Libros
«El mal de la juventud»: Qué tristes años 20
Autor: F. Bruckner. Dirección: A. Lima. Reparto: S. Ferrús, M. Aledo, I. Hermés, I. Escolar, J. Barranco, A. Merino y A. Recacha. Teatro de la Abadía. Madrid.
En contra del tópico de los alegres años 20, Ferdinand Bruckner dibujó en 1926 un cuadro pesimista: los protagonistas de «La enfermedad de la juventud» (el «mal» en esta traducción) se entregan al desencanto, el sexo y el victimismo. Los Desirée, Alt, Freder y Marie de la Viena de 1923 reflejan en parte a la actual juventud, aunque ésta parezca más inquieta por saber quién será nominado en el «reality» de turno que por leer a Novalis. Aquellos sufren, dudan y concluyen en un nihilismo –el personaje de Freder es el más ácrata y lúcido– que los lleva a rechazar sus privilegios y darse al exceso: los años, dicen, sólo les llevarán a aburguesarse o suicidarse. Así, el «botellón» expresionista a que se entregan en la obra –ginebra y morfina– tiene sentido: son rebeldes con causa.
Deseos frustrados
Pero llegar hasta la conclusión le lleva al autor un largo periplo de desvaríos amorosos, una borrachera de deseos frustrados sin gran interés y algunas conversaciones pétreas. La dirección de Andrés Lima, con ideas interesantes –los bailes a ritmo de charlestón o la bella escenografía, de Beatriz San Juan, que incrusta en mitad del escenario una habitación de muros diáfanos– no se sobrepone a un texto desigual, y brilla sólo donde brilla aquél, sobre todo en el trágico final, uno de los momentos más interesantes vistos en escena en mucho tiempo.
El director de Animalario se pone al frente de otra compañía, la de La Abadía, en la que, pese a la entrega, falla por momentos el trabajo de entonación. Lo mejor: la epicúrea Desirée de Marta Aledo, la dulzura por momentos que aporta Sandra Ferrús a Marie, el manipulador Freder de Iván Hermes, y el clarividente Alt de Jesús Barranco.
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