Damasco
Asad intensifica la represión con la detención de 500 personas
El presidente Bashar El Asad no parará hasta acabar con las protestas. El régimen continuó ayer con la campaña de detenciones en la situada ciudad de Deraa. Cerca de 500 personas han sido arrestadas en el transcurso de un «dispositivo antiterrorista», según fuentes castrenses.
La agencia oficial de noticias SANA, precisó que en el operativo, iniciado hace una semana, fueron detenidas 499 personas y eliminados 10 miembros de «grupos terroristas armados», entre ellos, cinco «francotiradores que disparaban desde un minarete». En los enfrentamientos murieron también dos efectivos del Ejército y resultaron heridos ocho uniformados, entre militares y agentes policiales.
El Gobierno ha dicho que el levantamiento es parte de una conspiración extranjera orquestada por extremistas y matones armados y no por quienes buscan la reforma. Ayer la televisión siria emitió entrevistas de personas que decían haber recibió dinero y armas para que tomaran fotos de las protestas y las enviaran al extranjero.
Sin embargo, fuentes opositoras denunciaron que han arrestado a cientos de activistas a favor de la democracia en toda Siria, después de que el Ejército tomara control de Deraa. «Las fuerzas de seguridad irrumpieron el domingo en viviendas del barrio antiguo de la ciudad, buscando a hombres menores de 40 años», aseguró un activista antirrégimen.
Importantes activistas de derechos humanos también fueron arrestados en las ciudades orientales de Qamishli, Raqqa y en los suburbios de Damasco, junto con decenas de sirios que participaron en las masivas marchas para demandar libertades políticas y el fin de la corrupción.
También en la periferia de Damasco, las fuerzas de seguridad sirias efectuaron unos 180 arrestos y dieron 15 días de plazo para que se entreguen los autores de las «infracciones». La oposición también habla de 600 muertos en la represión de las manifestaciones desde mediados de marzo, sólo 70 en los últimos dos días, según defensores de los derechos humanos.
La represión del régimen no amedrenta a los opositores, que han convocado una nueva ola de manifestaciones en todo el país. Los activistas prometieron no cesar en sus protestas hasta que el Gobierno deje de atacar la ciudad, cercada por el Ejército y con una importante crisis humanitaria. Los vecinos se quejan de que escasea los alimentos y las medicinas.
Mientras el Ejército sirio intensificó ayer sus ataques en esta castigada localidad, sus habitantes desafiaban a las fuerzas de seguridad luchando por encontrar alimentos, intercambiando información y enterrando a sus muertos tras haber sido obligados a permanecer en sus hogares durante casi una semana.
Ahora, las protestas plantean el reto más serio en las cuatro décadas de gobierno de la familia Asad en uno de los países con mayor represión y control en el Medio Oriente. Por su parte, la cadena de televisión qatarí Al Yazira denunció ayer la desaparición en Siria de una de sus periodistas, Dorothy Parvaz, de la que no se tienen noticias desde el viernes.
Líbano, al servicio de su país vecino
Los libaneses miran con desasosiego hacia su país vecino, cerrado a cal y canto por el régimen de Bashar al Asad para no tener que rendir cuentas por la brutalidad empleada para sofocar las revueltas. Siria sigue siendo para el pequeño país de los cedros el hermano mayor. Y la situación de inestabilidad política en el «reino» de los Asad se refleja en la actividad política libanesa. El Gobierno interino libanés sigue sin ponerse de acuerdo en emprender unas reformas y desbloquear la crisis tras la partida de los ministros de Hizbulá y Amal el pasado 11 de enero.
Algunos analistas opinan que la voluntad de Najib Mikati, el nuevo primer ministro, para formar Gobierno dependerá de la supervivencia de Asad. «Desgraciadamente nuestros gobernantes siguen estando al servicio de las autoridades sirias. Así ha sido y así seguirá siendo», afirmó a LA RAZÓN el analista Basam Lahud, de la Universidad Americana de Líbano.
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