va, triunfa y vuelve». La frase es un antiguo proverbio griego, pero podría haber sido escrita para Jorge de León, un hombre que ha labrado su carrera gracias a su decisión en momentos en los que el ego de otros grandes de la lírica ha flaqueado. Corría febrero de 2010 y lo que se presumía una despedida triunfal de Marcelo Álvarez del Teatro Real, dada su incompatibilidad manifiesta con Gerard Mortier (a punto entonces de aterrizar en el Coliseo) acabó con una salida por la puerta de atrás del tenor argentino. «Marcelo se sintió indispuesto un día y tuve que cantar su función; a la siguiente hubo problemas con los micrófonos y Marcelo se puso muy nervioso y decidió dejarla», recuerda el cantante. Los aplausos arreciaron como pocas veces se escuchan en el coliseo al final de la función. La Prensa le dedicó titulares elogiosos y los críticos alabaron su agudo casi redondo. Así Jorge de León se hizo un nombre. El destino ha maniobrado para que el tenor haya tenido que sustituir «in extremis» a otro Marcelo, en este caso Giordani, en la producción de «Tosca» que firma Nuria Espert y que se repone estos días, otra vez, en el teatro madrileño. «Son coincidencias», prefiere zanjarlo y no darle mayor importancia que la de la mera homonimia. De León, al que el público de la capital ha vuelto a arropar, asegura que «no soy el mismo de hace un año y medio. Afronto esta oportunidad mucho más sereno porque hemos realizado un trabajo importante con la voz durante este año y medio. Como en la Fórmula 1, hemos hecho una puesta a punto para conseguir estar en la pole», nos cuenta minutos antes de salir a escena. Mientras otros cantantes descartan los días de función para hacer entrevistas, De León no ha tenido reparos en citarnos poco antes de empezar a vocalizar. Le quedan muy poquitas funciones, pero ha querido meterse en la piel de Cavaradosi y saborear tanto el escenario del coso operístico como su patio de butacas.
«La revolución», como él mismo lo define, que ocurrió en Madrid, resonó en el Palau de Valencia de manera casi atronadora, una casa donde ya tenía algunos compromisos, como un programa doble con «La vida breve» y «Cavalleria rusticana», dirigido por Lorin Maazel, pero donde, además, le dieron la oportunidad de hacerse con el Cavaradossi de «Tosca» bajo la batuta de Zubin Mehta y con el Radamés de «Aida». El mismo papel que interpretará en La Scala, donde debutará la próxima temporada. «Será un punto fundamental en mi carrera donde voy a descubrir. Ahí descubriré qué va a pasar con ella. El Teatro Real tiene una temporada importante, sin embargo, La Scala es un teatro que ha marcado a fuego la vida de un buen puñado de cantantes», admite orgulloso.

«Me cambiaban los turnos»
Su evolución podría formar parte de un libreto de finales del XIX, donde un militar, en este caso un Policía Nacional, acaba por rendirse a los grandes teatros de Europa. ¿Cómo le cuenta a sus ex compañeros del cuerpo que su repertorio es el de un lírico grande? «Están orgullosos de mí y creen que no voy a volver de mi excedencia. Siempre se comportaron estupendamente, me cambiaban los turnos para que yo pudiera cantar». De León, que se define como un canario que ama a rabiar su tierra, ve más de una coincidencia entre la carrera de los cantantes de ópera y la de los deportistas: «La diferencia entre un lírico ligero y un lírico dramático o spinto es como la del peso pluma y el peso pesado. Como en el deporte, también en nuestra carrera son fundamentales tanto la disciplina como el entrenamiento, bueno, yo diría que básicas. Después encontramos diferentes niveles de competición. Como en el fútbol, en el bel canto hay primera y segunda división...». ¿Y con qué papel le gustaría jugar en la Champions League? «Tanto "Aída"como "Tosca"son ya títulos importantes, en los que se expone bastante la voz, pero siempre te preguntan cuándo vas a cantar ‘‘Otello''». Como ya habrán comprobado, tampoco le asusta semejante propuesta, aunque sean palabras mayores: «Antes habrá que hacer otras cosas, pero alguna vez tendrá que ser la primera. Ningún deportista va a dejar de ir a las Olimpiadas porque sea un reto», dice tajante.
A pesar de su meteórico ascenso asegura que siente nostalgia de algunas situaciones de su vida de hace algunos años. «El de Policía es un trabajo de convivencia con los ciudadanos y de vivir situaciones difíciles». Algo bastante parecido al escenario, ¿no es así? «Cuando cuidas de la seguridad nunca sabes lo que va a suceder y cuando se levanta el telón ocurre algo similar, incluso aunque te sepas el papel también tienes que improvisar». Lo que no improvisa Jorge de León es un calendario, que poco a poco se va cubriendo de fechas. Además de su debut «scagliero», enmarcado con tinta especial, tiene los ojos puestos en la próxima temporada de la Arena de Verona y en «El Cid», de Massenet, donde se medirá con Plácido Domingo.

En buena compañía
Para llegar a una nueva producción y triunfar es fundamental la colaboración de las compañeras de reparto. De León lo sabe y, con humildad y cariño, recuerda la actitud de Cedolins, su partenaire en aquella función de «Andrea Chenier»: «Me di cuenta de que había debutado en el protagonista cuando ella me cedió el escenario para saludar al final», comenta. Ahora, su apoyo ha sido Sondra Radvanosvki, quien le ha echado una mano en escena: «Coincidimos en Valencia cuando ella cantaba en el reparto de "Cyrano"y tuve la oportunidad de escucharla y conocerla. Se ha prestado para ensayar fuera del horario para puntualizar cosas. Se ha comportado como una estupenda compañera», destaca el tenor.

Teatro puro teatro
«Tosca». Autor: Puccini. Intérpretes: V.Urmana,S. Radvanovsky, M.Berti, J.de León, L.Ataneli, G.Gaznidzge. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Dirección musical: R. Palumbo. Dirección escénica. N. Espert.Teatro Real, 18 y 20-VII-2011.
Mortier ha sabido colocar inteligentemente a final de temporada dos obras para gustos casi contrapuestos: «San Francisco de Asís» y «Tosca». Bien es cierto que la primera es obsesión personal en cuantos teatros ha dirigido y que la segunda ha sido la forma de salvar los muebles tras la cancelación, por motivos aún sin explicar, de la coproducción con la Scala de «Il Triptico» pucciniano. Con «Tosca» se recuperaron a Ataneli y Urmana, destinados a «Il Tabarro», y a Radvnovsky que iba a «Suor Angelica». Unos jóvenes espectadores de último minuto –entradas a 15 euros– expresaban su opinión: «San Francisco es monotonía, como rezar un rosario, con sus misterios casi iguales durante seis horas. Una experiencia mística. Tosca es puro teatro, una pasada».
Se reponía una producción de Nuria Espert, con la que parece despedirse de momento de la lírica a pesar de lo mucho bueno que le queda por abordar, que funciona sin incluir hallazgos especiales y en la que sobra tanta insistencia en el maltrato a la iglesia o la provocación innecesaria y que nada aporta cuando Tosca arroja un vaso de vino a un Cristo crucificado. Renato Palumbo domina la partitura y sabe reflejar su colorido y brutalidad, sin perder la vena lírica que subyace en ambos dúos soprano/tenor. Orquesta y coros cumplen a nivel de gran teatro. Sondra Radvanovsky cantaba mejor hace algunos años. Admira por el caudal vocal pero, como suele pasar con las voces grandes, se destempla con frecuencia. Como es artista con tablas transforma debilidad en fortaleza al cantar con intensidad el «Vissi d'arte». Violeta Urmana cuenta con registro más homogéneo y con un centro más lleno. Su aria resultó menos pasional, pero más correcta. Atrás quedan las eternas referencias en ella de la emotivísima Callas, la etérea belleza de las medias voces de Caballé y el equilibrio de Tebaldi, pero sus versiones demuestran la variedad de enfoques que admite el papel. Marco Berti y Jorge de León poseen esa auténtica materia prima de tenor en la que los agudos son importantes. Ambos, que cantaron el anhelado pasaje de «Qual'occhio al mondo» en un solo fiato, han de depurar el fraseo. Georg Gaznidzge resulta un Scarpia muy idóneo en lo vocal si bien Lado Ataneli, lejos del casi barítono-bajo que se requiere, quizá le aventaje en lo escénico. Bien los secundarios. Ambos días hubo auténticas aclamaciones a todo el equipo, pero de forma inconcebible fueron bruscamente cortadas bajando el telón.